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"Y ahora, ¿qué? ¿Por dónde empezamos?"

Alcaldes de las primeras corporaciones democráticas, elegidas hace 40 años, evocan el "susto" de los inicios y añoran el consenso de la Transición

En la fachada del Ayuntamiento de Grado, tres días antes de la toma de posesión del primer alcalde de la democracia todavía colgaba una placa de mármol que festejaba "el triunfo del fascismo contra las hordas rojas marxistas". José Sierra, recién elegido regidor por el Partido Comunista, vio que al entrar en la casa consistorial "la gente tenía miedo". A los funcionarios recién salidos de la dictadura se les venía de pronto el comunismo, pero mirando aquel principio desde cuarenta años exactos de prudente distancia, y después de pasar en la misma alcaldía 23 años, Sierra llegará a añorar el consenso y el clima de entendimiento de los primeros pasos casi a tientas en aquellos ayuntamientos inciertos que nacieron con todo por hacer hizo ayer cuatro decenios. En la Asturias del 3 de abril de 1979, las primeras elecciones municipales de esta democracia dieron a luz a 78 corporaciones con un pleno de 78 hombres al frente, 32 de la Unión de Centro Democrático (UCD), 22 del PSOE, nueve del PCE y quince de otras fuerzas independientes o minoritarias.

"Teníamos mucha ilusión, pero no sabíamos muy bien dónde nos metíamos", recuerda Eduardo Lastra, que también ganó las primeras elecciones municipales, él en Taramundi y como independiente, y estuvo a continuación 32 años como regidor por el PSOE, con un leve paréntesis como alto cargo en el Principado. Traducida, aquella ilusión era una "filosofía general" ajena a las ideologías que contaba entre sus ingredientes con "muchas ganas de resolver cosas y quedarnos a vivir en los pueblos en condiciones mínimamente dignas". En el 79, Taramundi apenas tenía luz eléctrica, "el médico vivía en Vegadeo, no había carreteras a algunos pueblos y faltaban los saneamientos", las prioridades no tenían mucha discusión. Con todo por hacer, a la mente viene primero la evocación del "susto del primer día. 'Y ahora, ¿qué?' ¿Por dónde empezamos?" El ayuntamiento eran los concejales y un auxiliar administrativo; el resultado electoral, cinco ediles a cuatro de los independientes frente a la UCD, les daba cierto margen, pero a la postre lo mejor es que "conseguimos discutir y ser capaces de tomar algo juntos luego, que pudimos mantener esa relación de unidad y saber que los vecinos estaban por encima de todos nosotros. Es de eso de lo que me queda un recuerdo más grato". Se diría que los cuarenta años que han pasado no le han sentado demasiado bien a la política, que "ha perdido ese ánimo de acuerdo, ese consenso de los que nos acercamos a ella con el propósito de mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos", remata.

José Sierra tenía pleno en Grado el lunes del intento de golpe de Estado del 23F y no lo suspendió. Después, con normalidad, "nos fuimos a tomar un café en la cafetería de enfrente. No sabíamos que había por toda la villa movimientos de gente con pistola", pero de algún modo se sentían "arropados". También él piensa, a la luz de los recuerdos y de la experiencia posterior, que el clima era distinto incluso en aquella corporación donde el PCE ganó en 1979 sin mayoría absoluta y sucumbieron las conversaciones a tres de AP, UCD y PSOE para tratar de arrebatarle la alcaldía. Sin embargo, recuerda que "la primera corporación fue de un consenso casi total", o que la cuestión sólo se puso seria cuando al final del mandato hubo que aprobar un plan de urbanismo.

Sierra ha llegado hasta aquí tras evocar la "charla fácil" y "la gente agradecida" de aquella campaña en pueblos por los que antes "no se había interesado nadie". De los 78 alcaldes que echaron a andar con la democracia, el que estuvo más tiempo sin dejar el cargo fue Roberto Pérez, regidor socialista de Belmonte de Miranda ininterrumpidamente de 1979 a 2011. Andando hacia atrás en el tiempo, por aquellos caminos sin asfaltar de las aldeas de su concejo, se recuerda haciendo juegos malabares con presupuestos siempre escasos para pueblos sin traídas de agua, sin teléfono o alumbrado público. Con el paso de los años, también vio llegar, entre otros hitos del empleo, la mina de oro o "el parque eólico" y al marcharse dejó, presume, "un superávit de 684.000 euros". Su memoria de aquel tiempo da otra oportunidad para comprobar lo mucho que ha cambiado la política. Aunque a él le ayudó encadenar mayorías absolutas, también observa que "se discrepaba, pero no hubo grandes discusiones ni enfrentamientos verbales ni políticos".

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