Extraña que los mejores sociólogos no estén llamando ya a las puertas de Asturias para estudiar las incongruencias de este pequeño -pero grandón- país del Norte. Porque los resultados del sondeo del Instituto DYM para LA NUEVA ESPAÑA son dignos de análisis. La gran mayoría de los encuestados afirma que todo ha ido a peor en los últimos años. La economía, la situación política, el medio ambiente, la demografía... En mayor o menor medida, todo se desmorona. Y el caso es que basta con salir a la calle, entrar en un bar o iniciar una conversación para percatarse de que ese es, exactamente, el sentir general. Nunca "positifo", siempre "negatifo". Pero esas mismas personas que se quejan de que todo va mal -fiel representación de nosotros mismos- anuncian que seguirán votando lo mismo de siempre. Una de tres: o nos quejamos por vicio, o nos resbala el supuesto descenso a los infiernos de la patria querida, o mentimos y el paraíso no está tan mal como juramos (o prometemos) por nuestros votos. O quizá Asturias padece victimismo crónico y vive en un estado de queja permanente, como si todo fuera culpa de los otros; como si hubiera concluido que es incapaz de levantarse por sí misma y esperara del exterior el rescate salvador que nunca llega. Sin autoestima. Sin autocrítica. Sin esperanza... Pues ya es hora de salir de esa zona de confort que supone no asumir responsabilidades y de espantar este dramatismo melancólico. Es tiempo de ponerse de nuevo en marcha y de pelear por aferrarse al futuro. La meta es caminar.
