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Me quedo en el pueblo | Piedrafita

Ganadera de cuna

María de los Ángeles Fernández se hizo cargo muy joven de una explotación de vacuno en Valdés: "Esto va en uno, te tiene que gustar"

María de los Ángeles Fernández Menéndez, en su explotación.

María de los Ángeles Fernández Menéndez es una enamorada de su trabajo y su pasión por la ganadería, que comparte con su marido y sus hijos. Hoy, cuando se ve a tantas mujeres jóvenes incorporarse a la ganadería, bueno es recordar que otras, mucho antes, les fueron abriendo camino con su ejemplo, como es el caso de esta valdesana. "Mis padres compraron el caserío en 1975 en Piedrafita. Entonces había 12 vacas y dos bueyes. En la actualidad tenemos unos 166 animales entre vacas de leche, secas y de recría", señala esta mujer, que ya lleva a la cabeza de la Ganadería Poyo 36 años. "Los primeros años trabajaba con mis padres y cuando se jubilaron yo me hice cargo. Mi marido ejerció unos años como carnicero y tiempo después también se incorporó al trabajo en la explotación", dice.

Mari o Ángeles, pues la llaman de las dos formas, siempre tuvo muy claro lo que quería, por eso afirma sin vacilar que "esto de la ganadería va en uno: te tiene que gustar, tienes que vivirlo. Nosotros hemos pasado por todas las crisis habidas y por haber en el campo, y aquí seguimos. Y eso que los primeros años fueron bien duros porque por entonces había que hacerlo todo a mano. Exigía mucho más esfuerzo. Menos mal que ha ido todo evolucionando para mejor y ahora existe mucha maquinaria que te facilita el trabajo. A veces trabajas más con la cabeza que con las manos", señala.

Afirma esta ganadera que nunca se sintió discriminada en su sector por ser mujer. "Jamás. A principios de los noventa empecé a ir a cursos de formación sobre explotación de vacuno y al principio, de los nueve que fueron, dos éramos mujeres. Luego nos ofrecieron otro curso de inseminación y ahí la única mujer que quedó fui yo con todos los hombres. Lo cierto es que yo siempre me he sentido de igual a igual", ratifica esta ganadera, para quien también es muy importante no quedarse atrás en la formación y el reciclaje. Y pone de ejemplo a sus propios hijos, Moisés y Jairo, que desde hace años trabajan también en esta explotación familiar en un oficio que, como sus padres y abuelos, llevan en la sangre.

"A mis hijos, como a mí, también les gusta la ganadería y lo viven como yo. En su caso, además de los conocimientos del oficio adquiridos en casa, también se han formado para adaptar las exigencias de su explotación a los tiempos que vivimos. Si algún consejo puedo dar a los jóvenes que miran hacia al campo para vivir y trabajar en él es que, además de que tiene que gustarte, porque esto es muy vocacional, también hay que prepararse y estudiar. Aquí se encuentra, por ejemplo, la Escuela de Luces (Colunga) y también está la Escuela de Ribadeo".

Esta profesional de la ganadería cree que actualmente se puede vivir en el campo asturiano "haciendo las cosas bien, estando preparado y reciclándote cada cierto tiempo para adaptarse a las novedades que van surgiendo. Por otro lado, una pareja que viva en un pueblo no tienen por qué dedicarse ambos a tareas agrícolas. Uno de ellos siempre puede ejercer otra profesión y, entre ambos, continuar viviendo en el pueblo, que es otro modo de luchar contra la despoblación", matiza.

Para su localidad, Piedrafita, pide una carretera mejor pues la actual, por su estrechez, no permite que se crucen en el mismo tramo un coche y un tractor. También la instalación de fibra óptica, hoy indispensable para vivir y trabajar, y también que "se valore y se reconozca como se debe nuestra profesión, que nunca se ha hecho". De igual forma reivindica esta ganadera el papel de la mujer en el mundo rural y su importancia para evitar el despoblamiento. "Que no olviden que nosotras somos las que fijamos la población", destaca.

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