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El Gobierno permite elevar al 50 por ciento el aforo máximo del interior de los bares

La hostelería, que ve insuficiente la medida, insta al Principado a "seguir alzando la voz" para que se autorice a acudir solo guardando la distancia

Gladys Martínez y José Manuel Ponga, ayer, comiendo en El Muelle de Candás. ÁNGEL GONZÁLEZ

Muy poco a poco, y de modo insuficiente en opinión de la hostelería asturiana, el Gobierno fue relajando ayer las condiciones de aforo que tendrán que cumplir los bares y restaurantes para abrir el interior de los locales en toda la región a partir de mañana. La orden ministerial que organiza la fase 2 de la desescalada eleva al cincuenta por ciento la fracción del establecimiento que puede ser abierta al público siempre que así lo disponga la administración autonómica. Será pues el Gobierno del Principado el que habrá de decidir si se acoge a una relajación de las condiciones de acceso a los locales que Asturias había pedido ya, aunque en otros términos. El Ejecutivo de Barbón ha manifestado reiteradamente su petición de que se sustituya el criterio del porcentaje de capacidad por el del mantenimiento de la distancia de seguridad, por lo que es probable que acepte esta flexibilización, aunque ayer no aclaró aún sus planes al respecto.

En la nueva realidad de los bares de toda la región a partir de mañana -la que ya pudieron disfrutar por adelantado desde el viernes algunos núcleos de menos de 10.000 habitantes-, sólo se sirve en mesa y "preferentemente mediante reserva previa". "En ningún caso" en la barra. Se mantiene la obligación de mantener una separación mínima de dos metros entre las mesas y las terrazas permanecen abiertas en las condiciones vigentes hasta ahora. Las discotecas y los locales de ocio nocturno tendrán que seguir esperando.

La patronal de la hostelería asturiana, Otea, recibió ayer esta alternativa de posible distensión de las condiciones de apertura con expectante escepticismo, como un mal menor muy escaso y la impresión de que no se colman ni de lejos sus aspiraciones.

Los empresarios esperan, algo es algo, que el Principado acepte ese cincuenta por ciento, pero también que suba el envite, que "siga alzando la voz" para eliminar esas restricciones de aforo. La interpelación forma parte de una batería mucho más extensa y amarga de quejas por el tratamiento que el sector está recibiendo del Gobierno central, que "aún ni siquiera se ha reunido con nosotros", protesta José Álvarez Almeida, presidente de Otea.

El estado de confusión e incertidumbre en el que viven los empresarios es "muy frustrante", añade, en muchos casos después de "sesenta días perdiendo dinero", con gente que puede volver mañana a trabajar "sin haber visto un euro del ERTE" ni apreciar voluntad de encontrar soluciones en el horizonte. Almeida clama contra el abandono a que el Gobierno de Sánchez somete al sector y pide que se les escuche y se les ayude. Recuerda que de las familias que viven directamente de la hostelería y el turismo dependen muchas más -"la industria quesera vende el 60 por ciento a la hostelería", ejemplifica- y reclama facilidades y ayudas, "igual que cuando hubo que rescatar al sector naval, o a la minería?"

Confusión

Mientras tanto, ayer, se mantenía la confusión y las reservas entre los hosteleros de los núcleos de población asturianos a los que ya se permitía abrir con restricciones el interior de sus locales. Pocos hosteleros se animaron en el Occidente a reabrir. En Cudillero, la familia hostelera de Verónica Pardo fue de las pocas que ofreció servicio de mesa en el interior en el restaurante La Lola. Tenía varias reservas para cenas. "Estamos muy pendientes de todo lo que pasa y en nuestro caso fue fundamental la ayuda de la asociación de hostelería de Asturias para poder abrir sin agobios", indica Pardo, cuyo comedor se adaptó para superar la prueba: se pudieron colocar cinco mesas a la distancia estipulada, informa A. M. SERRANO.

Confusión también en bares y restaurantes en Candás. "Tenemos que oír por la boca de alguien que realmente se puede antes de hacerlo", comentaron los hosteleros. En el restaurante El Muelle, a pocos metros del mar, ansiaban la apertura Gladys Martínez y su marido, José Manuel Ponga, residentes en Posada de Llanera, pero habituales de la villa marinera: "Teníamos muchas ganas de venir", subrayaban ayer, poco antes de dar cuenta de una buena bandeja de mariscos. "Está excelente", apostillaban. Y es que, comer en el interior de un restaurante les sabía aun mejor tras "dos meses casi sin salir de casa", informa A. ILLESCAS.

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