Una sociedad es capaz de avanzar en democracia cuando se constituyen y respetan los derechos de las personas que la conforman, cuando se adquieren compromisos sociales y cuando las instituciones son capaces de ser representativas.

A lo largo de la historia, el movimiento feminista se hace más fuerte a medida que expone las desigualdades existentes y consigue llevarlas, con sus reivindicaciones, desde el ámbito privado al ámbito público para convertirse en derechos reconocidos que durante mucho tiempo nos habían sido negados a las mujeres. De esta manera es como las mujeres comenzamos a formar parte de la agenda política y emprendimos un camino a lo largo del cual, poco a poco, hemos sido capaces de corregir muchas desigualdades.

Se trata, por lo tanto, de un movimiento legítimo de todas las mujeres que ha impulsado importantes cambios sociales. La política ha tenido que escuchar y legislar para fortalecer un sistema democrático en el que las mujeres estábamos infrarepresentadas. Por eso, que ahora se cuestionen esos avances y se negocie con nuestros derechos para tratar de conseguir un mayor poder político es aberrante y, desde luego, poco democrático.

En la actualidad, el auge de la extrema derecha, aunque tenga elementos comunes en diferentes partes del mundo, se produce de manera diferente en cada territorio. El modelo económico global ha cambiado y también la política, que tiene que afrontar nuevos retos a los que tendrá que aprender a dar respuesta.

Ante estos cambios, surgen populismos que tratan de diferenciar su discurso alimentándose del miedo, cerrando fronteras o defendiendo postulados más conservadores con los que una parte de la sociedad pueda seguir manteniendo sus privilegios respecto otra, generando mayores desigualdades. Se inventan términos como "ideología de género", una expresión propagandística sin fundamento alguno que niega los avances que se han producido en los derechos de las mujeres gracias al trabajo del movimiento feminista.

En España, la extrema derecha también está presente y adquiere fuerza porque algunos buscan en ella un aliado para llegar al poder. Defender la democracia en un Estado democrático es algo más que salir a la calle con una bandera. Defender la democracia es respetar y trabajar por mejorar los derechos de la ciudadanía y no utilizarlos como cromos que se pueden intercambiar para tratar de gobernar.

Por eso tenemos que dejar claro que lo que hemos conseguido ha sido gracias al trabajo de millones de mujeres en el mundo, mujeres que no pertenecen a nada ni a nadie más que a ellas mismas. Su voz ha llegado a las instituciones porque éstas tienen que ser representativas, y negarlo es vulnerar la democracia. En un momento en el que se están cuestionando nuestros derechos y se está amenazando la convivencia de un Estado en condiciones de igualdad, el feminismo tiene que estar más presente que nunca.

No podemos volver al pasado. Aún nos quedan muchos retos pendientes y tenemos que seguir avanzando. Las instituciones tienen que estar de nuestro lado, no enfrente, porque un futuro mejor no se construye solo y no podemos permitir que lo construyan sin nosotras.