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RAFAEL FONSECA | Magistrado de la Sala de lo Contencioso-Administrativo del TSJA

"En esta profesión de juez no se desconecta, estás durmiendo y se te enciende la luz"

"No era un profesor duro; siempre me he llevado bien con los alumnos, les quería mucho y era feliz entre ellos"

Rafael Fonseca González. IRMA COLLÍN

Rafael Fonseca, magistrado de la Sala de lo Contencioso-Administrativo del TSJA, cuelga la toga el domingo, al cumplir 72 años, tras una carrera iniciada en 1988. Nacido en Tuilla (Langreo), hijo de un minero metalúrgico que falleció cuando él tenía 11 años, su historia es un ejemplo de superación. Logró estudiar pese a las dificultades -tenía otros siete hermanos-, y sacó el título de ingeniero técnico de minas mientras trabajaba de aprendiz en la térmica de Lada. Sacó la carrera de Derecho mientras trabajaba levantando torres de alta tensión para una filial de Electra del Viesgo en Mieres. El catedrático Iglesias Cubría, su maestro, lo convenció para entrar en la Universidad como PNN (profesor no numerario). Allí se doctoró, pero en el 88, ya en los cuarenta, un magistrado de la Audiencia, Julio Murias Travieso, le convence para hacerse juez. En esta profesión, "en la que no se desconecta", halló su verdadera vocación, aunque siempre ha echado de menos sus años de docencia: "Quería mucho a los alumnos, y alguno ha llegado lejos, como el presidente del Tribunal Superior de Cantabria".

- Más de 30 años como magistrado. ¿Ha cambiado mucho?

-He asistido a una importante evolución de la jurisdicción contencioso-administrativa, comenzando por la puesta al día de su ámbito y alcance, la incidencia de los juzgados unipersonales de lo contencioso, los avatares de la justicia cautelar, los nuevos procedimientos... Todo ha situado a la jurisdicción contenciosa en la línea de las demás. La incorporación de nuevas tecnologías ha contribuido a la mejora notable de la situación.

- Destacó sobre todo en el campo de la responsabilidad patrimonial de la Administración.

-Arranca con la ley de Expropiación Forzosa y la ley de Régimen Jurídico de la Administración del Estado. El carácter puramente objetivo que se predica de dicha responsabilidad va en la dirección de ser acotada en cierta medida, como, por ejemplo, en el criterio de la lex artis aplicable a la responsabilidad sanitaria.

- ¿Recoge la ley la nueva sensibilidad respecto al medio ambiente y el urbanismo?

-Son materias complejas y relacionadas. La normativa, en la que concurren normas de la UE, estatales, autonómicas y locales, aunque mejorable, lo contempla. Lo que sucede es que no siempre las circunstancias permiten obtener los resultados deseables. Hoy, a la vista del cambio climático, quizás haya aspectos que replantearse en el derecho ambiental.

- ¿Cuál ha sido la Administración más difícil?

-Yo no hablaría de dificultad, sino de complejidad. Complejidad por la normativa, en ocasiones proveniente de administraciones distintas, en constante cambio, que impide una jurisprudencia que se consolide. El propio urbanismo y el medio ambiente, las cuestiones de personal, el derecho tributario, la contratación administrativa o los temas de extranjería... presentan aspectos complejos que requieren un estudio minucioso.

- ¿No hay exceso de normas?

-Diversas administraciones legislan sobre lo mismo, en su ámbito de competencia. Hace unos años estaba muy en boga la "legislación motorizada". Las normas cambiaban muy pronto, no llegaba uno ni siquiera a estudiarlas y aplicarlas, cuando ya se habían modificado.

- ¿Hay excesiva litigiosidad? ¿Habría que poner límites?

-Las limitaciones deben ser interpretadas muy restrictivamente. Siempre he defendido la tutela judicial efectiva que proclama el artículo 24 de la Constitución. Límites, pero muy restrictivos, muy pensados. Hay que dar oportunidad a cada uno de defender su derecho.

- Vivió el colapso de la Sala de lo Contencioso-Administrativo.

-En el año 1991, cuando llegué al TSJA, el número de asuntos y la pendencia en dictar sentencia en la Sala eran verdaderamente excesivos. Podían pasar incluso un par de años. Yo ya había vivido una situación parecida en Madrid. Pero el trabajo de todos los magistrados y del personal de la oficina judicial, los planes de refuerzo y la buena organización del trabajo por los presidentes de sala, junto con la creación de los Juzgados de lo Contencioso, hacen que hoy la Sala no tenga prácticamente pendencia.

- ¿Cuántas sentencias ha podido dictar?

-Pues no lo sé, varios miles. Hubo épocas de 300 al año.

- ¿Cuál ha sido la más difícil?

-Todas tienen su dificultad. En cada asunto ha de resolverse una confrontación de intereses a la luz de la normativa de aplicación, y todos los asuntos requieren un estudio profundo y ponderado.

- Poner 300 sentencias al año exige mucha dedicación.

-En los años de Madrid y los primeros de aquí era una dedicación total y absoluta. No solo por las mañanas. Por las tardes era cuando en casa redactábamos las sentencias. Poco tiempo quedaba. Muchos fines de semana se trabajó. Esta profesión lo que tiene es que no se desconecta. Estás estudiando un caso y no te abandona: puedes estar durmiendo y se te enciende la luz sobre alguna cuestión que tienes que resolver, siempre tienes algo pendiente y en qué pensar.

- ¿Añora la Universidad?

-Cómo no. Fueron muchos años dedicado a la docencia y a la investigación, sobre todo la ilusión del contacto con los alumnos a los que siempre recuerdo de forma entrañable. Siempre me he llevado muy bien con ellos, les quería mucho, y era feliz entre ellos. Pero lo cierto es que, después, la actividad como magistrado, que ejercí con gran vocación y dedicación, me llenaba plenamente. Por otro lado, la participación en cursos y ponencias sobre materias jurídicas actuaba como un cierto bálsamo.

- ¿Era un profesor duro?

-¡Nooo! Yo creo que aprobaba por encima de la media.

- Dedicó mucho tiempo al derecho consuetudinario.

-No tanto como hubiese querido, pero le tengo especial cariño, sobre todo desde el I Congreso Jurídico de Asturias, allá por el año 1987 -y no se celebraron más-, en el que participé con comunicaciones sobre la naturaleza jurídica de la sociedad familiar o la mampostería. Publiqué estudios sobre el hórreo y el régimen jurídico de la antojana. También he contribuido en la Compilación del Derecho Consuetudinario asturiano, que, aparte de resolver cuestiones prácticas, sirve de prueba de la costumbre.

- ¿Languidece como languidece el campo asturiano?

-No lo creo, la misma Compilación es prueba de ello y aplicable allí donde la costumbre se impone según el sistema de fuentes. Algo en esta línea habría que hacer, en el contexto correspondiente, para que el campo asturiano no languidezca, logrando un asentamiento de la población rural, de lo que parece que se está tomando conciencia.

- Ha tenido un papel relevante en la Academia Asturiana de Jurisprudencia. ¿Seguirá en ella?

-Es una corporación a la que tengo un inmenso y especial cariño, y de la que soy secretario desde antes de la reforma de los Estatutos, y director de la "Revista Jurídica de Asturias" desde el año 2002. Mientras el presidente (Leopoldo Tolivar) me mantenga su confianza, no he pensado dejarlo y seguiré colaborando con esta querida corporación, cuyos fines son la investigación, el debate y la transmisión crítica de conocimientos en los distintos ámbitos del derecho.

- ¿Cómo valora el homenaje que le han preparado?

-Fue en abril del año pasado cuando me llamó el magistrado David Ordóñez Solís para decirme que quería preparar un libro de homenaje. Los participantes fueron subiendo hasta 39, de toda España, muchos antiguos alumnos. Me siento muy emocionado y agradecido, es el mayor reconocimiento en que podía pensar.

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