Un consorcio formado por el grupo Lablink de la Universidad de Oviedo, Red Táctica y Asincar trabaja en el desarrollo de un test rápido y de fácil uso para detección de la ciguatoxina en pescado. Este consorcio ha conseguido ya elaborar un test que discrimina entre presencia y ausencia de dicha intoxicación alimentaria en una disolución, según ha informado este jueves la Universidad de Oviedo en un comunicado.

Con estos resultados preliminares, los investigadores han demostrado una prueba de concepto y ahora inician la búsqueda de financiación para continuar en una segunda fase donde se podrán tratar también muestras de pescado contaminadas.

El principal problema para detectar la toxina es que se encuentra en concentraciones muy bajas, lo que dificulta su detección. Las partículas magnéticas serían como pequeños imanes que servirían de "anzuelo" para enlazar la toxina.

Esto es posible rodeándolas de un reactivo que tendría una afinidad por la toxina como una llave en una cerradura y se añadiría el reactivo ("llave") a la disolución donde está la toxina ("cerradura").

Pero como la llave va unida al imán, aplicando otro mayor podríamos retirar el sistema" llave-cerradura" de la disolución y, de esta forma, la baja concentración no sería un problema.

La ciguatera es una intoxicación alimentaria que se produce por la ingestión de peces contaminados con ciguatoxinas (CTXs), moléculas que han sido acumuladas en su tejido graso en a la cadena alimenticia.

La intoxicación por CTXs se conoce desde hace unos 200 años, y siempre se ha encontrado geolocalizada entre las latitudes 35° norte y 35° sur, principalmente en el Caribe, islas de los océanos Pacífico-Índico, aunque se han localizado casos en las islas Canarias y Madeira.

Se sabe que fenómenos como el cambio climático, la globalización del comercio y el turismo están influyendo en la distribución y proliferación de estas toxinas, y que pueden contribuir a convertir un problema localizado en uno a nivel global.

La intoxicación por CTXs incluye problemas neurológicos y gastrointestinales, cuyos síntomas pueden ser persistentes por meses o años y que incluso pueden acarrear la muerte del afectado.

Además, no es posible distinguir los peces tóxicos de los no infectados, y es imposible destruir la toxina por medios químicos o térmicos, como sucede, por ejemplo, en el caso del anisakis.

Existen en la actualidad muy pocos métodos de análisis que puedan ser utilizados para su control de forma rutinaria.

El equipo de trabajo está formado por Montserrat Rivas, Carmen Blanco, María Salvador, Amanda Moyano y José Carlos Martínez (Universidad de Oviedo); José Luis Suárez, Silvia Ortiz, María Cezón (Red Táctica), y Juan Díaz y Natalia Prado (Asincar).