Última jornada del juicio por las fotos subidas de tono a las jugadoras del Grisú en los vestuarios, hechas por una de las futbolistas para dárselas a su novio, el segundo entrenador del equipo. Esta mañana, en la Audiencia de León, se ha consumado lo que ya se había adelantado ayer: el fiscal ha rebajado sus peticiones de forma que los acusados no lleguen a entrar en prisión, con el pretexto de que no puede imponerse a P. M. F., el entrenador, unas penas tan graves como las de un asesinato. Ellos han pedido perdón al final de la vista por daño causado: "Nos arrepentimos mucho, es muy grave lo que hemos hecho", dijeron, en sendas intervenciones más que preparadas. Las jugadoras, ya en la calle, estaban indignadas: "Se están riendo de nosotras, y no lo vamos a consentir, no nos vamos a conformar. El fiscal ha actuado más como un abogado defensor que como un acusador público".

La jornada se había iniciado con la declaración de los agentes de la Policía Judicial de la Guardia Civil de León que registraron la casa de P. M. F. en Oviedo (calle Jovellanos), quienes confesaron haberse sentido asqueados ante la suciedad y el desorden que reinaba entre aquellas cuatro paredes. "Era espantoso", resumió uno de ellos. Las fotos estaban en la habitación, por todas partes. Los agentes admitieron desconocer si hay copias de las fotos de las jugadoras. La sospecha es lícita, toda vez que en aquella gatera había una máquina de clonación. Fue el único momento en que la pareja de acusados se mostró un poco nerviosa, negando con la cabeza. Hasta ese momento, todo había sido complicidad, sonrisas e incluso empujones cariñosos. El tono se puso un poco más grave cuando intervino un agente de la Ertzaintza, que instruyó la denuncia presentada por una adolescente de 14 años donostiarra a la que P. M. F. sacó fotos pornográficas. A la menor, al parecer, le dijo que si no le enviaba ese material no saldría en un vídeo de los Gemeliers, grupo de adolescentes del que se presentaba como promotor. "Le pidió varias cosas, sexo anal y otras cosas explícitas". El entrenador le insistía en tener relaciones sexuales, aunque ayer negó que lo dijese en serio.

El plato fuerte del juicio llegó a continuación, con la declaración del psiquiatra Julio Bobes, quien amarró la tesis de que P. M. F. sufre de un trastorno de fetichismo y otro de inmadurez, que limitan gravemente su capacidad para controlar sus impulsos. No sólo eso. Sufre una depresión de larga duración, ideación suicida y desmotivación, es incapaz de centrarse laboral o formativamente, mendaz y además no tiene el menor interés en defenderse a sí mismo. En definitiva, "una mina" para la investigación psiquiátrica. Ella, su novia, no le va a la zaga. Es una persona fácil de manipular, con una infancia dañina, marcada por malos tratos a manos de un padre enganchado al alcohol y el juego. "No estaba contenta con hacer las fotos, pero por lo menos no la agredía", dijo Bobes. Al final, indicó que lo mejor para el entrenador era que siguiese un tratamiento de por vida fuera de prisión. "Es una oportunidad de que se lo tome en serio, soy moderadamente optimista". Las acusaciones particulares, a cargo de las jugadoras, bajo la dirección letrada de Jaime Carvajal y Alberto Rendueles, intentaron buscar los resquicios de este dictamen, haciendo notar que P. M. F. tiene pareja, algo inhabitual de en los fetichistas, y que se excita con fotos, además de órganos sexuales. La psicóloga Rocío Rico, que trató a P. M. F. en 2013 de depresión, declaró que cree que su principal problema es la inmadurez. La depresión se le pasó en ocho meses, la psicóloga cree que porque es una persona muy influenciable.

En sus conclusiones, el fiscal Ismael Tascón quiso introducir "sentido común". Pidió inicialmente 29 años y tres meses de cárcel por un delito de violación de la intimidad y otros tres de uso de menores con fines pornográficos para P. M. F., y siete años y medio para A. F. G., las mayores penas en sus once años de carrera. "Es una cantidad que no puede ser, por encima de un asesinato, es necesario hacer más racional lo jurídico". La jugadora que hizo las fotos, con su confesión, dio la causa hecha, arguyó. Las fotos eran de mala calidad, quedaron en el ámbito privado, y además han consignado 16.000 euros para la víctimas, 1.000 para cada jugadora, 3.000 para la joven donostiarra, la más expuesta. El entrenador, añadió, sufre un trastorno grave e intenso, y si se le metiese en la cárcel, saldría una persona destrozada. "La cárcel no es le lugar correcto para que siga un tratamiento", recalcó. "No estamos ante un violador o un agresor sexual, es un caso muy peculiar, muy sui generis. Con nuestra propuesta estará a tratamiento casi de por vida, estará alejado de sus víctimas, merece una segunda oportunidad, y si se comete nuevos hechos se revoca la suspensión de la condena. Su prisión no va a mejorar la situación de las víctimas ni de los acusados". La defensa del entrenador, a cargo de Yolanda Rodríguez, abundó en lo mismo: "Es especialmente vulnerable, si entra en prisión, no le vamos a poder salvar". Y negó que los informes psiquiátricos hayan sido preparados ex profeso, como sostienen las acusaciones particulares.

El letrado Jaime Carbajal insistió en que no estamos ante "dos trastornados", sino ante un caso de pornografía. "No había nada anormal en ellos, sabían que lo que hacían estaba mal, sus males psiquiátricos se los están inventando. No queremos cadena perpetua, sino que se haga justicia, no es ánimo de venganza por lo que pedimos su ingreso en prisión", indicó. Alberto Rendueles, que pide hasta 34 años de cárcel para los acusados, remarcó que han lesionado la integridad de tres colectivos especialmente protegidos: los discapacitados, los menores y las mujeres. Puso sobre el tapete la posibilidad de que los acusados de encuentren en la calle con sus víctimas, y puso en duda que, si se aplica la solución del fiscal, P. M. F. vaya a seguir el tratamiento. "¿A qué extremo podrá llegar? Es un potencial violador. En prisión puede tener la medicación. Si no tiene un escarmiento, pensará que le saldrá gratis cualquier cosa. Que entren en la cárcel y se vea la evolución", reclamó. El juicio quedó visto para sentencia.