El jesuita asturiano Juan Ignacio Nieto Tamargo falleció ayer por la mañana en Salamanca a los 86 años de edad. El sacerdote, natural de Siero, dedicó buena parte de su vida a servir a la comunidad gijonesa, colaborando durante décadas en el barrio de El Natahoyo. Su andadura en la ciudad, de hecho, comenzó en los años 60 y continuó de forma ininterrumpida hasta hace solo dos años, cuando se anunció formalmente su traslado a la ciudad castellana. Ya por entonces la comunidad gijonesa le había organizado una emotiva ceremonia de despedida en la que habían incidido en la "sencillez y humildad" del ahora fallecido. "Dejó una gran huella en las familias", lamentaron ayer los apelados.

Juan Ignacio Nieto (Meres, 1933), había ingresado en la Compañía de Jesús en junio de 1950 y fue ordenado sacerdote trece años después y una vez completada su formación en materias de filosofía, teología y magisterio, entre otras disciplinas. Antiguo alumno del colegio de la Inmaculada, dedicó casi toda su trayectoria a colaborar en la ciudad hasta hace solo dos años, cuando se oficializó su traslado a Salamanca. Al sierense, según recuerda la comunidad jesuita, se le guarda un especial cariño en el barrio de El Natahoyo, donde estuvo varias décadas destinado y centrado en ayudas humanitarias para familias con pocos recursos.

No fue, no obstante, su única colaboración en la ciudad. En 1971 llegó a La Laboral, donde trabajó como profesor durante otros ocho años. Después, tras un breve periodo en la Basílica del Sagrado Corazón de Jesús, viajó a la ciudad de Salamanca como colaborador con el Centro de Espiritualidad (CEL). Regresó a El Natahoyo a los tres años, ya en 1993, para ayudar en la Escuela de Padres, la parroquia y la comunidad local de Cáritas. Desde el 2006, también colaboraba con La Inmaculada en labores parroquiales y en centro de acción social del grupo.

Se marchó definitivamente a Salamanca el pasado 2018, y justo antes de su partida la Comunidad de Padres, durante una ceremonia de despedida para su compañero, expresó con estas palabras lo querido que Nieto había sido para todos los jesuitas gijoneses: "Los que hemos tenido la suerte de acompañarte en estos últimos años en Gijón hemos podido disfrutar de tu paz y sensatez que te han hecho aceptar con sencillez, humildad y esperanza el nuevo destino". En aquella homilía, que corrió a cargo de José Manuel Peco, se animaba al sierense a ser, desde Salamanca, "el pulmón y el corazón" de los compañeros que dejaba en la región.

La noticia de ayer, por tanto, ha supuesto un muy mal trago para el entorno jesuita, que emitió por la tarde un comunicado de despedida. En él, se incidió en la vinculación del fallecido con El Natahoyo y el resto de la ciudad de Gijón. "Nieto estuvo vinculado a Gijón durante 50 años de su vida y se consideraba gijonés de adopción", aclararon los responsables, que aplaudieron también la capacidad del fallecido de ayudar siempre en cualquier ámbito en el que pudiesen necesitarle. "Pasó prácticamente por todas las obras de la Compañía de Jesús en la ciudad: parroquia de San Esteban del Mar, Universidad de La Laboral, Residencia e Iglesia del Sagrado Corazón de Jesús, colegio de la Inmaculada y Consiliario del Vanguardia. Desarrolló una gran labor de acompañamiento en las escuelas de padres del Natahoyo y de la Inmaculada donde dejó una gran huella en las familias", resumieron.

Nieto dedicó, en total, 56 años de su vida al oficio sacerdotal y 69 a la comunidad de jesuitas. Será despedido hoy, en la capilla de San Estanislao de Salamanca, a las 11.00 horas.