El Presidente Adrián Barbón, ha encargado a su vicepresidente, Juan Cofiño, la tarea más farragosa de la legislatura, pero no por ello menos prioritaria. Ha sido un mantra largamente reiterado el de la necesidad de reformar la Administración, optimizar los recursos públicos, agilizar las tramitaciones, evitar un crecimiento continuado del personal del Principado y, en definitiva, conseguir ahorro en un gasto, el de nóminas, que representa casi cuatro de cada diez euros de los que dispone el Gobierno regional.
La pandemia del covid-19 ha dejado claro el escaso margen con el que cuenta Asturias para disponer de fondos no ya para grandes inversiones, sino para afrontar imprevistos onerosos. Habrá que ver qué respaldos consigue el Gobierno en una tarea que otros partidos reconocen, en privado, imprescindible.
Cofiño deja la gestión de las infraestructuras para adentrarse en una tierra arenosa y que puede ser motivo de conflictos para el Ejecutivo. Él mismo quitó la anilla de la granada en una entrevista con LA NUEVA ESPAÑA publicada el pasado 15 de mayo: "Debemos hacer una gran reflexión para ser más eficientes en la Administración, y eso incluye todos los capítulos, también el de personal; es algo que quizás debimos haber hecho antes, pero ahora es absolutamente necesario". Aquella afirmación sembró alguna inquietud en el Ejecutivo, pero el propio Barbón ratificó en una entrevista con este periódico el pasado domingo que Asturias no podría permitirse un gasto en la Administración que la hiciese insostenible.
Cofiño tiene el pragmatismo de quien considera que hay trabajos que alguien debe hacer, aunque no resulten vistosos o cómodos. Su desembarco, como un marine en la playa de la Administración autonómica, sumado a su tarea de capitanear la reconstrucción económica tras la pandemia, constituye un giro que, sin duda, marcará el tono de lo que resta de mandato.
