Era imposible contener las lágrimas. Después de seis meses y de días de nervios, por fin sus hijos, padres, maridos, novios y hermanos volvían a casa. Las familias de los 58 militares del batallón "Toledo", del Regimiento "Príncipe" de Cabo Noval, esperaban ansiosas en el Aeropuerto de Asturias con pancartas, flores, globos y regalos su regreso de la misión de paz en el Líbano. Las lágrimas se mezclaron con los aplausos nada más que los militares accedieron a la terminal. "Se ha hecho muy largo, demasiado", coincidían en señalar los familiares. También lo decían los militares después de abrazarles, pero con un añadido: "Para repetir".

La llegada estaba prevista para poco después de las ocho de la mañana, pero no eran las siete y media y la terminal del Aeropuerto de Asturias se empezaba a llenar.

Los más pequeños no perdían de vista la puerta por la que esperaban ver aparecer a sus padres, y algunos, entre bostezo y bostezo, preguntaban a sus madres : "¿Falta mucho aún?" o "¿cuándo llega papi?". Varios confesaron que no habían podido dormir con los nervios; como Yoel, que junto a su hermano Yerai esperaban delante de la puerta sin que nadie fuera capaz a moverlos de allí. Su padre, el sargento primero Francisco Javier García Hernández, ya había ido a otras dos misiones anteriores, pero esta fue la más larga. La labor de su padre en el Líbano consistía en cooperar con la población local y él y otros compañeros pusieron en marcha un proyecto intercultural. Así, por videoconferencia se conectaron en varias ocasiones con el colegio de sus pequeños, el Príncipe de Asturias, en Gijón. "Lo que queríamos es que intercambiaran cultura, sus costumbres, los platos típicos...", explicó el sargento Hernández. Incluso hicieron en el Líbano un derbi con camisetas del Sporting de Gijón y del Oviedo. ¿Quién ganó? "Empate, acabó en empate", respondió riendo mientras sus hijos se agarraban a él. Ya se habían olvidado de las dos pancartas que su "profe" les había ayudado a hacer y con las que le esperaron delante de la puerta durante más de una hora.

Unos metros más allá, el soldado Héctor Vaca dejó en noviembre a su esposa, Elisabeth, a su hija de siete años Litzy, y a Liam, su pequeño hijo de tan sólo un mes. Era su cuarta misión, después de haber ido en una ocasión a Afganistán y otras dos al Líbano. La pequeña Litzy no podía parar de llorar abrazada a su padre. "Hablaba con él y lo veía porque a veces hacíamos videoconferencias. Pero quería que viniera ya", aseguraba nerviosa. Junto a ella, un cartel: "178 días sin papá".

El coronel Manuel Pérez López, jefe del Regimiento "Príncipe", explicó que "la misión ha transcurrido sin novedad. Hubo algún incidente pero se afrontaron con seguridad y garantías". Bajo el amparo de la ONU, los militares de Cabo Noval se encargaron durante este tiempo de supervisar el alto al fuego entre Israel y el Líbano y apoyar y formar a las fuerzas armadas libanesas.

España tiene desplegados desde noviembre de 2018 unos 700 militares en el Líbano, de los que 193 corresponden al Regimiento "Príncipe" de Cabo Noval. De ellos, 48 llegaron el pasado sábado al aeropuerto de Santiago de Compostela. El próximo día 22 aterrizarán también en ese aeródromo los 87 restantes.

Tamara Marquínez vivió ayer "mi momento, lo que más esperaba", coger en brazos a su sobrina, Alicia, de la que se despidió en noviembre cuando era recién nacida. La bebé, con una pequeña boina azul de la ONU como la de su tía, recibía continuos mimos. "No llora porque me conoce, porque hacía videollamadas", aseguraba Marquínez, feliz de volver a casa. "Todo fue muy bien, pero esta vez se hizo largo", afirmó. Experiencia tiene, porque ya estuvo otra vez más en el Líbano y dos en Afganistán.

A Ramón Castro le esperaban su mujer y sus cuatro hijos: Diego, el más pequeño, Lucía, Ramón y Ashley, que no paraban de abrazarle, a veces todos a la vez. "Papi, no te marches más", dijo en un momento dado uno de ellos. Esta fue su primera misión y resultó "larga por la familia. Ahora hay que recuperar el tiempo perdido", aseguró Castro con sus retoños rodeándole. Aún así, él como sus compañeros, quiere repetir e ir a otra misión, "aunque los niños dirán que no".

Álvaro Ramos es hijo, nieto y sobrino de militares, así que su madre, Eva Santos, tiene otra perspectiva, "porque sabe que es así, aunque esta haya sido su primera misión", explicaba mientras sujetaba una pancarta en el que figuraban todos los destinos en los que había vivido la familia. Pero cuando vio a su hijo, fue a él y le abrazó como la que más. "Ha sido largo, pero muy bien, para repetir", aseveró Ramos nada más que su madre le dejó respirar.

Pero no será hasta dentro de año y medio o dos años cuando soldados del Regimiento "Príncipe" vuelvan a una misión, afirmó el coronel Pérez López. "Será un tiempo que aprovecharemos para seguir preparándonos".

Así que, de momento, misión cumplida. Ahora a descansar y disfrutar de las familias.