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Especialista en trasplante de hígado, catedrático y nuevo jefe de sección de Cirugía del HUCA

Ignacio González-Pinto: "Es duro el fracaso de un cirujano; te consuela haber hecho todo lo posible por el paciente"

"En trasplante de hígado, en el HUCA tenemos de los mejores resultados de España en supervivencia del enfermo y del injerto"

Ignacio González-Pinto Arrillaga, ayer, en el HUCA. LUISMA MURIAS

Ignacio González-Pinto Arrillaga (Bilbao, 1956) cumple su mayoría de edad en Asturias, adonde llegó en junio de 2001 proveniente de uno de los grandes hospitales de Madrid, el Doce de Octubre. Su misión consistía en poner en marcha un programa de cirugía hepática avanzada y el programa de trasplante de hígado de Asturias, paso que se dio el 16 de abril de 2002. A lo largo de su carrera ha participado en unos 1.500 injertos hepáticos. Acaba de obtener la plaza de jefe de la sección de Cirugía Hepatobiliopancreática del Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA), encuadrada dentro del servicio de Cirugía General. Además, es catedrático de Cirugía de la Universidad de Oviedo.

- Dieciocho años en Asturias. ¿Le valió la pena dejar Madrid y venir a provincias?

-En el Doce de Octubre estaba con el doctor Enrique Moreno. Mi plaza allí no era muy consistente, pero sí tenía un cierto estatus en el equipo de trasplante y unas determinadas condiciones, y vine de interino a un puesto incierto en este hospital. Luego se convocó la plaza de profesor titular de la Universidad, y la gané. Y después la cátedra. Al final, las cosas han salido casi tan bien como pensaba.

- Ha tenido que esperar años por la jefatura de sección.

-Cuando llegué esperaba que saliera al cabo de dos años, que era lo previsto. En ese caso, quizá me presentaría ahora al concurso para jefe del servicio. Pero en las actuales circunstancias creo que tengo que centrarme en lo que estoy haciendo y en lo que conozco bien. La jefatura del servicio me importa menos.

- Usted tiene el privilegio de haber puesto en marcha el programa de trasplante de hígado en Asturias...

-Tengo el privilegio de haber participado en la puesta en marcha de un equipo de trasplante en 1986, el del Doce de Octubre, cuando sólo había un grupo en toda España y todo resultaba muy difícil. Y en el de Asturias empecé a trabajar en el año 2000, antes de trasladarme de forma definitiva, cuando las dificultades ya eran mucho menores. Aquí había una base de gente muy bien formada, que progresó muy deprisa, pero que no habían hecho ni trasplantes ni extracciones de hígado. El primer año hice yo prácticamente todos los trasplantes, y después ya fui delegando y fuimos haciendo un equipo.

- ¿Cuánto trasplantes lleva?

-Unos 800 en Madrid y unos 580 aquí. Y luego la experiencia de haber estado en Pittsburgh, en san Francisco, en Hamburgo... Unos 1.500 trasplantes en total.

- Le suena el busca. ¿Vive el trasplante como una rutina?

-Cada paciente es diferente, y en general son pacientes de riesgo. Pero no hace falta ponerse nerviosos. Un trasplante significa un paciente que está bien estudiado, un donante que está bien valorado y las cosas suelen salir muy bien.

- ¿Qué resultados tiene el HUCA en trasplante hepático?

-De los mejores resultados de España. Lo más importante que se mide en los registros es la supervivencia del paciente y del injerto.

- ¿Cómo gestiona el fracaso, la muerte de un paciente?

-Hay que asumirlo. Es duro, pero luchamos mucho por el paciente. Es el consuelo que te queda: haber hecho todo lo posible. En medicina hay que asumir riesgos. Si no trasplantas a un paciente, se va a morir.

- ¿Cómo se mejora en la comunicación de malas noticias a las familias?

-Es muy importante, y no se estudia específicamente. Empieza a haber cursos sobre esto, pero lo habitual es que los cirujanos mayores se lo vayan transmitiendo a los jóvenes. A mí me queda el consuelo de que, cuando un paciente va mal, la familia suele acabar dándome las gracias porque se dan cuenta de que hemos hecho todo lo posible. Eso resulta muy gratificante, y es lo que intento transmitir a los cirujanos jóvenes: hablar con las familias después de las operaciones y explicarles las cosas con claridad.

- Usted se dedica a la cirugía hepatobiliopancreática. Menuda palabrita...

-Es una rama de la cirugía que tiene una entidad propia y muy bien definida. Es algo parecido a lo que sucedió en los años 50 y 60 del siglo pasado, cuando de la cirugía general fueron desgajándose la traumatología, la urología... El nivel de conocimiento aumenta, y cada vez más rápido, y llega un momento en el que uno no puede abarcarlo todo, y tiene que centrarse en aspectos concretos.

- ¿Qué tipo de cirugías incluye esta subespecialidad?

-Cirugía de hígado, de vesícula, de páncreas, de bazo... Ahora estamos viviendo un trasvase de muchas patologías quirúrgicas hacia el intervencionismo: el concepto es también quirúrgico, pero se actúa manualmente sobre una enfermedad sin necesidad de realizar grandes incisiones...

- Con la llegada de tratamientos curativos para la hepatitis C parece que puede haber menos trasplantes de hígado.

-Es verdad que la hepatitis C está convirtiéndose en una enfermedad leve, pero tenemos otras patologías que antes no se contemplaban como posibles candidatas a trasplante y que ahora están empezando a incluirse.

- ¿Por qué se avanza tan poco frente al cáncer de páncreas?

-Se avanza poco a poco. Es por la biología del tumor, que tiende mucho a reproducirse y responde mal a la quimioterapia. Además, está emplazado en un sitio muy proclive a la diseminación tumoral, y en seguida suelta células y da metástasis. Pero habrá un momento en el que se rompa la barrera. La clave va a ser conseguir una quimioterapia eficaz.

- ¿Eso puede ocurrir relativamente pronto?

-Sí, por qué no. Lo mismo pasó con los tumores y las metástasis de colon. Se pasó de quimioterapias muy poco eficaces a otras muy eficaces. También por eso se operan más.

- ¿Cuántas Nochebuenas y Nocheviejas ha pasado en el quirófano haciendo trasplantes?

-Muchas, quizá más de la mitad.

- Usted tiene fama de incansable.

-Te acostumbras. Cuando era residente, una operación de tres horas me parecía agotadora. Ahora, hago una de ocho horas y no me afecta. Si es de doce, ya salgo un poco más cansado...

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