Nada menos que treinta y dos rutas a las más bellas cascadas protagonizan el nuevo libro del montañero y senderista Antonio Alba, colaborador de LA NUEVA ESPAÑA y gran conocedor del paisaje asturiano. Con el título "Cascadas de Asturias, 32 rutas con cartografía", este montañero asturiano, vicepresidente de la Federación Asturiana de Montaña, quiere destacar no solo la belleza de los saltos de agua, sino el entorno en el que se encuentran, así como los caminos y senderos que conducen hasta ellos, como él mismo explica: "No tenemos grandes cascadas, pero las que tenemos son muy bonitas y, además, en medio de paisajes singulares, mágicos. Y es que no solo las cascadas son hermosas, sobre todo también lo son los lugares donde están". Sin duda que los amantes de este espectáculo de agua están de suerte ahora con el libro de Alba, pues cada vez son más los viajeros que en Asturias se sienten atraídos por contemplar estos saltos de agua. Sorprende la cantidad de ellos que hay en la región, aunque el propio autor explica que su libro apenas recoge unos pocos y que hay muchos más.

El centro y occidente de Asturias son las zonas donde sitúa este experto montañero y senderista la mayor parte de ellas, aunque también hay en el Oriente. Entre las de más altura cita las de Oneta, en Villayón, y la del Saltu el Caleyu, en Cabrales. "La de Cioyo, en Castropol, es muy bonita, y otra muy particular es la de la cueva del Pímpano, también en Villayón. Pero hay muchas más. Unas son tipo cola de caballo, mientras que en otras digamos que el río se desparrama en varios saltos de agua", matiza.

El libro de Antonio Alba sirve para disfrutar de Asturias desde el primer momento en que se empieza a caminar por cada una de sus rutas. Bosques, pueblos, caminos empedrados, molinos junto a los ríos, historias que escuchar de los vecinos que conocen bien estos lugares e incluso olores y sonidos de la naturaleza, tan cambiante y singular en cada estación del año. Cada ruta, hasta treinta y dos, está perfectamente descrita, tanto a través de los textos como de las fotografías, con todo tipo de indicaciones, además de un buen mapa. Igualmente se informa de la facilidad o dureza de la ruta; longitud, esfuerzo y severidad del medio natural y orientación. También alude el autor a las cascadas que hay en algunos acantilados de la costa. "Sin embargo, muchos de esos arroyos no llevan agua durante el verano, por lo que no han sido descritos en el libro".

Antonio Alba recuerda que a la hora de disfrutar del paisaje hay que salir a él con sentido común y respetando el entorno que se pisa. "Nunca se debe ir solo, lo mejor es que sean un mínimo de tres personas". En el libro ya señala, entre otras cosas, "cómo llegar a muchas de estas cascadas; si bien algunas se encuentran dentro de un pequeño recorrido (PR) señalizado, llegar a la mayoría requiere un mapa o las indicaciones de algún vecino, de ahí que las descripciones que encontremos en la guía permitan llegar a las mismas sin ningún problema y con seguridad".

El menú de agua y belleza está servido en este libro, que muestra al viajero lector la riqueza de nuestro entorno natural. Así, además de cascadas tan conocidas como las ya citadas de Oneta (Villayón) y Cioyo (Castropol), emergen La Seimeira de Murias (Santalla de Oscos), Xurbeo (Aller), Xiblu (Teverga) o la de Buanga/Guanga (Oviedo). También cita otras mucho más desconocidas, pero no por ello menos bellas. Tal es el caso, por ejemplo y por citar algunas, de las cascadas de Celón y Picón, en Villanueva de Oscos; la cascada de La Varera (Aller), la cascada de Zaramatu (Tineo), la cascadas del río Nozalín (Sobrescobio), la cascada del Corralón (Somiedo), la cascada Braña de Corros (Cangas del Narcea) o el Pinganón del Caidero (Aller). Apenas una muestra de tantos lugares en el Principado donde estos ríos verticales invitan, cada día más, a recorrer las sendas que llevan hasta ellos. Sin duda que el libro de Antonio Alba es el mejor guía para disfrutar de todo ello.