Ni fumar ni consumir alcohol. Es la exposición a la contaminación ambiental, que nos afecta desde antes de nacer, el factor que quita más años de vida. "Son casi dos años de vida por persona", explicó ayer la científica del Instituto de Salud Carlos III Cristina Linares, en la charla que ofreció en Gijón junto a Julio Díaz, jefe del departamento de epidemiología y estadística del Plan Nacional de Sanidad de ese instituto. La charla, organizada por la Plataforma Contra la Contaminación de Gijón, tuvo lugar en la Antigua Escuela de Comercio.

Linares ofreció repasó las conclusiones de los diversos estudios científicos sobre la relación entre contaminación y salud, en una disertación en la que comenzó apuntando que "nosotros no somos los alarmistas; los datos son los alarmantes".

Así, la reducción media de vida por persona de la contaminación es de 1,8 años, frente a los 1,6 años del tabaco o los 11 meses del consumo de alcohol. Es una estadística peor incluso que la relativa a la seguridad vial, al SIDA, a la malaria o a la tuberculosis. Una de las explicaciones de ese resultado es que la contaminación afecta a toda la población en mayor o menor grado.

Se trata de una afección que se está incrementando como consecuencia del cambio climático. Esta científica, que lleva 20 años trabajando en investigaciones sobre los efectos de la contaminación en la salud de las personas, indicó que el cambio climático es un hecho y que está agravando los efectos de la polución, dado que los episodios de estancamiento atmosférico son más frecuentes y dificultan la dispersión de los contaminantes, por lo que la población está más expuesta a los mismos.

Los estudios científicos ponen en correlación directa los niveles de contaminación del aire con el aumento de la mortandad. En ese sentido, Cristina Linares indicó que no hay ningún umbral mínimo por debajo del cual sea inocua la contaminación y cuestionó que los niveles de polución que permite la UE dupliquen en muchos contaminantes los recomendados por la Organización Mundial de la Salud.

También dio más datos. La contaminación provoca al año 830 muertes prematuras en Asturias, la mayoría por enfermedades circulatorias. Se trata del 7% de todas las muertes que se producen al año en Asturias y que este es un porcentaje que duplica ampliamente la media nacional, que está en el 3%. Apuntó que además de la contaminación por el tráfico rodado, en el Principado también influye la contaminación de origen industrial.

De esas 830 muertes prematuras al año, 300 están relacionadas con las PM 10, 440 con el dióxido de nitrógeno y 90 con el ozono troposférico. También es la causa de 68 partos prematuros al año y del nacimiento de 44 bebés con poco peso.

La científica relató el rosario de dolencias y enfermedades que se ha demostrado que aumentan y se agravan con la contaminación, desde las enfermedades respiratorias y cardiovasculares, hasta la diabetes, la obesidad, el deficiente desarrollo cognitivo en niños, la ansiedad y la depresión, la exacerbación de alergias, partos prematuros y con bajo peso, enfermedades neurodegenerativas y diversos tipos de cáncer. Entre ellos el de pulmón, que está asociado a la exposición a partículas contaminantes inferiores a 2,5 micras (PM 2,5). La contaminación por partículas precisamente es el principal problema de la calidad del aire en Asturias, en especial por PM 10.

Los efectos del cambio climático en la salud no sólo se deben a la mayor exposición a la contaminación atmosférica. Algunas enfermedades tropicales, como el dengue, ya son endémicas en el levante español y en Badajoz, explicó Julio Díaz. Se trata de enfermedades transmitidas por mosquitos que antes no podían vivir en España al ser menores las temperaturas. Este científico del Carlos III también apuntó que el incremento de la temperatura provocado por el cambio climático es el responsable de 1.300 muertes al año en España por olas de calor.

"Tenemos que tomar medidas y adaptarnos a un ritmo de 0,8 grados por década", señaló Díaz, para explicar que si no se toman medidas se pasará a 12.000 muertes al año en España. A partir de los 36 grados centígrados, comienza a haber casos de fallecimiento por calor.