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Las pautas para evitar ataques de perros a niños: siempre bajo "supervisión activa"

La clave es la "sociabilización" del can y no tanto su raza; de hecho, en Valdés fue un golden retriever el que causó graves heridas a una menor

Terapia con una perra para niños ingresados en el HUCA. IRMA COLLÍN

Esta vez fue un golden retriever: una raza conocida por su supuesta amabilidad. Una de las más extendidas junto al labrador, parecida en sus rasgos. Ocurrió en febrero en el concejo de Valdés. Un perro se abalanzó sobre una menor, de 5 años, que terminó ingresada tres semanas en el hospital y perdiendo una oreja. Meses antes ocurrió en La Fresneda y fue un bóxer, otra raza no catalogada como potencialmente peligrosa.

Salud pública y vigilancia. Silvia de la Vega, etóloga veterinaria, es tajante. "Las mordeduras caninas son un problema de salud pública, no es una tontería. Pero no pensamos que sea cuestión de identificar una raza como peligrosa, sino de educar a las personas que crían a animales, a los que los adoptan, a los padres... Se ha hecho un estudio y los padres suelen tener una percepción baja de la peligrosidad de su perro. Pero es que igual el perro tiene otitis y el niño le tira de la oreja, y el perro reacciona de tal forma...", explica de forma gráfica esta experta en comportamiento canino, que insiste en que jamás se deben juntar niños y perros sin un control. "Siempre bajo supervisión activa", recalca, y añade: "Cuando no se puede supervisar la situación, sepáralos, que no estén juntos". En un mismo sentido se expresa el veterinario Pedro Pablo Mayo, que trata con perros de todo tipo y comportamiento en el Hospital Veterinario Nacho Menes de Gijón. "No se debe dejar a un niño acercarse solo a un perro desconocido. Hay que estar con él y preguntar al dueño si se puede tocar; y siempre con suavidad", explica.

Cumplir las normas. Las normas no contentan a todos, pero son necesarias. "Lo que está claro es que hay que cumplir la normativa y vigilar y sancionar a quien no lo hace", expresa Pedro Pablo Mayo. Silvia de la Vega lo ve como una cuestión evidente: "El propietario es el responsable tanto del bienestar del animal, como de cualquiera que contacte con el animal". Una cuestión que habrá que dilucidar en el suceso ocurrido en Valdés, ya judicializado.

¿Cuestión de raza? "Lo de razas peligrosas depende más de su educación", incide Mayo. Un punto en el que coincide De la Vega: "Al final, nosotros (los expertos en conducta canina) no miramos tanto el tema de la raza, sino al perro individual, cuestiones como su línea genética o las condiciones en las que fue criado".

La sociabilización. "Es muy importante en la adolescencia y juventud, sus primeras experiencias", recalca De la Vega. Es entonces cuando hay que acostumbrarlos "a que estén en contacto con los estímulos que le van a rodear", lo que incluye niños. "Cuando adoptas un animal, tienen un periodo sensible, hasta las catorce semanas, en el que tienen que contactar con elementos habituales que va haber en su vida", explica. Por ello, la etóloga veterinaria insiste en la importancia de que se forme adecuadamente no sólo a los propietarios, sino a los criadores.

Población sensible. "Los niños son la población que más mordiscos recibe, entre otras cosas porque no saben calibrar del todo lo que hacen. Por eso siempre tiene que haber un adulto supervisando. Las cosas tienen que hacerse de forma ordenada: si quiere tocar a una mascota desconocida, preguntar siempre al propietario, o si el perro está tenso, mejor tirarle una galleta desde lejos y ya", señala Silvia de la Vega, que no excluye de estas obligaciones de supervisión a ningún tipo de perro. "Hay una percepción equivocada de que algunos canes son menos peligrosos. Es cierto que los pequeños tienen menos potencial en sus mordeduras, pero también pueden matar a un bebé", afirma.

Múltiples razones. No siempre es un perro agresivo el que protagoniza un ataque a un niño. "La agresividad es un síntoma de distintas motivaciones o diagnósticos", explica la etóloga veterinaria, que agrega: "Normalmente, cuando demuestra agresividad lo que quiere es alejar un estímulo. Y da unas señales previas: gruñe, ladra... El propietario tiene que estar atentísimo al lenguaje corporal del perro. Cuando se acerquen a él, a acariciarle, hay que estar muy atentos".

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