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Las consecuencias de la recién aprobada ley de Residuos y Suelos Contaminados

En el bar, sin pajita y con agua gratis

El plástico, condenado al destierro: el Gobierno grava la producción para reducir su uso l La hostelería deberá prescindir de objetos de este material en un año

Yanira Fernández y su hermano Thiago, ayer, tomando su bebida con pajitas en Oviedo. I. COLLÍN

A Yanira Fernández Pérez, de 6 años, le gusta beber los zumos y refrescos con pajita: "Porque así no me mancho la ropa". Lo dice muy seria mirando a su madre, Jennifer Pérez, hostelera de Oviedo -regenta desde hace 8 años el Río Deva, junto a la estación de autobuses- y, como la inmensa mayoría del gremio, desconocedora (y muy sorprendida) de que dentro de poco más de un año tendrá que desterrar las populares pajitas de su establecimiento, además de cubiertos (tenedores, cuchillos, cucharas, palillos), platos y agitadores de bebidas, junto a otros recipientes para bebidas y alimentos.

En resumen: fuera el plástico. O cuanto menos, mejor. Esto pasa también por ofrecer a la clientela la posibilidad de beber agua del grifo gratis, no envasada, para reducir al máximo el consumo de las botellas de este material. De esto no se libra tampoco la administración pública, que deberá tener depósitos de agua potable en sus sedes para que la gente no use (o use poco) la botella. Aparte, en España, producir o importar recipientes de plástico que no sean reutilizables será gravado con un impuesto con el que el gobierno prevé recaudar 724 millones de euros al año.

Todo esto llega con el anteproyecto de ley de Residuos y Suelos Contaminados que aprobó ayer mismo el Consejo de Ministros y que se enmarca en la Estrategia Española de Economía Circular que surge para cumplir con las recomendaciones de la Unión Europea en cuanto a contaminación y cuidado del medio ambiente.

La hostelería es uno de los sectores más afectados por la nueva normativa -también se prohíben los bastoncillos para limpiar el oído, los cosméticos y detergentes que contengan microplásticos añadidos intencionadamente-, pero en Asturias los profesionales están poco o nada enterados de su contenido. De hecho, la patronal OTEA descartó ayer valorar el texto y sus consecuencias hasta conocerlo más en profundidad.

La ley presentada por la ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, llega en pleno despertar de la actividad de bares y restaurantes en medio de la crisis del coronavirus que les ha tenido dos meses parados y pendientes, un día sí y otro también, del Boletín Oficial del Estado (BOE) para cumplir con los requisitos sanitarios y de higiene. "Yo ya ni lo miro, me he cansado...", reflexiona Ana Menéndez, de La Bodega de Carolina.

Como el resto, admite desconocimiento total de una norma que ve bien en cuanto a reducir el consumo de plásticos. "Yo ya tuve pajitas que no eran de plástico. Las piden sobre todo los niños", explica. No percibe a la clientela muy concienciada en cuanto a a reducir el consumo de envases para contaminar menos. Con todo, sobre la obligación de facilitar agua gratis del grifo sin botella, Ana Menéndez se muestra reacia: "Ya se suele dar un vaso de agua si alguien lo pide. Pero, en general, si me piden agua, yo doy embotellada. No creo que darla del grifo sea muy correcto. Prefiero regalar el botellín antes de dar agua corriente".

A su lado, José Manuel Fuentes regenta el Travel 18. "Tengo desconocimiento total", admite mientras atiende su amplia terraza. Entiende el espíritu de la ley y su objetivo de reducir al máximo la contaminación, pero lamenta que, como siempre, quien tiene que poner de su parte es el hostelero con su esfuerzo. "Si hay que quitar el plástico, que den alternativas", reclama. Fuentes no tiene problema en servir un vaso de agua del grifo: "Siempre se ha dado, no es nada nuevo. Pero una cosa es ofrecerlo como un gesto, o un favor, y otra cosa es que estemos obligados a ello".

Alternativas también pide la mierense asentada en Oviedo Alejandra Álvarez, con dos hijos pequeños. En su hogar han desterrado las pajitas, "y si pudiera eliminaría todo el plástico. Pero es muy difícil, que me digan cómo".

El gobierno de España ha encontrado una fórmula con el impuesto a su producción. Con ello esperan que las empresas se lo piensen mucho antes de fabricarlo o importarlo; así, poco a poco habrá menos recipientes a mano del consumidor en el mercado. Según puso de ejemplo la ministra Ribera, si se acumulara el conjunto de los residuos que se producen en España al año, se podría llenar 2.900 veces a rebosar el estadio Santiago Bernabeu; en cuanto al plástico en los océanos, a donde llegan cada año 8 millones de toneladas, su equivalente "daría para que cada 30 centímetros de suelo terrestre se hallaran cinco 5 bolsas de la compra llenas". La Ministra también avaló el impuesto a la fabricación de envases de plástico no reutilizables, porque la fiscalidad verde de España "es más baja" que la media de la UE.

"Necesitaríamos dos Españas y media para abarcar lo que los españoles consumimos cada año", resumió la Ministra en defensa de la ley de Residuos. Una normativa que tiene un año por delante para implantarse y que afecta de lleno al sector hostelero, aunque hay otros afectados como el de los cosméticos o la citada industria productora de plástico.

Pero va a ser que sin nadie pretenderlo también los niños vayan a sufrir la consecuencias de la ley por partida doble. Porque junto al fin de la pajita del refresco también llega el del palito para sujetar el globo: será prohibido sin contemplaciones. Mejor con cuerda.

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