Metódico, culto, curioso y con olfato en lo profesional y reservado en lo personal. Así recuerdan amigos y excompañeros de trabajo a Eugenio de Rioja, un hombre que con su marcha de este mundo a los 97 años deja vacante, según explican sus propios colegas, el puesto de "decano de la vieja escuela" del periodismo asturiano, una forma de trabajar surgida en la posguerra que supo en muchos casos burlar la censura franquista y contar "con un lenguaje culto" la actualidad de varias décadas de dictadura.

Cuentan quienes lo conocieron que Eugenio de Rioja no cultivaba en exceso las relaciones personales con sus compañeros, pero eso no impidió una buena sintonía con muchos de ellos. Es el caso de José Manuel Ponte, quien un año antes de la muerte de Franco llegó a LA NUEVA ESPAÑA y como redactor jefe encargó a "Rioja", como muchos le llamaban, la tarea de lanzar diariamente unas pequeñas columnas de opinión en la portada del diario. "Muchos se sorprendieron que le diera esa responsabilidad en una fase tan avanzada de su carrera", indica Ponte, quien destaca el especial interés del periodista desaparecido "en los asuntos económicos" y su temor a que el estado autonómico se convirtiera en un "centrorregionalismo" que concentrase el poder en las capitales de provincia.

También tuvo mucho roce con el filólogo y director honorario de la Real Academia Española de la lengua, Víctor García de la Concha. "Era un periodista de la vieja escuela, y un hombre muy metódico", recuerda el filólogo de una etapa en la que era colaborador habitual del periódico, en el que Eugenio de Rioja era "uno de los clásicos" junto a otros nombres como los de "Arias de Velasco, Pérez de las Clotas o Manolo Avello".

Durante su larga etapa en LA NUEVA ESPAÑA, iniciada en 1945, Eugenio de Rioja coincidió con varias generaciones de periodistas asturianos, entre ellos una joven hornada que comenzó a aterrizar en la redacción a comienzos de los años 60. Entre ellos estaba Graciano García, director emérito de la Fundación Princesa de Asturias, quien destaca especialmente la faceta profesional del que por entonces ya era un veterano redactor. "Era el mejor periodista de LA NUEVA ESPAÑA de la posguerra por su cultura y su raza informativa", indica García.

También coincidió en la redacción durante mucho tiempo con Juan de Lillo, el cual llegó a ser redactor jefe. "Cuando le conocí ejercía de periodista distinguido que además hacía críticas de cine y demostraba estar muy bien formado", rememora en relación a un profesional con el que reconocer haber tenido una brecha generacional. "Muchos de los que entonces empezábamos éramos unos niños al lado de él " cuenta el que en 1986 se convertiría en director de la "Hoja del Lunes".

"Escribía muy bien, tenía presencia y se encargaba de los editoriales y las opiniones, era muy culto y un maestro resumiendo, sintetizando información", relata Rubén Suárez al recordar la figura de un Eugenio de Rioja al que califica como "una persona muy reservada y con una larga trayectoria en el periodismo asturiano que abarcó diferentes etapas".

En la ciudad no era solo conocido por su faceta periodística. En su historial figura también el mérito de fundar el Centro Riojano de Oviedo. La colectividad de su Rioja natal se conformó oficialmente en 1998 y el periodista fue su alma mater y primer presidente. Poco después dejó paso a otros directivos, aunque los socios acordaron nombrarle Presidente Honorífico por su papel como referente de La Rioja en Asturias. "Se tenía por muy riojano, pero también por muy asturiano", explica Julián Díaz-Cantabrana, expresidente del Centro Riojano y gran amigo del fallecido. Díaz-Cantabrana habló hace unos días con Eugenio de Rioja y ya notó su deterioro. "Cada vez que le llamaba le notaba más apagado", explica en relación a un hombre del que destaca varias virtudes. "Era ordenado, bien formado", apunta sobre el que para él fue "el gran referente de los riojanos en el Principado".