Javier Mosquera, jefe del servicio de Urología del Hospital Universitario de Cabueñes, de Gijón, falleció ayer súbitamente a los 58 años al sufrir una parada cardiaca durante una de las sesiones clínicas que suelen desarrollarse en los centros sanitarios a primera hora de la mañana. El suceso dejó conmocionado a todo el personal sanitario, que le despedirá hoy, junto a su mujer, familia y amigos, a las seis de la tarde en la iglesia parroquial de La Milagrosa. "Que Javier era un urólogo magnífico lo sabíamos todos, pero es que también era un jefe extraordinario profundamente comprometido con la institución. Todos seguimos un poco en shock; la pérdida de un profesional y un compañero como él es tremenda", subrayó Miguel Rodríguez, gerente del Hospital de Cabueñes.

Las sesiones clínicas se celebran al inicio de la jornada, a partir de las ocho. Mosquera tenía programada una de estas reuniones con el equipo de trece urólogos a los que dirigía. Según explican desde el hospital, el facultativo "empezó a encontrase mal" al poco rato de comenzar la charla. En cuestión de minutos, sus colegas se dieron cuenta de que su estado era grave. El urólogo sufrió una hemoptisis masiva, que es el término médico con el que se designa la expectoración de sangre por la boca a causa de una hemorragia en el aparato respiratorio.

Al estar dentro del hospital, el personal médico pudo actuar rápidamente e intubó al doctor para tratar de liberar sus vías aéreas. Lamentablemente, Mosquera entró en parada cardiaca. "Hicimos todo lo posible para intentar reanimarlo, pero no pudo ser", relató Manuel Rivas del Fresno, urólogo en activo con más antigüedad en Cabueñes y una de las personas de confianza del fallecido. "El hecho de que esto haya ocurrido dentro del propio hospital hizo que muchos se alterasen; seguimos haciéndonos a la idea", explicó el gerente ya avanzada la mañana de ayer.

La terrible noticia se extendió muy rápidamente por todo el edificio. Muchos la recibieron cuando el médico estaba todavía en estado de parada. Una vez confirmado el fatal desenlace, la conmoción fue general. "Ha sido tremendo, muy triste. Tenemos una sensación de impotencia total y completa. Javi estuvo en mi promoción de residentes y, bueno, con la gente con la que empiezas tu carrera profesional creas un vínculo muy especial", explicó Macarena Corominas, jefa de Urgencias del hospital y una de las que más cariño manifestó hacia el fallecido. "No se puede imaginar el desastre cuando me avisaron por la mañana. Yo estaba reunida y bajé corriendo. Fue terrible. Cualquier parada supone un shock emocional para los que nos enfrentamos a ellas, pero cuando encima el afectado es un amigo...", añadió emocionada.

El carácter "reservado" con el que describieron ayer al urólogo hizo que muchos de sus compañeros desconociesen su propio historial como paciente. Varios tenían constancia, no obstante, de ciertos "problemas de salud de los que jamás se quejaba". Al parecer, Mosquera sufría una cardiopatía congénita: una malformación en el corazón que le había llevado al quirófano un par de veces y que podría haber sido la causante de la hemoptisis que acabó con su vida. Su salud, no obstante, no se había resentido recientemente. De ahí la sorpresa con la que el hospital recibió la noticia.

Impulso a la especialidad

Javier Mosquera nació el 13 de diciembre de 1960, estudió en la Facultad de Medicina de Oviedo y pisó por primera vez el Hospital de Cabueñes en 1990, cuando logró una plaza como residente en el servicio que más tarde acabó dirigiendo. Cuatro años después, ya con el título de especialista en la mano, empezó a trabajar en el Hospital Carmen y Severo Ochoa, de Cangas del Narcea. Fue en ese momento el único urólogo del que disponía el centro comarcal.

"En esos años, el servicio se limitaba principalmente a pasar consulta. Cuando vino Javier, casi puede decirse que creó un servicio médico desde cero, sobre todo en cuanto a intervenciones quirúrgicas, porque antes sólo se hacían cirugías locales y menores. Él llegó y nos puso en el mapa", explicó Ignacio Calvo, patólogo del centro cangués. "Consiguió que el área de Urología de este hospital llegase por fin al siglo XXI. Los que trabajamos en centros comarcales sabemos el trabajo que eso cuesta. El legado que dejó aquí es tremendo; cuando se marchó muchos lo despedimos con gran lástima", añade.

Regresó al Hospital de Cabueñes en 2010, en el marco de un concurso de traslados. En agosto de 2014, tomó el relevo de Javier Cuervo, antiguo jefe de servicio e instructor del fallecido en sus años como residente. Su labor profesional en el centro gijonés se centró en la misma idea: impulsar la actividad quirúrgica.

Sus compañeros de equipo explicaron ayer, en un comunicado conjunto, que bajo su dirección el área de Urología "consiguió implantar y desarrollar las técnicas más punteras en cirugía laparoscópica y mínimamente invasivas", una modalidad quirúrgica en la que se opera al paciente a través de pequeñas incisiones para agilizar su recuperación y permitir que el impacto estético sea menos traumático. "Hemos perdido a un gran jefe que demostró su valía hasta el último segundo: falleció trabajando", enfatizaron los compañeros del fallecido.