El periodismo asturiano ha perdido a la que fue durante décadas una de sus firmas de referencia. Eugenio de Rioja, que fue redactor de LA NUEVA ESPAÑA y uno de los columnistas más renombrados de la región, falleció ayer en Madrid, a consecuencia de una larga enfermedad. Tenía 97 años. La familia del periodista prevé trasladar sus restos a Oviedo una vez concluya el periodo de confinamiento a causa de la expansión del coronavirus, para que reciba cristiana sepultura en el cementerio de San Salvador, donde reposan desde 2010 los restos de su esposa, María Luisa Vázquez González.

Aunque nació en Casalarreina, provincia de La Rioja, en 1922, la trayectoria profesional de Eugenio de Rioja se vincula de manera indeleble a Asturias y, especialmente, a LA NUEVA ESPAÑA. Su entrada en la plantilla del periódico se produjo en el año 1945, cuando en su documentación aún figuraba su nombre de nacimiento: Eugenio Martínez Pérez. Previamente, había completado sus estudios en la Escuela Oficial de Periodismo de Madrid, y había hecho prácticas y trabajado en los periódicos "Hierro", de Bilbao, y "Proa", de León.

Al incorporarse al periódico, entonces dirigido por Francisco Arias de Velasco, el entonces jovencísimo periodista fue rebautizado como Eugenio de Rioja, en atención a sus raíces. "Cuando llegué aquí todo el mundo me llamaba Rioja y perdí la identidad del Martínez Pérez", rememoraría años después en una serie de entrevistas para LA NUEVA ESPAÑA en las que repasaba su trayectoria.

Fichaje por Hidroeléctrica

Durante sus primeros años en el periódico, Eugenio de Rioja realizaba sus estudios de Derecho y dirigía el semanario langreano "Filón", además de colaborar con la emisora Radio Oviedo, dirigida asimismo por Arias de Velasco. Su trayectoria profesional dio un giro en 1959, a raíz de que publicase en la revista "Tesón", de periodicidad mensual y dirigida a empresarios, un artículo sobre las relaciones públicas de las empresas eléctricas americanas. La lectura de ese artículo llevó a Prudencio Fernández-Pello, entonces director de Hidroeléctrica del Cantábrico, a ofrecer un empleo a Eugenio de Rioja como responsable de comunicación de la empresa. "Fue la primera empresa privada de servicio público en España que hizo esa labor de comunicación y relaciones públicas", sostendría años después el periodista, cuya labor en la eléctrica propició que "pasáramos del muro de silencio al de cristal en Hidroeléctrica del Cantábrico".

En los años siguientes, el periodista alternó sus responsabilidades en la compañía eléctrica con su labor en el periódico. Cuando Juan Ramón Pérez Las Clotas asumió la dirección del rotativo, en 1964, Eugenio de Rioja pasó a la sección "Mesa de redacción", en la que, como él mismo precisaría años después, trataba temas de actualidad que se escapaban a las consignas oficiales del régimen.

En aquella redacción, llena de históricos del periodismo asturiano, Eugenio de Rioja destacaba, recuerdan sus compañeros, por la calidad de sus escritos y por ese empuje a la hora de tratar asuntos que se filtraban por los resquicios que dejaba la censura, lo que hacía de él un redactor respetado en la profesión y muy seguido por los lectores.

Su etapa en Murcia

Aunque estaba muy consolidado en Asturias, el siempre inquieto periodista se lanzó, en 1969, a una nueva aventura profesional. Ese año se trasladó a Murcia para asumir la dirección del periódico "Línea". La experiencia no fue del todo positiva, tal y como él mismo recordaría, debido a una redacción anquilosada y a una serie de enfrentamientos con el gobernador civil debido a unos artículos, titulados "Minitema", con los que trataba de dar un mayor empuje al periódico aprovechando los resquicios que dejaba la censura. "Con estos artículos me desahogaba de lo que no podía hacer por otro lado", aseguraba Eugenio de Rioja.

Pese a las limitaciones de la redacción, la labor del periodista permitió a la cabecera murciana cuadruplicar su tirada, pasando de 2.000 a 8.000 ejemplares, alcanzando los 12.000 los domingos. Pero el "punch" de sus artículos tenía la contrapartida de que le puso en el punto de mira de la Prensa del Movimiento, tal y como él mismo relataría años después: "Me traían por la calle de la amargura, yendo a Madrid para un expediente y declarando a veces durante ocho horas. Había sucedido también que al comienzo una comisión del Consejo Provincial del Movimiento en Murcia había ido a ver a Madrid a Solís, que fue ministro secretario general del Movimiento, y le dijeron que yo era 'socialista'. Entonces él respondió a los comisionados que '¡ya es hora de que un socialista dirija un periódico del Movimiento!'".

Eugenio de Rioja aguantó las presiones hasta que el economista Juan Velarde le llamó para advertirle del peligro que corría. "Me dijo: 'Eugenio, bájate del caballo porque estos señores si te quieren hacer daño, te lo harán, desengáñate'. Yo, claro, tenía dos hijos, Jesús y Javier, que estaban despegando para la Universidad, y me dije: 'Con el futuro de mis hijos no puedo jugar'. Le hice caso y volví a Oviedo", rememoraba. Su hijo Jesús continuaría posteriormente sus pasos como periodista, llegando a dirigir durante 15 años el periódico de información económica "Expansión".

El éxito de "Minitema"

Eugenio de Rioja retornó a Oviedo en 1971, reincorporándose tanto a Hidroeléctrica del Cantábrico como a LA NUEVA ESPAÑA, donde continuó con su sección "Minitema", que alcanzó una gran popularidad. Esto le llevó a tener serios enfrentamientos con responsables políticos, como un conocido alcalde de un concejo del centro de Asturias con el que se acabaría enfrentando en los tribunales a raíz de un artículo en relación a una cabaña que el regidor poseía en un pueblo piloñés. Los tribunales acabarían dando la razón al periodista.

Tras jubilarse, Eugenio de Rioja siguió colaborando periódicamente con el diario, como articulista de opinión, con escritos en los que mantenía la pujanza y la capacidad para abordar con perspicacia cualquier terreno, una constante durante toda su trayectoria.

Para esos años, aquel apodo cariñoso que le habían puesto cuando se incorporó, allá por 1945, a la redacción de LA NUEVA ESPAÑA se había convertido ya en su nombre real. Más recientemente, animado por el académico de la lengua Víctor García de la Concha, el periodista cambió su nombre y su inscripción legal, pasando a llamarse oficialmente Eugenio Martínez de Rioja. Un cambio que también afectó a sus dos hijos y seis nietos, que lo aceptaron de buen grado. No en vano, ese nombre, el nombre de guerra del periodista de raza, era el que se correspondía con su verdadera identidad.