Dice Carmen Cerdeiro que ella siempre fue "muy de sidra" pero que de joven, por ser mujer, no se la dejaba trabajar. Y dice que hasta hace más bien poco el sector chigrero era una cosa "como de paisanos", y que ella tuvo que aguantarse y cuidar de la familia -aunque de buen grado- hasta que al final se lió la manta a la cabeza y se metió a trabajar como cocinera. Y dice que hace 23 montó "por fin" su sidrería soñada, con el apoyo de su hijo, y que ahora las cosas van "divinamente". Tiene cinco nietos y tres bisnietos, intuye que el negocio seguirá adelante cuando se jubile porque parte de sus parientes se han metido en el negocio familiar, Sidrería Cabranes, y ayer se llevó a casa un ramo de flores como una de las nuevas "Madres de la Sidra" de Trabanco, un premio que promueve la sidrería gijonesa y que premió este año a siete mujeres con vinculación al sector.

Yolanda Trabanco, directora de ventas, resume así el motivo del homenaje celebrado ayer en su local de Lavandera: "En este sector la cabeza visible eran figuras masculinas, así que ellas estuvieron detrás de maridos, hermanos, yernos y cuñados, entre fogones. Pero renunciaron a mucho para poder cuidar de sus negocios y de la sidra, y alguien tenía que reconocerles por fin esa labor".

El resto de homenajeadas con vinculación sidrera son Graciela Nozal (Sidrería Romy), Virtudes Izquierdo (Sidrería Guaniquei), María José Coalla (Sidrería Casa Fede), Ana Bella Arenas (Sidrería Asturias) y María Luisa García (Casa Marisa). Llevan , de media, cosa de dos décadas en el sector de la sidra y todas, sin excepción, reconocen que recibieron la llamada de Trabanco para informarles del premio con "mucha sorpresa". Y eso indica que la teoría de Cerdeiro no va desencaminada. Arenas la completa así: "Ya era hora de que se reconociese a las madres que estuvimos siempre en la sombra y tratando de estar a la altura de algo como la sidra, que es tan nuestro. Un chigre sin una sidra y una tapa, ¿qué ye?".

Más peculiar, si cabe, es la historia de la séptima premiada, Mónica Díaz, nombrada "madre de la sidra honorífica" en un reconocimiento creado de forma expresa para ella este año, aunque desde Trabanco estudian ahora hacer homenajes similares en ediciones futuras. El suyo es un premio a la emoción y no a la trayectoria, porque ella, explica negando con la cabeza, de chigrera tiene "más bien poco". Quienes eran grandes aficionados de la sidra, aunque solo como consumidores, eran su suegro y su marido, Rafael y Rafa Casasola. Su esposo había contactado con los responsables de Trabanco para enviarles una emotiva fotografía en la que salía su padre, vaso en mano, disfrutando de un culín de_Trabanco. Por entonces Rafael acababa de fallecer y a Rafa le pareció un gesto bonito para recordarle. Se dio la fatal casualidad de que meses después el marido de Díaz también falleció. Y ella, durante este confinamiento, se topó con una fotografía casi exacta a la anterior pero en la que el protagonista es él. "Tuve que contactar de nuevo con Trabanco para enseñársela. Rafa murió en octubre y la foto, creo, se hizo en junio. Son de esas cosas que cuesta creer que pasen por casualidad", explica, emocionada.

La gala de ayer, celebrada bajo estrictas normas de prevención de contagios -aforo limitado, hidrogel en varios puntos de la finca y uso obligado de mascarilla-, sirvió también para degustar por fin la primera sidra del año en una cosecha que se ha retrasado un poco para asegurar que el producto, ahora sí, esté en su mejor momento. "Ya nos pasó más años y no suele afectar mucho en ventas. Eso sí, los interesados tienen que apurarse: en cosa de dos meses el sabor de la sidra cambia y ya no tiene el frescor de ahora. Por eso es edición limitada", advierte Trabanco.