Hace hoy 88 años nacía la II República con la vocación de transformar radicalmente la realidad de la España de la época y construir una sociedad moderna, identificada con la democracia, la libertad, los derechos humanos y la justicia social. Se abrió entonces una nueva etapa de avances sociales y se inició la construcción de un nuevo modelo de organización territorial del Estado que quedarían plasmados, meses después, en la Constitución de la República Española aprobada el 9 de diciembre de 1931. Esa nueva organización territorial trató de superar el ineficaz centralismo del Estado liberal de origen borbónico, apostando por un “Estado integral” mediante la implantación de un sistema que se fundamenta en corporaciones municipales elegidas por sufragio universal directo entre los vecinos de cada localidad y que reconoce el derecho de esos municipios, que se mancomunan en provincias a constituirse en regiones autónomas siguiendo los procedimientos establecidos en esa Constitución. Hemos de recordar que aquella Constitución, que sigue siendo hoy en día una referencia para la izquierda, negaba la posibilidad de cesiones territoriales o de autodeterminaciones.

El desarrollo de esta incipiente República de las autonomías, apenas comenzado, fue truncado por el golpe militar fascista de 1936, que sumió a España en una larga noche de represalias, muertes, mentiras y miedo. Pero esa no es la historia que hoy queremos recordar, sino la de la luminosa Constitución de la República Española a la que sucedió, con la misma vocación democrática pero quizás con menos brillo, la actual de 1978. En todo caso, restaurada la libertad, regresa la democracia a los ayuntamientos que, junto con las autonomías, se convierten en pilares fundamentales del Estado social y democrático de Derecho, fundamento de nuestra convivencia y base de lo que ha de ser el modelo de bienestar que garantice los derechos de la ciudadanía y la protección de los más desfavorecidos y vulnerables. La España de las autonomías garantiza el reconocimiento de las nacionalidades y avanza por medio de las comunidades autónomas hacia la descentralización y el federalismo.

Pero hoy, 40 años después de su puesta en marcha, nuestro modelo de Estado está siendo puesto en riesgo por la interacción simultanea del aventurerismo de los que en Cataluña amenazan con romper el Estado envueltos en la estelada, y que armados de mitos y de mentiras no quieren seguir contribuyendo con la parte que les toca, y por la indignidad de los que se han empeñado en acabar con la Comunidades Autónomas, también con Asturias, dando por zanjada la Constitución para volver a la España en blanco y negro, con la complicidad y el beneplácito de los protagonistas de la foto de Colón.

Por eso, aprovechando la efeméride, resulta conveniente recordar ese modelo de la España autonómica y solidaria de la República, reelaborado en la Constitución vigente, para reivindicarlo frente a los soberanistas imaginarios y los inmovilistas que vuelven a reivindicar el centralismo y la discriminación de las periferias, coincidiendo ambos en su obsesión de reducir la contribución a las arcas del Estado de los que más tienen, sin importarles sus consecuencias. Y recordar también que quienes pretenden reducir las prestaciones sociales y las libertades públicas, pone en peligro la patria con la misma intensidad que los que la pretenden romper.

Por todo ello, este domingo 14 de abril debe convertirse en un día de defensa del estado de las autonomías, en el que la izquierda española reabra el debate en torno al concepto de España como la nación que garantiza, protege y ampara los derechos individuales y colectivos de sus ciudadanas y ciudadanos, especialmente de los más vulnerables; como la patria de los trabajadores, de los hombres y mujeres libres e iguales en derechos y deberes; como la patria de la solidaridad, el federalismo y la laicidad, en la que sin República no existirá nación.

Una izquierda que frente a la derecha nacional o nacionalista pueda decir, con Miguel Hernández, que: “No soy un de pueblo de bueyes, / que soy de un pueblo que embargan /yacimientos de leones, / desfiladeros de águilas / y cordilleras de toros /con el orgullo en el asta. / Nunca medraron los bueyes / en los páramos de España”.