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Tensa espera en la cárcel de Asturias por los condenados en el "caso Marea": "Llegan los políticos ladrones"

Crónica de un día de expectación a las puertas de la prisión

Tensa espera en la cárcel de Asturias por los condenados en el "caso Marea": "Llegan los políticos ladrones"

Día de espera en la cárcel de Asturias. Presos y funcionarios aguardaban durante toda la tarde la llegada de los condenados del "caso Marea" que eligieron la prisión de Asturias para cumplir su orden judicial de ingreso en la cárcel. La jornada de trabajo empezó bien temprano, a las ocho de la mañana, para un sexagenario preso de confianza, al parecer condenado por un delito de tráfico, que se encarga de limpiar el aparcamiento del penal. Lo hizo a conciencia, durante casi cuatro horas. El parking quedó como la patena. A las diez y media, tiempo después de que el empresario Víctor Manuel Muñiz hubiera recogido la orden de ingreso en prision en la Audiencia de Oviedo, entró un coche en la prisión, un taxi que llevaba como pasajero a un hombre parecido al condenado. Falsa alarma. Era otra persona.

Varios presos se acercan a la valla y ven a los periodistas en el parking. ¡Eh, LA NUEVA ESPAÑA!", exclama uno de ellos. Pulgar hacia arriba del periodista y gritos de júbilo de los chavales, "¡Eo, eo, eo!", y acto seguido lanzan improperios contra el exconsejero Riopedre. "Hoy llegan los políticos ladrones", vocea un preso, mientras son compañeros lo jalean. Un visitante, que parece afectado por alguna sustancia, pone música con su móvil "al altu la lleva". Un rap con letra auténticamente bestial, muy machista. El joven dice que va a ver a un hermano. Llegó andando.

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Los condenados por el "caso Marea" se personan en la Audiencia antes de ingresar en prisión

Una madre y una hija esperan a que llegue la hora de ver al hijo y hermano, detenido hace poco. Otro coche de alta gama. Movimiento... falsa alarma de nuevo. Al rato, dos guardias civiles, muy amablemente, transmiten a los medios de comunicación la orden del director de la prisión: no pueden estar en el aparcamiento. Ni ellos, ni sus vehículos. Coches fuera, hasta una zona de parking situada cuesta abajo, a casi un kilómetro de distancia. Es la una de la tarde. El sol abrasa.

Una joven cántabra pide ayuda para subir la pronunciada pendiente que lleva a la cárcel. Arrastra una pesada maleta con ruedas que ya no ruedan. Un alma caritativa la acerca hasta la entrada del presidio, donde tendrá un vis a vis con alguien muy querido. Es la segunda vez que viene a la cárcel asturiana. No será la última. Fotógrafos, cámaras y redactores se sitúan fuera del recinto, junto a la entrada. Pasan decenas de coches. Ninguno el esperado. Una joven conductora se enfada: "¿Por qué me grabais? Haced el favor de borrarlo inmediatamente, que somos personas anónimas y tenemos derecho a la intimidad". Nadie iba a usar la imagen. Pero se borra.

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Son las seis de la tarde. Llegan dos jóvenes en un vehículo rojo. Son presos que disfrutan del tercer grado, así que tienen que ir a dormir a la cárcel de lunes a viernes. Los reciben varios compañeros que no tienen tanta suerte. Durante todo este tiempo, desde antes de las nueve de la mañana, suben andando la empinada cuesta decenas de personas, hombres y mujeres, jóvenes y viejos. Madres, padres, esposas, maridos, hermanos, hijos... La rampa es dura, algunos lo pasan mal y tienen que detenerse para recuperar el aliento.

A partir de las seis se tranquiliza la carretera. Apenas si llegan coches y ya no se ven caminantes. Los condenados del "caso Marea" no acaban de llegar.

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