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El renacer escolar de Cabranes: una revolución en 20 años

La necesidad de ampliar el colegio, "sin perder su espíritu familiar", refleja el éxito de un concejo al que "un montón de gente quiere venir"

El renacer escolar de Cabranes: una revolución en 20 años

-En los últimos veinte años esto ha sido una revolución.

Una revolución de bebés. Cabranes ha dejado de ser un concejo de vieyos para ser un concejo de guajes. Según el padrón municipal, son ya 90 los niños de menos de 12 años. El último (o la última) nació este martes: Ruth Robledo Fernández, de la pequeña aldea de Peñella, en Torazo. Pero el verdadero "baby boom" está en la capital, en Santa Eulalia, para donde el alcalde, Gerardo Fabián, demanda una escuela más grande. En 2003 el colegio tenía tan solo siete alumnos y hoy son treinta. "Hubo incluso miedo a que se cerrase. Pero gracias a la llegada de nuevas familias, mi cría, que ahora tiene 11 años, pudo estudiar aquí", cuenta Patricia Pardo, que regenta un chigre en el centro del pueblo.

En su terraza estaban ayer algunos de los artífices del milagro de la natalidad de Cabranes: jóvenes, muchos de ellos de fuera de Asturias, que dejaron atrás sus ciudades en busca de una nueva vida en el campo donde criar a sus hijos. La ovetense María Arce llegó hace cuatro años y la sevillana Carmen Reina, hace tres. "Yo buscaba algo así para mis niños. Me gusta que en el colegio estén mezclados de diferentes edades, eso es bueno para ellos", dice Reina. Lo mismo opina el madrileño Sergio de la Hoz, que se instaló en el municipio hace cinco años: "A nosotros lo que nos interesa es que haya pocos alumnos por profesor y que estén todos juntos, porque eso les ayuda a socializarse. Y queremos que eso no cambie".

El miedo de muchos padres es precisamente a que si la escuela crece, "se pierda su espíritu familiar". Hay quienes recorren incluso varios kilómetros con tal de que sus pequeños sean educados en este colegio rural. Es el caso de Sandra Salinero, de Villaviciosa: "Me gusta cómo es el cole, trabajan de una forma diferente". Las escuelas de Santa Eulalia son un tanto peculiares: comparten espacio con dos familias, que residen en dos viviendas gestionadas por Vipasa, y con Protección Civil, que ocupa la planta baja. Hasta hace dos cursos, los alumnos de Infantil y Primaria ocupaban solo un módulo y, con el aumento de matrícula, ahora están separados en dos espacios. La idea del alcalde, que explicará el próximo 10 de febrero a la Consejera de Educación, es ampliar el colegio actual, pudiendo construir un nuevo edificio anexo para instalar en él la etapa de cero a tres años y atraer así a nuevos pobladores.

Según el testimonio de los vecinos que vinieron de fuera, hay cola. "Hay un montón de gente de toda España que quiere venir", aseguran Laura Fuertes y Hugo García. Pero hay un problema, continúan, y no es la falta de espacio en la escuela; es la falta de vivienda. "Si hubiera más casas en alquiler, vendrían más familias con niños, pero no las hay. Hay muchas casas vacías y no ponen facilidades para comprarlas. Eso es algo que debería solucionar el ayuntamiento", dice Hugo García, con un niña en edad escolar, Lucía. Laura Fuertes también señala otra necesidad: un centro social "para todo el pueblo". Y María, que prefiere no dar su apellido, pide mejorar el transporte público. "Solo hay una línea los lunes y los miércoles. Así que o tienes coche o tienes que recurrir al taxi", se queja.

La ampliación de la actual escuela afectaría directamente al pamplonense Alejandro Maiza. Él, su madre y sus dos hermanos ocupan desde hace cinco años una de las dos casas que gestiona Vipasa bajo el letrero de "Escuela de Santo Olaya". En este tiempo, Maiza afirma que la localidad ha ganado en vitalidad. "Se nota muchísimo el aumento de niños. Antes aquí llegaban las cinco de la tarde y no había nada. Ahora hay talleres de pintura, teatro y ves a los críos en el parque", aplaude. De esa vitalidad también hablan Iván Robledo y Judith Fernández, los padres de la última niña nacida en el concejo, el pasado día 21. "Cuanta más gente joven haya en el pueblo, mejor para todos", opina Robledo, que es hostelero y también explota el campo. "Antes éramos cuatro, ahora esto está creciendo muchísimo. Cabranes rejuveneció por completo", agrega la pareja, que tienen otros tres hijos: Irene (de 13 años), Iván (de 7) y Pelayo (de 2).

En los últimos años, Enrique Corripio, "el del ayuntamiento", tiene que sacar con más frecuencia que nunca el libro del registro civil. Ayer mismo anotaba, con letras gruesas y en mayúscula, el nombre del último alumbramiento: Ruth Robledo Fernández, que recibió por la tarde el alta en el HUCA y conoció por fin su pueblo, Peñella.

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