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La pequeña Isabel, una gran historia de vida detrás de una selección de embriones

El caso de una asturiana con una grave cardiopatía que quedó desolada por la pérdida de un hijo y logró después ser madre, sin transmitir a su bebé la dolencia

La pequeña Isabel, una gran historia de vida detrás de una selección de embriones

Tal vez porque su cardiopatía limitaba sus expectativas de tener más descendencia, María había estructurado su vida en función de su hija. Durante tres años todos sus anhelos estaban en Lara. Por desgracia, en su camino se cruzó una infección maligna fulminante que arrebató su vida, sumiendo a toda la familia en la más profunda desolación.

Aunque el sol continuaba saliendo cada mañana para María, el recuerdo de su hija era una losa que le impedía respirar. Con el lento paso del tiempo, una tenue idea de tener otro hijo fue abriéndose camino entre sus miedos.

Además de todos los temores imaginables había dos problemas reales.

Por un lado, María tenía una cardiopatía hereditaria y ya había superado los 40 años, con lo que tendría que asumir un riesgo adicional de complicaciones durante todo el embarazo y, sobre todo, en el parto. Desde luego, eso no la arredraba, y además sabía que contaba con el total apoyo del hospital.

En segundo lugar, estaba la posibilidad real de que su descendiente heredara su cardiopatía. Para evitarlo con seguridad había que solicitar a la comisión nacional correspondiente la autorización para un proceso de fecundación in vitro con diagnóstico preimplantacional, en el que se puede seleccionar el embrión que no tiene la variante genética, en su caso conocida, que es la responsable del anormal funcionamiento del corazón en la vida cotidiana.

Detrás de la sonrisa de una preciosa Isabel, con seis meses y sin el mismo error genético que su madre, hay, sin duda, una historia de dolor y coraje de toda una familia para enfrentarse a una catástrofe, pero también hay una historia de progreso social muchas veces orillado. Muchos años de investigación nos han llevado a una mejor comprensión de la vida y al mejor conocimiento de las enfermedades. También las sociedades (al menos la nuestra) han desarrollado mecanismos de solidaridad para que todos sus miembros se puedan beneficiar de los avances terapéuticos sin ninguna discriminación.

P. D.: Esta historia real está referida con la autorización de sus protagonistas. Los nombres, solo los nombres, son imaginarios.

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