La crisis del COVID-19 llega a la cesta de la compra y encarece productos básicos como las verduras y hortalizas, hasta el punto de que una coliflor llega a costar cuatro euros en una frutería de barrio. Un estudio realizado por Unión de Uniones destaca que el consumidor está pagando un 7% más por la comida respecto a 2015 y este incremento no lo han percibido los productores.

De acuerdo con los datos de Eurostat, en febrero de 2018 el consumidor pagaba un 3,5% más por la misma cesta de productos que en 2015, mientras que para el productor los precios percibidos por dichos productos se situaban un 1,3% por encima.

Dos años después, en febrero de 2020, el consumidor pagaba un 7,1% más por la misma cesta, mientras que el productor percibía unos precios un 2,6% por encima, lo que indica que la brecha se duplicó en tan solo dos años, alcanzando los 4,5 puntos.

Por producto, según los datos del MAPA, los productores de aceite de oliva, leguminosas y cítricos son de los que perciben los precios más bajos, situándose en 2019 un 30%, 12% y 11% por debajo, respectivamente, respecto a los que percibían en 2015.

En este sentido, la organización insiste en que esta gran brecha no está justificada por motivos de mercado y considera que solo es una señal del poder que tiene la industria y la distribución a lo largo de la cadena. "La brecha de precios es un claro indicador de que los instrumentos hasta ahora utilizados para mejorar la posición de los productores y consumidores no ha valido de nada", declaran desde Unión de Uniones.

La organización ya ha trasladado a los distintos partidos políticos sus propuestas de enmiendas en relación a las modificaciones que se harán en la ley sobre la Mejora del Funcionamiento de la Cadena Alimentaria. "Es un gran momento para afrontar de verdad los desequilibrios, está en manos del Congreso cambiar la ley para que sea eficaz", declaran desde la organización, que reclama el acuerdo de los grupos que sustentan al Gobierno y de la oposición.