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Alejandro, el ovetense con parálisis cerebral que llegó a Aspace gateando y sin hablar y ahora trabaja como limpiador y "no calla"

Nava Fernández sufre desde hace 45 años una enfermedad que no le impide llevar una vida normal y le ha permitido ser un ejemplo de superación

Alejandro, el ovetense con parálisis cerebral que llegó a Aspace gateando y sin hablar y ahora trabaja como limpiador y "no calla"

-¿Quién me iba a decir a mí a los siete años, cuando ni caminaba ni hablaba, que hoy iba a estar trabajando como una persona normal?

Alejandro Nava Fernández sufre desde hace 45 años parálisis cerebral. No nació con ella, pero prácticamente. Con cuatro meses, su hermano mayor, César, le vio convulsionar en la cuna. "Creo que pegaba unos botes tremendos. Llegué al hospital con 42 de fiebre", cuenta. Desde entonces, su vida ha sido un camino lleno de obstáculos. Pero Nava, como dicen sus compañeros, es un "todo crack". Entró con siete años gateando y sin pronunciar una sola palabra en la Asociación de Ayuda a Personas con Parálisis Cerebral (Aspace) y hoy camina, habla por los codos y trabaja como limpiador en el centro de apoyo a la integración de Latores.

La historia de superación de Alejandro Nava, afectado por una parálisis cerebral: "Con siete años no caminaba ni hablaba y hoy tengo novia, casa y trabajo. Soy muy feliz"

La historia de superación de Alejandro Nava, afectado por una parálisis cerebral: "Con siete años no caminaba ni hablaba y hoy tengo novia, casa y trabajo. Soy muy feliz"

El ovetense emocionó este mes en la entrega del premio "Ana Casanueva", concedido a Aspace por el empresario asturmexicano Carlos Casanueva Varas y la Asociación Iberoamericana de la Comunicación (Asicom). Con su historia personal, Alejandro Nava dio visibilidad a su segunda familia: los 200 usuarios y 110 trabajadores que componen el colectivo que le ayudó "a caminar, a hablar, a ser responsable, a sacar el carné de conducir, a encontrar el amor...". "Aspace significa todo para mí. Si no fuese por ellos, yo ahora seguiría encerrado en mi casa, gateando como un gato", dice a trompicones, sonriendo y apretando fuerte su pantalón de trabajo. La entrevista con LA NUEVA ESPAÑA le pone "nervioso".

-¿Cómo llegó a Aspace?

-Fue gracias a mis padres.

-¿Cómo se llaman?

-Mi padre se llamaba César Nava y mi madre es Ana Fernández.

-¿Y recuerda el primer día?

-Sí, durante el primer año sólo venía al fisioterapeuta y al logopeda, porque yo no hablaba ni andaba. Empecé con el taca taca y luego, a subir la cuesta de Latores.

-¿Cuánto tiempo tardó en comenzar a caminar?

-Año y medio. Hice la comunión a los 10 años y ya caminaba, aunque muy mal.

Nava se desplaza hoy con cierta dificultad, sobre todo cuando tiene que hacer giros. Pero ni usa el andador ni las muletas. "Por las tardes, fuera de aquí, voy al gimnasio Tartiere Sport 24 horas. Tengo muchos amigos allí. Hago pilates para ganar más equilibrio. Y me viene bien, parece que ahora levanto mejor los pies y camino más tieso, que antes iba muy encorvado. También viene María". María Cachero es más que una compañera de trabajo, es su novia. Llevan doce años juntos y Nava ya piensa en casarse.

-¿Viven juntos?

-No, pero me gustaría, como mi compañero Fernando.

Fernando es otro empleado de Aspace, que primero fue usuario y que ahora, como Nava, forma parte de la brigada limpieza del centro de Latores. Está felizmente casado con una antigua paciente de la asociación.

Alejandro Nava es vecino de San Claudio, vive con su madre Ana y parte de sus hermanos. Es el quinto de siete. "¿Tiene libreta suficiente para apuntar?", bromea. Son César, Ana, María de los Ángeles, Vicente, María y Diego. "Vicente tiene una discapacidad mayor que yo. Así es que de pequeño mis padres les decían a mis hermanos: 'Hay que cuidar de Alejandro, que ta malín'. Y ahora mi madre me ve tan bien que me dice: 'Tienes que cuidar de tu hermano, que tú eres más responsable'", comenta en la biblioteca de Aspace, junto a Rafael Pedregal, presidente del colectivo, y su mujer Pilar Penedo. Nava trabaja de lunes a viernes de ocho y media de la mañana a cuatro y media de la tarde. "Limpiamos el centro de apoyo, paramos a tomar el café, a la una comemos y luego limpiamos el comedor...", explica orgulloso. En la mente de Pedregal, padre también de un hijo con parálisis cerebral, Rafi, está ampliar el servicio con trabajadores del centro de empleo como Alejandro Nava. El problema, puntualiza, es que "hoy en día el 90% de nuestros usuarios están gravemente afectados". La residencia ovetense, con 23 plazas, abrirá "en breve" 40 más tras finalizar las obras de ampliación.

"Ahora mismo", Alejandro Nava no percibe discriminación. Aunque confiesa que de más joven lo pasó "un poco mal". "Me quedó en la cabeza una cosa. Iba con mi madre por la calle Uría y una señora le dijo: 'Hay que meter a estos niños en un colegio especial'. Como si quisiese esconderlos... Luego, tuve la posibilidad de ir a un colegio público, pero no quise. Y estando en Aspace alguna vez nos llevaban a otro centro y me metían con niños de 5 años cuando yo a lo mejor tenía 10 años. Dije que no iba más, porque iba a sufrir", relata.

-¿Y ahora es feliz, Alejandro?

-Muy feliz, no me puedo quejar. Tengo de todo: casa, coche, trabajo, novia... Lo que quise siempre era sacar el carné de conducir y lo saqué hace dos años. No me puedo quejar de la vida. Hay gente mucho peor que yo. Veo que hay mucho paro y yo tengo un trabajo. ¿Puedo decir algo más?

-Lo que quiera.

-Quiero agradecer a (Rafael) Pedregal la confianza que siempre puso en mí. Veo que me quiere. Y también quiero dar las gracias a los compañeros de Aspace, que me ayudan mucho cada día.

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