En estos días especiales, al despuntar de un nuevo año, es cuando hacemos planes con la vista puesta en el futuro, en el 2020 que comienza. Y es ahora cuando tengo el honor de dirigirme a los asturianos y asturianas.

Quiero hacerlo pensando en el porvenir. En el buen porvenir que podemos ganar, porque son horas y días para la esperanza, porque cada año que se inicia nos ofrece siempre un horizonte renovado.

Lo hago con realismo, sin negar las dificultades. Por eso, mis primeras palabras son para quienes peor lo están pasando. Las personas que sufren la angustia de estar sin trabajo; las que han tenido que emigrar para encontrar empleo; las que carecen de recursos o, por una u otra razón, han tenido que recurrir a nuestro sistema de salud o de protección social. Todas ellas merecen nuestra atención prioritaria.

Soy consciente de que estas personas, como las mayores que viven en una soledad no deseada o las mujeres víctimas de la violencia machista, no pueden conformarse con buenas palabras. Para ellas los mensajes de afecto y concordia resultan insuficientes.

Estamos obligados a ofrecerles mucho más y creo, con sinceridad, que podemos hacerlo. Asturias tiene una sociedad fuerte, trabada e inclusiva, dispone de una potente red pública -la sanidad, la educación, los servicios sociales- concebida para no dejar a nadie atrás. No es un privilegio, sino un patrimonio colectivo que hemos de valorar porque nos hace ser una sociedad más justa.

Un patrimonio que ha sido construido entre todos y todas, mejorado generación tras generación. Es de justicia que reconozca el trabajo hecho por cada uno de los gobiernos anteriores y por cada presidente del Principado. Quiero recordar los que lideró mi antecesor, Javier Fernández. Durante los embates más duros de la crisis, no eligió la opción de los recortes en los servicios públicos, la alternativa más fácil, pero también la más dañina.

Y es que la inversión social no es una debilidad, no malbarata los recursos públicos; al contrario, nos ayuda a que podamos afrontar con más garantías los desafíos que nos aguardan. Es difícil encontrar algo más productivo.

Pensar en el porvenir nos impone hablar a las claras de los retos que nos apremian. Por ejemplo, la transición ecológica no es una posibilidad, sino una exigencia, un ejercicio de responsabilidad con nuestro planeta y con las generaciones futuras. Les debemos ese esfuerzo, que conllevará cambios en nuestro modo de vida. Ante cuestiones como ésta, de nada sirve volver la cabeza o encadenarse a la negación de lo inevitable. Como de nada serviría tampoco obviar que esa transformación puede dañar nuestro presente si no se lleva a cabo de manera gradual y acordada, como de forma reiterada reclamamos.

Asturias tiene, sí, grandes desafíos. Otro es la demografía, la pérdida de habitantes a la que se suma la despoblación de pueblos enteros que se quedan vacíos, sin pasos ni voces que les den aliento de vida. Es un drama cierto, pero como sucede con la transición energética o la mejora de nuestras comunicaciones, no lo podemos superar en solitario. Seamos sinceros con nosotros mismos: necesitamos la colaboración activa del Gobierno de España y de la Unión Europea.

Para Asturias es crucial que se forme pronto un gobierno estatal que responda a nuestras necesidades. Que se apresure sin dilación a tomar medidas para favorecer la actividad industrial, especialmente la electrointensiva, necesitada de decisiones efectivas; que impulse en el ámbito comunitario un ajuste en frontera que impida la desventaja frente a terceros países para los que contaminar sale gratis; que promueva una estrategia nacional ante el desafío demográfico; que mejore nuestras comunicaciones y concluya las infraestructuras ferroviarias en los plazos previstos o que ponga sobre la mesa una reforma de la financiación autonómica que, basada en las necesidades de gasto y no en la capacidad fiscal de cada comunidad, consolide la solidaridad.

Por ello espero que el diálogo y el acuerdo, herramientas principales de la política útil, faciliten que España tenga gobierno de inmediato.

En Asturias, esa política útil y relevante, basada en la negociación y las cesiones mutuas, permitirá que iniciemos el año con presupuestos. Desde el 1 de enero, pondremos hasta el último euro disponible a trabajar por el futuro. Es un proyecto que supone un punto de inflexión en el apoyo a la ciencia y la innovación, en la lucha contra el despoblamiento, en la mejora del Estado de bienestar y el aumento de la inversión pública. Y que, además, refuerza nuestro compromiso con la igualdad y la juventud.

Es, también, un ejercicio de responsabilidad que añade un argumento más para creer en Asturias. En realidad, tenemos muchos motivos para confiar en nuestras posibilidades, como lo demuestran las industrias que apuestan por el Principado para crear riqueza. Un dato: en estos momentos, hay más de mil millones de inversión en marcha. También quiero reconocer el esfuerzo de las pequeñas empresas, de los autónomos, de quienes emprenden, que están impulsando el desarrollo de sectores tan prometedores como el turismo o las nuevas tecnologías.

Estas empresas nos demuestran que apostar por Asturias no es un exceso de ingenuidad. Saben -como ha resumido el presidente de la Autoridad Bancaria Europea- que "el entorno asturiano es gasolina para el futuro".

El nuevo año tiene que servir para estimular esa ambición, no para anclarnos a la resignación y el lamento. Aquí, a mi alrededor, en el museo de Bellas Artes, en pleno corazón de Oviedo, hay obras magníficas, que también nos deben llevar a valorar la relevancia que la creación artística tiene en la construcción de Asturias. Este año, el museo ha superado las 110.000 visitas, su récord histórico. Les invito a recorrerlo porque, pese a esos buenos datos, continúa siendo un gran desconocido para muchas personas.

Pienso que algo así nos sucede a veces con las posibilidades de Asturias: que las tenemos al alcance de la mano, que las podemos valorar, pero que nos dejamos vencer por la narcótica dejadez del pesimismo. Y la mejor receta frente a ello es hablar bien de Asturias y creer en ella.

Tenemos que romper eses amarres, sacudinos la blandia comodidá de la resignación. A les dificultaes vénceseles plantando-yos cara, como tantes veces ficimos na nuestra historia.

Enfrentales col ánimu derrotáu nunca va ser un principiu buenu pa superales. Por eso ye importante que falemos bien de nós mismos, de Asturies, porque pa llograr lo meyor también fai falta ufiertar lo meyor.

En el momento de pensar en el 2020 que comienza, no olvido a los asturianos y asturianas que están fuera, en cualquier rincón del mundo. Son protagonistas del presente y del futuro de nuestra tierra y pueden darnos numerosas lecciones de esfuerzo, confianza y compromiso con Asturias. Por eso, hoy más que nunca, merecen un recuerdo muy especial, cargado de cariño.

Asturianos y asturianas, de corazón, feliz año nuevo.