El Gobierno regional afronta varios escenarios posibles para poder aprobar los presupuestos de 2020; tiene ante sí opciones múltiples para lograr los apoyos necesarios en el parlamento, pero precisamente esa diversidad no es garantía de éxito. Las alternativas son, en algunos casos, excluyentes. La elección de apoyos por la que opte Barbón podrá marcar no solo la impronta de las propias cuentas, sino que puede alterar el estado político actual del parlamento. Con los partidos de la oposición en situaciones internas inestables, en muchos casos, la operación presupuestaria tiene un poco de alto riesgo.
Izquierda Unida, el socio habitual. La coalición de izquierdas es el aliado más sencillo de los socialistas; no porque el partido sea condescendiente, sino porque hay ya mucho conocimiento mutuo de lenguajes y códigos. El PSOE e IU se han entendido en numerosas ocasiones, saben dónde están las fricciones y qué palabras utilizar para no pisarse callos. En el Ejecutivo se considera altamente probable el acuerdo con IU. Sin embargo no es suficiente. Los socialistas cuentan con 20 diputados, la coalición con dos. Para aprobar las cuentas, el PSOE tiene dos opciones, o sumar una mayoría en la cámara (hay 45 diputados, necesita tener a favor 23) o evitar una enmienda a la totalidad; es decir, que no sumen 23 diputados los partidos contrarios a las cuentas. Eso se consigue con que algún partido se abstenga.
Podemos, el amigo difícil. La relación del PSOE asturiano con Podemos (4 diputados) es bastante más compleja que la de ambas formaciones en el ámbito nacional. El partido morado terminó por apoyar el último presupuesto socialista de la pasada legislatura, pero después de mucho sudor. El entendimiento entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias puede ser un elemento para que ambos partidos se pongan de acuerdo, pero no tiene por qué ser determinante. Eso sí, con un acuerdo PSOE-Podemos, las cuentas tendrán una impronta de izquierdas que ahuyentará otras posibles aproximaciones.
Ciudadanos busca su centro. El partido naranja está en una obvia crisis de identidad. Ha de decidir si adopta el camino del PP o el de un centrismo que permita el juego de cintura según cada caso. Se ha visto estos días: Ciudadanos ha mostrado una actitud más proclive a un acuerdo presupuestario de la que cabría esperar hace unos meses. El Gobierno puede optar por arrancar el apoyo de la formación naranja, aunque le bastaría una abstención a una posible enmienda a la totalidad. Eso sí, probablemente ese acuerdo alterase la relación con Podemos e incorporase en las Cuentas demandas de Ciudadanos con las que no comulgarían los morados.
Foro, la incógnita. El partido forista es una bomba a punto de explotar, material altamente inestable. Es cierto que el Gobierno veía posibilidades de algún acuerdo (una abstención) de los foristas, pero con el actual clima interno, un entendimiento con el PSOE debilitaría a la presidenta, Carmen Moriyón, frente al sector casquista, que ya la ha acusado de "prosocialista". No obstante, el clima interno es tal que en los mentideros parlamentarios no se descarta una ruptura del partido, con la separación de sus dos diputados, Adrián Pumares y Pedro Leal. Al Gobierno de Barbón le bastaría la abstención de un diputado para lograr que no prospere una enmienda a la totalidad.
Antagonismo con el PP. La opción de un acuerdo con los populares, que sí ocurrió en la pasada legislatura, es impensable. El PP y el PSOE juegan a marcar un antagonismo claro que a ambos partidos conviene.
Vox, impensable. Cualquier negociación con Vox queda descartada de plano.
En resumen, las opciones del Presidente, Adrián Barbón son mirar al centro o a la izquierda, o lograr una alianza coyuntural para salvar las cuentas.
