Los árboles tienen memoria y gracias a ella podrían sobrevivir al cambio climático. Así lo han descubierto científicos de la Universidad de Oviedo después de más de una década de estudios. La investigación, publicada recientemente en la revista "Journal Experimental Botany", identifica "por primera vez" los mecanismos que utilizan las plantas para recordar situaciones ambientales desfavorables, como olas de calor o periodos de sequía. Los biomarcadores descubiertos, destaca la catedrática de Fisiología Vegetal María Jesús Cañal, podrán ser utilizados en viveros para la selección temprana de plantas resistentes al calentamiento global y obtener así vegetales cada vez más fuertes.

El estudio, que forma parte de la tesis doctoral desarrollada por la científica Laura Lamelas, consistió en comparar pinos que habían pasado por una situación de estrés con otros ejemplares sin esa experiencia previa. En concreto, el equipo de la Universidad de Oviedo sometió a los árboles a temperaturas de 45 grados seis horas al día durante cinco días. Después de seis meses de reposo, repitieron de nuevo el experimento. ¿Qué observaron los científicos? Que los pinos que habían pasado por un periodo de estrés resultaron menos dañados que el resto. Es decir, fueron capaces de desarrollar una especie de "vacuna", explica la profesora María Jesús Cañal, para estar preparados ante una segunda exposición de calor.

Aprovechando estos resultados, los investigadores asturianos aislaron los núcleos de las células y estudiaron sus proteínas, comparando las variaciones existentes entre las plantas que habían soportado un episodio de altas temperaturas y las que no. La conclusión a la que llegaron es que el proteoma y las variaciones epigenéticas, que regulan la expresión de los genes, eran distintas. Para la realización de este experimento, los botánicos tuvieron que emplear metodologías de análisis proteómica avanzada y bioinformático, así como análisis de biología de sistemas combinados con metodologías clásicas de fisiología y biología molecular. Uno de los principales inconvenientes del trabajo, dice Laura Lamelas, es que la especie utilizada, el "pinus radiata", "no está secuenciada y se sabe muy poco de ella a pesar de su relevancia".

Una de las aplicaciones de este hallazgo consistirá, por ejemplo, en la "selección de aquellas semillas que vayan a resultar más resistentes a medio y largo plazo ante situaciones ambientales desfavorables". Este es un aspecto clave teniendo en cuenta el daño que está haciendo el cambio climático. "En la práctica la investigación nos permitirá seleccionar plantas que estén más adaptadas a estos ambientes y que sean proclives a activar este sistema de memoria a un nivel más alto que otras y, por tanto, sufrir menos daños", comenta María Jesús Cañal. Además de la catedrática de Fisiología Vegetal y de la joven Laura Lamelas, en la investigación han participado Mónica Meijón y Luis Valledor, ambos de la Universidad de Oviedo, y Gloria Pinto y Mónica Escandón, de la Universidad de Aveiro, en Portugal.