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Asturias, a la conquista del mundo con una botella

Una exposición reconstruye en Gijón la historia de la industria de la sidra champán y recupera la memoria de un empresariado imparable y orgulloso de sus señas identitarias

Foto de Constantino Suárez de los participantes en la II Vuelta Ciclista a España bebiendo sidra.

No hay mejor gancho publicitario que el que apela a la emoción, algo que sabían intuitivamente los empresarios de la industria sidrera asturiana, que apelando al amor a la patria y a la nostalgia del emigrante, crearon una ingente iconografía en torno a Asturias y la asturianía para vender sus productos por todo el mundo. El negocio de la sidra champagne surgió a finales del siglo XIX, empezó aprovechando el empuje de la industrialización en Asturias y acabó contribuyendo a la creación, en torno a él, de nuevo tejido empresarial. La exposición "Patria de sidra. La industria de la sidra champagne en Asturias 1884-1936", inaugurada esta semana y que permanecerá en el Centro de Cultura Antiguo Instituto de Gijón hasta el 23 de junio, cuenta la historia de una Asturias que, a partir de sus símbolos de identidad -la manzana y la sidra-, se atrevió a comerse el mundo.

Una investigación de Manuel Crabiffosse Cuesta sobre el desarrollo de la industria de la sidra espumosa y la sidra champagne en Asturias, los fondos del Muséu del Pueblu d'Asturies, el Museo Casa Natal de Jovellanos y algunas colecciones particulares han dado cuerpo a una exposición que desde el día de su inauguración registra colas y que da para varias visitas con detenimiento. Contiene en total 702 piezas: botellas, vasos, cuadros y esculturas, libros, folletos publicitarios, etiquetas, fotografías... "Material inédito en su inmensa mayoría", según Manuel Crabiffosse, que comparte el mérito de su investigación y de la exposición con sus hermanos, Juan Pablo y Francisco. Fue este último el que, preparando el libro y la exposición "El color de la industria. La litografía en Asturias (1834-1937)", en 1994, reparó en la importante presencia de las empresas productoras de sidra achampanada.

En su investigación, y en la exposición a la que ha dado pie, Manuel Crabiffosse traza un recorrido lineal por la cultura de la sidra, que empieza en la Asturias rural y los lagares tradicionales y continúa por la industrialización de la producción. Cuenta que en la segunda mitad del siglo XVIII, "con el boom del cultivo de la manzana, empieza a ser un negocio rentable, fomentado por el clero rural", entre el que destaca a José Antonio Caunedo, cura de San Juan de Amandi y arcipreste de Villaviciosa.

El sector sidrero se irá industrializando, empezando por el embotellado. Con la instalación de Manufacturas Vidrieras en Gijón en 1844 ya no hay que importar las botellas de Bristol, en Inglaterra, comienzan a fabricarse aquí, y la sidra ya puede comercializarse lejos de los llagares. En 1850 surge el chigre. Las sidra, ligada a la fiesta y las celebraciones populares, es también objeto de creación artística y literaria, y Alfonso Camín se convierte, en palabras de Crabiffosse, en "el gran propagandista de la sidra asturiana", a la que le dedica artículos hasta en la prensa nacional.

En 1857 Tomás Zarracina empieza a producir sidra espumosa, la primera que Asturias va a vender en América y no solo como "un producto para saciar la sed y la nostalgia, sino como seña de identidad".

Cuando Federico Struve inventa un sistema de gasificación artificial, un ovetense, José Cima, retornado de Cuba a su Colloto natal hacia 1870, comienza a producir sidra champán y lanza la marca "Real Sidra Asturiana". "Cima fue el primero que registró una marca de sidra champán en España, el primero que la registra para el mercado anglosajón, el primero en comercializar un serpentín y un grifo para servirla, el primero en instalar un laboratorio enológico", hace recuento Crabiffose de los méritos de un personaje que emigró a Cuba con 14 años, que llegó a ser Alcalde de Oviedo durante un mes en la República y que llevó su sidra a la exposición internacional de Chicago con un pabellón que le diseñó el arquitecto Juan Miguel de la Guardia.

Personalidades tan novelescas como José Cima hay muchas en la historia de la sidra champagne. Está Tomás Zarracina, en Gijón, al que pertenece la etiqueta más antigua que se expone en el Antiguo Instituto y que en 1930 abrió la primera fábrica de sidra totalmente mecanizada. Fue él quien hizo una apuesta en firme por la publicidad. Y también está Alberto del Valle, farmacéutico y lagarero de Villaviciosa, con una formación que Crabiffosse califica de "fuera de lo normal".

Desde el puerto del Musel llegaron a salir cinco millones de botellas al año rumbo a las Américas, para el consumo de los asturianos emigrados. "El Gaitero" llegó a hacer un envío de un millón de botellas. En la exposición abundan las etiquetas destinadas al mercado americano, muchas de Argentina, donde llegó a haber más fábricas de sidra que en Asturias y donde se institucionalizó como regalo elegante una botella de sidra champán y un pan dulce, que no era otra cosa que el panetone que habían introducido la colonia italiana.

Imágenes publicitarias como la de "El Gaitero", de Villaviciosa, o "El Hórreo" de Colunga, se alternan en las etiquetas y la propaganda con otras que dan testimonio de los avatares de la época, desde los cambios políticos a los hitos de la navegación o la aviación. Sobre todo, el material expuesto en el Centro Cultural Antiguo Instituto, da idea de una Asturias emprendedora y sin complejos, que de una manzana hizo una patria y se atrevió a salir al mundo.

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