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"No tengo rencor, solo quiero justicia", clama la madre del hombre asesinado en Villaviciosa

La familia de Adrián Gancedo causa las lágrimas del jurado al recordar a "un hijo excelente y buen padre" mientras los testigos difieren en el relato

Brayan Tuero, ayer, escoltado por la Policía, durante la segunda sesión del juicio por el crimen de Adrián Gancedo en Villaviciosa. Juan Plaza

“Me quitaron la vida, estoy muerta en vida, pero no tengo rencor; solo quiero que se haga justicia”. Con estas palabras provocó ayer el llanto en buena parte del jurado popular Begoña Solares, la madre de Adrián Gancedo, el hombre de 32 años asesinado a puñaladas a las puertas de una discoteca de Villaviciosa en noviembre de 2017. Su declaración sirvió, junto a la del padre y excompañera sentimental del fallecido, para dar la mejor imagen de la víctima hasta ahora, “una persona excelente, llena de vida, noble, cariñoso y un buen padre”. El único acusado del crimen, Brayan Tuero Cuesta, de 23 años, se tapó el rostro con sus manos, esposadas, y agachó la cabeza durante la más de media hora que duraron las declaraciones de los tres familiares de Gancedo, que le miraron fijamente sin llegar a cruzarse nunca las miradas. Él las rehuyó en todo momento.

La segunda sesión del juicio para esclarecer este crimen se celebró ayer en dos vueltas, mañana y tarde. En la primera parte y algo de la segunda, desfilaron varios testigos del conflicto que acabó con la muerte de Gancedo aquella madrugada, muchos de ellos pertenecientes al grupo que acompañaba ese día a Brayan Tuero, aunque ninguno dijo ser su amigo. Diez testimonios de jóvenes -incluido el dueño de la discoteca- y diez versiones distintas, lo que provocó que los interrogatorios, especialmente los del fiscal, que lleva la voz cantante en el proceso y se armó de paciencia ante los “no lo sé” y “no lo recuerdo”, se alargasen con preguntas y repreguntas sobre lo mismo. En algún caso hasta más de una hora de reloj para un solo testigo.

En lo que sí coinciden es en que Brayan Tuero y Adrián Gancedo se pelearon cara a cara aquella madrugada en dos ocasiones, una al entrar a la discoteca y otra a la salida, pero ni siquiera se ponen de acuerdo en el motivo. Varios dicen que de inicio fue por un cigarrillo. Tampoco coinciden en si el acusado se sentó a beber con ellos chupitos de Jägermeister y Red Bull -lo sirven en jarras- o si se quedó solo y apartado tomando una cerveza en la barra. Parece que hay más quórum en cuanto a que Brayan Tuero iba bebido y que había tomado cocaína y cannabis, pero fue imposible que llegasen a describir los síntomas.

Lo principal del caso, y por ello las insistencias de las acusaciones (piden 20 años de cárcel), la Fiscalía (17 años) y la defensa (aboga por homicidio y cinco años de cárcel), está en saber, por un lado, si Brayan Tuero llevaba una navaja desde el principio, pero nadie dijo haberla visto aquella noche. Es más, aseguraron varios de ellos que no era habitual que Tuero llevase armas. Y por otro lado, dilucidar si después de asestarle tres puñaladas en la espalda a su víctima -cuando los dos protagonistas y una amiga del acusado se cayeron al suelo-, se alejó unos metros y luego volvió al poco tiempo para darle tres navajazos más en el pecho a Gancedo, o si la agresión sucedió en el mismo espacio de tiempo.

La duda principal está en si la víctima se defendió o no del ataque, fundamental para determinar si fue un asesinato o un homicidio. Por lo dicho ayer, mañana y tarde, todo apunta a que Tuero y Gancedo se pelearon e insultaron varias veces a lo largo de la noche, con frases provocadoras, hasta que se engancharon cuando el acusado ya se iba. En esa pelea última fue cuando el reo usó la navaja -de siete centímetros y exhibida ayer al jurado- para asestarle al menos tres puñaladas en el pecho, una de ellas mortal al alcanzarle el corazón. ¿Se defendió Gancedo? La gran pregunta del caso tuvo ayer respuestas por el sí y por el no.

“Ya no tengo vida”

“Ya no tengo vida”La sesión vespertina del juicio, a partir de las cuatro de la tarde, se inició con la declaración de más testigos, uno de ellos resultó grotesco al decir lo mismo y lo contrario entre una retahíla de “no me acuerdo”. Lo más emotivo fueron los testimonios de la familia del fallecido. “Era un hijo excelente, vivía y cuidaba a su abuela, que se ha quedado chiflada desde su muerte; también de su hermano, que por un accidente de tráfico se quedó con un 95% de minusvalía; mi hijo nunca buscó problemas, era lo mejor de la huerta”, afirmó Begoña Solares, su madre. “La muerte de un hijo no se supera, eso te lleva a la tumba todos los días de tu vida”, añadió mirando fijamente al jurado y antes de romper a llorar cuando acabó de declarar. “No lo superaré nunca, ya no tengo vida”, aportó Miguel Ángel Gancedo, padre de la víctima. “Era un buen padre, a la niña le ha afectado mucho”, dijo la compañera sentimental del fallecido, que dejó una hija que ahora tiene 13 años.

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