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JUAN FUEYO | Neurólogo ovetense, investigador contra el cáncer en EE UU, publica "Te dirán que es imposible"

"El estrés tiene demasiada mala fama, evitarlo es fantástico para fracasar"

"Para dar ejemplo, actúa, ganarás a los demás con tu comportamiento y no con tus palabras; escucha siempre y habla solo si es necesario"

Juan Fueyo, en Oviedo.

-El éxito es el concepto en torno al que se mueve su libro. ¿Qué es el éxito?

No se puede generalizar, el éxito tiene un significado diferente para cada persona. Llegar a ser lo mejor que puedas en tu profesión y en tu vida personal se acerca bastante a como lo percibo yo. Hay personas que han alcanzado el éxito y su ejemplo me ayuda a definirlo. Pienso en Bill Gates, que ha revolucionado el negocio de los ordenadores y ha devuelto a la sociedad parte de su fortuna para combatir enfermedades en países económicamente débiles. Y pienso también en mi vecino, que trabaja en una oficina y tiene una banda de rock; toca por las tardes en un garaje y se siente completamente feliz. Una estudiante que quiere sacar la mejor nota en una asignatura y obtiene ese resultado puede o no tener éxito, pero una estudiante que ha comprendido algo nuevo estudiando ha tenido éxito, porque el proceso le ha cambiado y ahora es mejor que antes de estudiar. El camino del éxito es un proceso de transformación que puede ser más o menos profundo, pero implica que la persona que alcanza el éxito está en una etapa diferente a la que estaba antes de conseguirlo. Tener éxito es un camino y con cada tramo la definición de éxito cambia.

-¿Vivir para el éxito no es demasiado estresante?

El estrés tiene demasiada mala fama. No hacer cosas porque nos ocasionan estrés es una estrategia fantástica para fracasar. Decía Kipling que las acciones que merecen la pena son aquellas que nos hacen temblar las rodillas. Permíteme una broma: ¿Qué pensaríamos de Churchill si hubiese decidido no enfrentarse a Hitler porque le ocasionaba mucho estrés? Además, muchas veces confundimos no hacer nada con un estado no estresante, y no es infrecuente que sea lo contrario; decidir pasar de todo en la vida puede llenarte la vida de ansiedad. Ahora bien, las personas que tienen éxito suelen utilizar técnicas para combatir el estrés. Muchas veces el estrés no lo produce la vida diaria en el trabajo, sino la desatención de una serie de cosas importantes como hacer deporte, atender los hobbies (escuchar música, ir al cine, cocinar, leer), pasar tiempo con los amigos, dedicar horas de calidad a la familia. No prestar atención a estos aspectos ocasiona más estrés que plantearse mejorar en una profesión, iniciar una nueva etapa en la vida o planear cómo podemos evolucionar, cómo podemos llegar a nuestro siguiente nivel profesional y personal. Vivir para tener éxito no es más estresante que dejarse llevar por la corriente o contemplar sin actuar cómo tus aspiraciones y ambiciones caen al vacío.

-Habla del poder del zen y de “valorar la importancia de vivir en calma”, pero de sus consejos parecen enfocarnos hacia lo contrario: a una continua mejora que resulta agotadora. Yo le leo a usted y no consigo estar en calma ni leyendo el Tao.

Ja, ja, ja. ¡Hombre, no será para tanto! Te dirán que es imposible es de lectura ágil. La civilización occidental es más agresiva en general que la oriental. Dicen que si un sabio occidental camina por el monte y ve una flor de fragancia extraordinaria, la corta y sigue caminando mientras la huele. Por contraste, un sabio oriental, se sentaría al lado de la flor para olerla sin tocarla y una vez satisfecho reemprendería el camino sin alterar el prado. Creo sinceramente que tener un cierto conocimiento de filosofía oriental complementa muy bien nuestra formación occidental. En el primer año de medicina, me encontré con un puestín de libros a la puerta de la facultad. Uno de esos libros era el Tao Te Ching. Lo compré y desde hace más de cuarenta años viaja conmigo y no he dejado de releerlo. En sus páginas he encontrado aproximaciones a los problemas de la vida que no pude o supe encontrar en ningún otro lugar. Cuando el Tao dice que quien conoce a los demás es inteligente, pero que quien se conoce a sí mismo es sabio, o que quien vence a los demás es fuerte, pero quien se vence a sí mismo posee la fuerza, incita a que centremos las transformaciones que la vida nos requiere en nuestro interior, en nosotros mismos. De los poemas del Tao irradia una profunda calma y la inspiración para tratar con el mundo con benevolencia. La influencia del Tao se encuentra en muchos escritores occidentales como Ursula K. Le Guin, que tiene una versión del librito con sus comentarios, Bertolt Brecht, que escribió un poema sobre cómo y cuándo se escribió el Tao Te Ching, y Herman Hesse, cuyos libros están influenciados por la filosofía oriental, por citar tres escritores de ficción entre muchos otros.

-El libro está enfocado en convertirnos en los “números uno”, en “los mejores”, habla de llegar “a la cima”. ¿Y no se puede vivir siendo alguien del montón? ¿No se puede conseguir así la felicidad?

Yo no conozco a nadie que quiera ser del montón, aunque habría que definir que entendemos por “montón”. Nadie quiere ser un mediocre. Nadie está a gusto si no obtiene del mundo la recompensa que se merece, y ganar en la vida es divertido. Si pudiésemos elegir, la mayoría querríamos tener independencia económica, triunfar en nuestros puestos de trabajo, conseguir cambiar cosas en la sociedad, mejorar la vida de los otros. Lo llevamos dentro y se puede ser feliz teniendo cualquier empleo, estudiando cualquier carrera, viviendo en una mansión o en una granja, en el campo o en la ciudad. Y sobresalir no significa necesariamente triunfar. Hay auténticos genios que a mi modo de ver no tuvieron éxito. Christofer Michael Langan, cuyo coeficiente intelectual está entre los más altos del mundo, ha trabajado en un rancho, en la construcción y durante veinte años de guardia de seguridad en discotecas… Creo que si se tiene talento para algo hay que hacer lo posible por desarrollarlo, y que durante ese esfuerzo es fácil encontrarse con el éxito. La mayoría de las personas pueden tener éxito en la vida. Muchos no saben cómo.

-En su libro desarrolla cómo alcanzar esa actitud que tenemos que cultivar “para ser ganadores”. ¿Eso implica que alguien tiene que resultar perdedor? ¿Es así? ¿Se puede ser un triunfador sin pisotear a los demás?

A la cima de ti mismo te aúpan los demás. El éxito es una labor de equipo y se compite con otros con la mayor generosidad posible. Que alguien gane no significa necesariamente que otro tenga que perder. Un jugador de ajedrez puede ganar una partida y convertirse en el campeón de un torneo. Su oponente ha perdido esa partida, pero durante el desarrollo de la misma aprendió algo que antes no sabía, y eso le ayudará a ganar otras partidas. En ciencia competimos para ser los primeros en conseguir entender un proceso, curar una enfermedad, pero en ese camino es más importante ganar amigos, establecer colaboraciones, participar en redes de información que publicar antes que los demás. Cuando de verdad se gana, ese triunfo debe favorecer a quienes están a nuestro alrededor y con frecuencia a nuestros rivales. En Te dirán que es imposible cito a Kafka porque él pensaba que del auténtico rival nos llega un coraje ilimitado. No hay duda que Bill Gates hizo mejor a Steve Jobs: los dos competían y los dos ganaban.

-Afrontar y superar. Usted lo pinta fácil. Pero hay golpes en la vida que no podemos procesar ni en mil años…

Para los desafíos profesionales, laborales o familiares, no he encontrado mejor forma que afrontar y superar. Eso es lo que me ha funcionado a mí. Y de eso trata Te dirán que es imposible, de explicar a quien quiera escucharme lo que a mí me ha servido para progresar en la vida. Pero hay un ejemplo reciente de la técnica de afrontar y superar que no está en mi libro y que todos hemos podido presenciar: fijémonos y aprendamos de cómo Carlos Otín, un auténtico número uno, se ha comportado durante una situación no placentera. Decidió afrontar: no se escondió en casa ni detrás de nadie, al contrario, salió a la luz pública dando una explicación coherente y mostrando incluso lo más íntimo de sus emociones. Y después se recompuso y volvió a su laboratorio y a su labor docente con gran fuerza y entusiasmo. Severo Ochoa confrontó una situación difícil después de ganar el Nobel en semifallo y la superó produciendo más y mejor ciencia hasta llegar a merecer un segundo Nobel. Aprendamos de los mejores y cuando tengamos un problema saquemos fuerzas para afrontarlo, y la ilusión y la energía para superarlo.

-Usted subraya la importancia de los demás. Se supone que los triunfadores no necesitan a nadie. ¿o sí?

Una de las frases más repetidas en Te dirán que es imposible es que no somos islas. Es difícil conseguir trabajando solo algo valioso. Es con un equipo que hemos llegado a la luna y subido el Everest. Aislarse, pretender saber más que nadie, querer hacerlo solo por orgullo o vanidad es el modo más rápido de fracasar. Los triunfadores buscan incluso comunidades donde habitan y trabajan otros triunfadores. El caso de Silicon Valley es quizá un buen ejemplo de esto. No es por causalidad que Google, Facebook, Apple y un largo etcétera de grandes y fantásticas compañías relacionadas con la informática estén localizadas allí. Y de allí han salido muchas de las mejores ideas que han producido la creación de nuevas compañías. Trabajar entre gente que tiene éxito ayuda a tener éxito. Yo no sería profesionalmente quien soy sin el M. D. Anderson. Quienes buscan el triunfo no viven como si fueran islas.

-Escribe que “las personas inteligentes escuchan más que hablan” ¿Estamos en una sociedad de sordos que sólo se miran al espejo?

Es una pregunta profunda y un poco pesimista. Escuchar no es fácil. En muchos cursos de liderazgo hay una clase sobre cómo se debe escuchar, y se explican técnicas para aprender a escuchar de un modo más eficaz. Es importante asumir que hay que evitar que las emociones interfieran con este proceso. Sin escuchar no hay progreso porque lo que nos nutre, aquello que suma a lo que ya somos, viene de los demás. Hay conceptos como la inteligencia emocional cuyas bases descansan parcialmente en entender al otro. Por otro lado, hablar es a veces innecesario. Para dar ejemplo es mejor actuar; ganas a los demás con tu comportamiento, no con tus palabras. Sabios como Gandhi no hablaban mucho, pero convencían y lideraban a sus seguidores con sus actos. Escucha siempre que te hablen y habla solo si es necesario.

-Usted nos garantiza que con 10.000 horas dedicadas a una cosa, nos convertiremos en los reyes de esa disciplina. ¿Fácil, no? Sólo es tiempo…

Malcolm Gladwell propuso que para ser un maestro en cualquier tema se necesitan 10.000 horas de práctica. Yo creo que es exagerado y que las 10.000 horas son solo uno de los factores de la “ecuación” del éxito. Otros aspectos igual de necesarios incluyen el talento, la ambición, la concentración en la meta y la suerte. Si alguno de estos factores falla, alcanzar el éxito en cualquier profesión es mucho más difícil.

-Y usted ¿ha triunfado?

Ah, ahora la cosa es personal. Dando clases a los estudiantes y actuando como mentor de fellows clínicos o de investigación siempre les repito que cuando se propongan hacer algo realmente nuevo o con un alto grado de significancia para nuestro campo de trabajo les van a decir que es imposible. De ahí el título del libro. El “profesor” es alguien que ha vivido más años, que ha atracado en más puertos y visto más mundo que el estudiante. Ahora, con las canas más allá de las sienes, he decidido explicar aquello que a mí me ha funcionado para progresar en la vida. Cuando miro a mi familia, a mi entorno laboral, cuando estoy con mis amigos de verdad siento que sí, que de algún modo he entendido el significado de la palabra triunfar. Sin embargo, cuando estoy en el laboratorio, doy una charla en un hospital, me reúno con el CEO de mi compañía, o con grupos de inversores o me siento a escribir un libro o un comentario para la prensa que no tiene nada que ver con mi profesión, me doy cuenta que esto es un proceso, que aún queda mucho para llegar a Ítaca.

-De todos su triunfos, ¿cuál ha sido el mayor?

Que mi mujer quiera seguir conmigo después de 30 años, que mis hijos estén orgullosos de mi vida profesional, que mis amigos sigan dejándose invitar a cenar y que los profesionales sigan permitiéndome jugar en una esquina del parque donde trato de organizar mis cosas sin meterme con nadie. Mi padre murió hace poco sin que pudiese llegar a verle con vida; me alegré cuando me dijeron que había preguntado por mí. Sentirse querido, saberse apreciado. Quizá ese sea el mayor triunfo. Ahí es donde reside mi fuerza.

-¿Alguna vez usted se sintió un fracasado o es que nunca flaquea?

El fracaso es un suceso común en la vida de todos; pero el fracaso no es una persona, es algo que ocurre. He sentido el peso del fracaso muchas veces. En Te dirán que es imposible comento que hay que saber recoger noes. No estoy seguro de cuántas veces han de decirte que no antes de que te digan que sí, pero puedo darle a usted un dato: en los Estados Unidos los científicos con más éxito tienen un promedio de una beca dada por cada cuatro pedidas. En mi laboratorio el promedio viene a ser de una por cada seis. Así que he de fracasar cinco veces para conseguir ganar. Incorporar esta información en el proceso facilita triunfar. Lo interesante del fracaso es que lo recalificamos con el paso del tiempo y a veces, años después, nos damos cuenta de que nos hubiera ido peor si hubiésemos triunfado en aquella misión. Los fracasos son necesarios, sin ellos nuestro aprendizaje sería más lento. Supongo que ha oído usted esto antes: la experiencia es la suma de nuestros fracasos. Y yo tengo mucha experiencia.

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