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Presidente de la Fundación de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición

Manuel Puig: "Los nietos de hoy vivirán menos que sus abuelos"

"Estamos muriendo por exceso de alimentación"

Manuel Puig. SEEN

"Hemos empezado a morir antes debido al exceso de alimentación", vaticina Manuel Puig, presidente de la Fundación de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN). Los nietos de hoy vivirán menos y su calidad de vida será peor que la de sus abuelos por la obesidad, que se expande como una epidemia en Occidente, y por el sedentarismo de los niños que crecen en un planeta agredido por el cambio climático, contaminado y superpoblado por unos habitantes extralongevos.

Su diagnóstico coincide con la alarma lanzada hace días por la comisión EAT-Lancet, sobre la necesidad de modificar el sistema alimentario global para salvar el planeta con una comida sana, pero duda de que el cambio sea factible, al menos, de forma radical. "Tenemos que ser realistas", porque sólo hemos rebajado la ingesta de comida en épocas de guerra, cuando no hemos tenido otro remedio, avisa sin dejar de desmarcarse de soluciones utópicas como dejar de comer carne roja o de tomar azúcar para frenar el deterioro de nuestro mundo y aconseja apostar decididamente por patrones de vida saludables en los que la alimentación sea un parámetro más a tener en cuenta.

De poco sirve comer sano si uno no hace ejercicio, fuma, se excede en la ingesta de alcohol o, sobre todo, si carece de un proyecto vital interesante, argumenta Puig, quien no duda en reconocer el efecto protector del consumo de fibra, frutas y verduras frente a determinados tipos de cáncer, a la vez que aconseja presionar a las cuatro grandes compañías que monopolizan el 75 por ciento de la industria alimentaria para que modifiquen la composición de ciertos productos. El primer paso lo ha dado ya el Ministerio de Sanidad al acordar con 400 empresas del sector la reducción de un 10 por ciento del contenido de sal, grasas saturadas y de azúcar en productos lácteos, embutidos y bollería para rebajar el índice de obesidad de los españoles, uno de los más altos de Europa.

"Abusamos de todo", denuncia Manuel Puig, porque la industrialización y la implantación de la agricultura intensiva han democratizado la alimentación, pero nos han llevado a una vida artificial, excesivamente cómoda. "Tenemos demasiado tejido adiposo", alerta preocupado por la esquilmación descontrolada que hacemos de los recursos de la Tierra y por la contaminación de plásticos que inunda nuestros mares. "No somos conscientes del mercurio que hay en el pescado que comemos", añade. Su apuesta para salvar el planeta es una dieta razonable con menos carne roja y menos azúcares.

Lomo, mejor que presa

No deberíamos comer carne roja más de dos veces por semana y nunca superar los 150 gramos. El lomo, mejor que la presa, receta el endocrinólogo. Asegura que es más sano ingerir carne de animales de dos patas que de cuatro y mucho más conveniente incorporar el pescado a la dieta, que en general no debe superar las 2.000 kilocalorías al día con un 50 por ciento de carbohidratos complejos no refinados, un 30 por ciento de proteínas y un 20 por ciento de grasas poliinsaturadas y moniinsaturadas. Las patatas, mejor hervidas que fritas, y los huevos, cuya proteína de la clara es un coctel perfecto de vitaminas y minerales para los músculos, deben consumirse no más de cinco veces a la semana en función de la tasa de colesterol de cada uno.

"No es necesario hacernos vegetarianos", ironiza Puig, pero sí es recomendable aumentar el consumo de verduras y vegetales, alimentos saciantes, pero de baja palatilidad, para frenar, sobre todo, la obesidad infantil vinculada a la falta de ejercicio. "Un niño obeso es un adulto enfermo", enfatiza.

La palatilidad, o recompensa hedónica que proporcionan los alimentos agradables, es también inferior en los productos congelados que en los frescos, poco accesibles para la población con menos recursos económicos o las personas que viven solas. "Lo más aconsejable es ir al mercado cada día para tratar de consumir todos los alimentos que compramos y no llenar la nevera con cosas que acabamos tirando", aconseja el presidente de la Fundación SEEN quien no es partidario de la ingesta de alcohol de forma habitual ni de beber agua embotellada en plástico.

Una copa de vino al día es más que suficiente para una mujer y no más de dos, para un hombre. El plástico de las botellas de agua, advierte, está vinculado por estudios científicos con el cáncer, el alzhéimer, la artritis, la esterilidad, la diabetes y, sobre todo, con la obesidad. "Ese plástico daña al planeta porque acaba como basura en el mar y perjudica a nuestra salud", insiste, preocupado sobre todo por el futuro de los niños si no se logra forzar a las industrias alimenticias a cambiar sus códigos de conducta para lograr un salvamento global. "Estamos muriendo por exceso de alimentación", concluye.

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