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ESMERALDA GONZÁLEZ | Empresaria

"Era muy fuerte y con dos optalidones de aquellos era una máquina e iba a todo"

"Con el dinero de vender fruta hice una casa de 530 metros en el pueblo que me costó cinco millones de pesetas de hace cuarenta años"

Esmeralda González, en la calle Magdalena de Oviedo. MIKI LÓPEZ

Esmeralda González (Los Corrales de Buelna, Cantabria, 1940) es conocida por sus churrerías. Creció en años malos en un entorno de necesidad, estudió hasta los 14, trabajó en el servicio doméstico y fue pantalonera de sastrería hasta que en la venta ambulante de comidas en las ferias descubrió un talento al que ayudaron su fuerza natural y su empuje para los negocios.

Siempre piensa en comprar, vender o alquilar para ganar más dinero, y así se ha hecho con media docena de puestos fijos, un restaurante y un supermercado. Siempre tuvo en la cabeza dar un piso a cada hijo y lo ha conseguido. Enviudó hace cinco años. Tiene cuatro hijos, nueve nietos y siete bisnietos.

- ¿Cómo empezó su negocio ambulante?

-Firmando letras... Primero compramos furgonetas Mercedes pequeñas que tuvimos durante unos cuantos años y luego los furgones 308, siempre Mercedes, porque tenían baca para llevar las estructuras de hierro arriba. Llegamos a tener seis vehículos. Más el coche del marido y del hijo. A mí, los coches no me han gustado nada, me parecía que iba en el suelo. En los años ochenta compramos caravanas.

- Decía que usted firmó muchas letras.

-Sí, pero si en el verano hacía dos millones de pesetas de aquella, lo primero era quitar lo que debía. Prefería no deber que tener, porque si el dinero se quedaba se jodía.

- ¿Por qué?

-A mi marido le gustaban mucho el juego y las mujeres. Muchas veces él entraba en casa y yo salía a ganarme la vida.

- Las ferias suelen ser en verano. ¿Qué hacía en invierno?

-Era frutera. Cogía un furgón, que me preparaba mi marido porque era un manitas, y me iba a los pueblos más difíciles, donde no llegaban otros, con un altavoz. A las seis de la mañana iba a Mercasantander a comprar. Los lunes, miércoles y viernes la fruta estaba recién llegada y era carísima. Yo iba martes, jueves y sábados, cuando era más barata e igual de buena, y aprovechaba para hacer la ruta de venta por los lugares que me venían más al paso. Lo hacía muy bien. Y volvía con 40.000 pesetas en el bolsillo.

- Mucho dinero entonces.

-Hace cuarenta años hice una casa de 530 metros en el pueblo. Me costó casi cinco millones de pesetas y la pagué con la fruta. Ahora vive en ella una nieta de 33 años que se dedica a la feria y tiene dos hijos. Una cosa buena de mi marido es que me dejaba hacer, yo quería dar una casa a cada hijo, y lo conseguí. Él con los hijos era de "lo que tu madre diga, que es la cabeza de la familia". Va a hacer cinco años que murió.

- ¿Cuántos hijos tuvieron?

-Cuatro hijos en menos de cinco años, las tres últimas chicas.

- Con la vida que llevaba, ¿qué hizo para criarlos?

-No tuve mucho tiempo para ellos. No dormía de noche y tenía que estar en el negocio. Una vez que fueron sin mí a Solares se quedaron las tortillas debajo del mostrador porque no se acordaron de sacarlas. Los crio mi madre, pero desde pequeños les gustaba la feria y con 12 años ya querían ir y ayudaban. Nunca los reventé, pero el trabajo de un niño es un trabajo, recoger unos vasos, juntar el dinero de los cajones.

- Las ferias, la noche y la carretera tienen muchas complicaciones.

-Yo era muy buena, ¿te acuerdas de aquellos optalidones que había? Yo tomaba dos y era una máquina; todo seguido iba a por barras de hielo al puerto de Santander, que entonces no había cubitos, y salía para Colombres y luego Unquera. Era muy fuerte, no caía nunca. Hacíamos Ribadesella y Arriondas, dos o tres en un día, montar, desmontar y volver.

- ¿Tuvo accidentes de tráfico?

-Uno, volviendo de Sama, después de mal dormir alguna hora durante tres días. En Corrales de Buelna dejé a dos empleados, y a las diez menos diez de la mañana, a un kilómetro de casa, me llamó la atención que mi hija tendía mucha ropa en el balcón y me la pegué con el Mercedes. No me pasó nada. El chaval que iba echado atrás se cayó del asiento y nada más. Tuve que comprar un AX, que me costó un millón de pesetas, y arreglar el Mercedes, que fue un millón cien. El AX sigue en casa.

- ¿Qué tal sus hijos?

-Buenos. A Roberto, el mayor, le compramos un furgón enseguida y le dejamos las mejores ferias, pero se cayó bajando el letrero de una churrería y se fastidió la columna en una Santa Ana en Quintes. Le pensionaron con una miseria y a partir de entonces estoy yo encargándome de su trabajo y dándole un sueldo.

- ¿Y las hijas?

-Luego viene Blanca, que tiene el restaurante Fleming, en Somahoz. Ese restaurante era de dos hermanos solteros a los que llamaban "los cubanos" porque habían sido emigrantes allí. Yo lo tenía entre ojos para comprarlo y ponerlo a mi manera, pero no querían vender, así que me desilusioné y me metí a comprar los remolques.

- ¿Cómo logró comprarlo?

-Porque lo vendieron a otro, un tal Enrique, y a los cuatro años se lo embargaron por impago. Me enteré con mi yerno Paco en Pola de Laviana y le propuse que nos lo quedáramos. Él me dijo que siempre estaba pensando en negocios. Mis hijos y yernos son muy trabajadores, pero no muy decididos. Llamé desde Laviana al director de la Caja y me dijo que yo podía sacar el restaurante adelante.

- ¿Cómo lo consiguió?

-Mi yerno, mi marido, mi hija y yo estuvimos en ello un año y, al acabar, lo compramos por 31 millones, para no perder en rentas, sacrificándonos para pagarlo. No me gusta pagar rentas, prefiero que me las paguen. Había un solar con una casa vieja al lado que quise para aparcamiento, almacén y garaje y también lo compramos. En verano es lo mejor de Cantabria.

- ¿Qué más hacen sus hijos?

-Gema está casada con un funcionario del Ayuntamiento, y Ana, que vive en Oviedo, tiene la churrería en el paseo de los Álamos.

- ¿Cuántas churrerías tiene?

-Una en Santander, otra en los Álamos de Oviedo, en Los Prados, en Lugones, en Parque Astur y El Corte Inglés, en Avilés, las llevan nietas.

- Lleva 25 años en Oviedo.

-Aquí tenía la Feria de la Ascensión, cuando estaba en el matadero, que era la mejor que hacía en el año. Me ofreció quedarme Gabino de Lorenzo, el alcalde.

- ¿Cómo fue?

-Le conocí en el Centro Asturiano. Estaba revolviendo el chocolate y le sentenció que yo echara chocolate puro y leche entera, según me dijo Enrique Fernández, el de protocolo. Un día, tomando un café en La Mallorquina, me preguntó qué tal me había ido y le contesté que muy bien, que era una pena que se acabase. Entonces me ofreció quedar en el paseo de los Álamos. Estuvimos tres años con una roulotte. En los centros comerciales y en los rastros también me fueron a buscar.

- ¿Cuándo se jubiló?

-A los 65 años, porque era fácil. Dejé a mi hija amarrada con el puesto de los Álamos porque se pudo. A mi yerno, cuando fracasó la fábrica cerca de Suances en la que trabajaba, le dije: "No te preocupes, Manolo, tú vienes conmigo y te voy a dar dos veces más que lo que ganabas". Y se hacía viernes, sábado y domingo el rastro. Le quedó la churrería del paseo de los Álamos, que es lo más seguro y tranquilo que tengo.

- ¿Cómo lleva la jubilación?

-Muy contenta porque las nietas están tirando como leonas. Ayudo a mis hijas con ellas y contestándoles dudas que tienen sobre el negocio.

- ¿Qué tal le trató la vida?

-Estoy contenta, volvería a hacer otro tanto. He luchado, he ganado dinero, he vendido fruta, he tenido un supermercado que atendían mi hija y mi sobrina, cuidaba a los trabajadores del verano... No solo en la familia me llaman "la abuela", porque en mis negocios hice más cosas que meter y meter.

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