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ADOLFO MOLINA | Hijo de una víctima del incendio de la Embajada de España en Guatemala

"No hubo justicia por la quema de la Embajada: Máximo Cajal fue responsable"

"El embajador español decidió dejar entrar a los sediciosos; sus dirigentes planificaron una acción que sabían qué consecuencias tendría"

Adolfo Molina, en la Fundación Gustavo Bueno. FERNANDO RODRÍGUEZ

El próximo día 31 se cumplen 40 años del incendio de la Embajada de España en Guatemala, en el que fallecieron 37 personas, entre ellas el jurista guatemalteco Adolfo Molina Orantes. Su hijo, Adolfo Molina Sierra, acaba de publicar el libro "Historia verdadera de la quema de la Embajada española", en el que aporta una versión muy diferente de la oficial. Cuatro décadas después, hay muchas cuestiones sin respuesta, comenzando por el papel desempeñado por el embajador español, Máximo Cajal (1935-2014), o el origen del fuego que desencadenó la tragedia, en la que también murió el padre de la premio Nobel y "Premio Príncipe de Asturias" Rigoberta Menchú. Adolfo Molina estará hoy en la Fundación Gustavo Bueno de Oviedo, donde conversará en sesión pública con Iván Vélez, director de la Fundación para la Defensa de la Nación Española (Denaes), a las diez de la mañana. Según Molina, "Máximo Cajal fue responsable de la masacre, por dejar entrar a los sediciosos".

- ¿Por qué este libro?

-Me pregunté cuántos años más iba a estar en capacidad de dar mi testimonio. A nosotros, que somos las únicas víctimas genuinas de aquel evento, los parientes de los rehenes, no se nos ha respondido. Nada tienen que decirnos.

- Aquello ocurrió en el contexto de una terrible guerra civil.

-Lo que ocurrió entre 1960 y 1997 no se puede llamar guerra civil. Fue una guerra entre una facción sediciosa, que buscaba un cambio de sistema, y el Estado. Eso sí, hubo muchos muertos, se habla de 250.000, que podrían ser 270.000 si se suman los desaparecidos. La Iglesia local inició una investigación y concluyó que el 93 por ciento de las muertes habían sido obra del Ejército, frente al tres por ciento de los insurgentes. Eso a todas luces es desbalanceado. Nunca se tuvo en cuenta que el Ejército estaba legitimado y que lo que hacía era defender al Estado y la patria. El otro grupo siempre actuó fuera de la ley y de forma criminal y terrorista.

- ¿Fueron a una encerrona su padre y los otros juristas?

-Ni mi padre ni los otros dos juristas que llegaron con él tenían que ver con la entrada de los indígenas, que puede verse como un deseo de colaboración por parte del embajador Cajal, influido por los sacerdotes católicos españoles que trabajaban en una zona de conflicto, el Triángulo Ixil, entre Nebaj, Chajul y San Juan de Cotzal, al norte de Ciudad de Guatemala. Estos sacerdotes no es que fueran catequistas abnegados, sino participantes del grupo sedicioso, seguidores la Teología de la Liberación. El embajador decidió ayudarlos a realizar una acción de denuncia internacional, prestar la Embajada para que se diera ahí el evento y estuvieran protegidos bajo la sombra de una sede diplomática, y que hubiese una negociación. La idea de llamar a los juristas era para dar más garantía al grupo invasor para que el Gobierno no asaltase.

- Su padre no era consciente de a lo que iba realmente.

-Había unas jornadas de Derecho Procesal y estaban pidiendo el apoyo financiero de España, porque venían unos conferenciantes españoles. Estaba aprobado, pero sugirieron que acudiesen a realizar una gestión en la Embajada para acelerar los fondos. Pensó que le tomaría media hora. Con los años se fueron aclarando muchas cosas. El gobierno local cambió rápidamente por un golpe en el 83. Los siguientes no quisieron involucrarse por no desgastarse. Pero siguió latente la acusación al embajador Cajal de haber participado en esto. España mantuvo firme su defensa del embajador, tanto Suárez como el PSOE, sin aceptar que se había atacado a la soberanía de otro país.

- ¿Fue Cajal ingenuo?

-Cajal había llegado cuatro o cinco meses antes, por lo que no podía saber bien lo que ocurría, ni tener un plan. Muy bien pudo llegar con instrucciones de su Cancillería (Ministerio de Asuntos Exteriores) para colaborar con los grupos que se decían agredidos por el Ejército. Menospreció la situación crítica en la que estaba el Gobierno, que no podía permitir que lo pusiesen en jaque. En una entrevista con un miembro del grupo sedicioso, me decía él que la reacción del Gobierno era anticipable. No podía permitirse una derrota, darles un salvoconducto y que salieran victoriosos. Lo que pienso es que el grupo sedicioso del Ejército Guerrillero de los Pobres planificó una acción a sabiendas del resultado que tendría. Enviaron a un grupo de indígenas, entre ellos el padre de Rigoberta Menchú, y a unos estudiantes, todos de bajo nivel, que podrían ser sacrificados sin consecuencias y usados contra el Gobierno, como finalmente sucedió. El grupo sedicioso no ha hablado de su participación, solo ha tergiversado los hechos para culpar al Gobierno.

- Vayamos al momento clave. ¿Quién inició el incendio?

-Ha habido muchas versiones que han tergiversado lo que vimos...

- Porque usted estuvo allí...

-Yo estaba justo debajo del edificio donde ocurrió el fuego. Se habla de la quema de la Embajada, pero en realidad fue un cuarto el que se incineró desde dentro. Estando en la esquina debajo de la ventana donde estaban todos atrincherados, rehenes e invasores, de pronto empezamos a oír disparos y salían por la ventana. Inmediatamente después empezó, después de un sonido sordo de explosión, a salir humo negro, poco después empezaron las llamas y luego el horror de un grupo de personas atrapadas que no podían salir. Ante el canciller Marcelino Oreja y ante la prensa, el embajador Cajal admitió que había visto los cócteles molotov de los invasores, que había tratado de apagar uno y que en un momento de descuido salió del cuarto. Luego, en su libro, dijo no recordar quién lo hizo.

- Luego se habla de un lanzallamas de las fuerzas del orden.

-Es la versión de Odete Arzú de Canibel, miembro de la Cruz Roja allí presente. Sostiene que fue un lanzallamas que la Policía tenía consigo. Es totalmente falso. Ninguno lo vimos. Lo que había era un artefacto lanzador de gases lacrimógenos. Esa versión la toma una Comisión del Departamento de Estado militar y le añade que posiblemente lanzaba fósforo blanco. No existe ningún lanzallamas portátil, y un lanzador de fósforo blanco, menos. El conserje de la Embajada aseguró que, en un momento dado, cuando sale el embajador, el policía que llevaba el equipo lanzagases lo aplicó hacia dentro. Es muy claro: el incendio empezó por los cócteles molotov de ellos.

- Intentó apagar el fuego.

-Traté de hacer lo que tenía a mi alcance, no había bomberos. Cogí una manguera, me subí por el exterior y traté de echar agua, pero el fuego era muy fuerte. En mi cabeza pensaba: mi padre está dentro, que alguien ayude. Vimos impotentes cómo los indígenas sacaban la cara por la reja, pero muy rápidamente murieron allí.

- Para la familia debieron de ser horas desesperantes.

-No hubo nada que pudiéramos hacer. Ni yo, ni otros amigos, como el doctor Enrique Barillas, que intentó sin éxito intercambiarse por su madre, secretaria en la Embajada, que murió.

- ¿Murieron todos?

-Quedó un invasor vivo, debajo de todo aquel infierno, pero al que terminaron secuestrando los suyos. Apareció muerto al día siguiente. Al bombero que le salvó, le dijo: "Los míos me van a matar". España rompió relaciones con Guatemala, pero las reanudaron en 1984, a cambio de que no exigiesen responsabilidades al embajador. Di mi testimonio en el juicio, que se inició cinco días después. No hubo voluntad de seguirlo. En 2005, se vuelve a activar, a raíz de los juicios de Rigoberta Menchú en España. Luego se reanuda en 2014, en que se condena al jefe de un comando de detectives, el único que quedaba vivo y responsabilizan de haber quemado a todos. Le impusieron cincuenta años, más otros treinta por otra desaparición anterior. El juicio lo planteó Rigoberta Menchú para recibir indemnizaciones del Estado. El tribunal no accedió, pero han recurrido. No se ha hecho una justicia debida, no han salido los responsables, como el hoy fallecido embajador Cajal. Después está el grupo sedicioso. De ellos nadie menciona nada. Quiero que se diga la verdad, si no, nadie quedará tranquilo. Hoy por hoy, la mayor parte de la gente no es consciente de lo que ocurrió, y eso hace que los errores y los horrores vuelvan a suceder. Pero el Gobierno también podría haber tomado un camino más benevolente que respetase la vida de los rehenes, como ocurrió en invasiones posteriores.

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