El uso obligatorio de las mascarillas entró en vigor el pasado 21 de mayo, tras un largo debate precedido de opiniones contradictorias de distintos expertos. El Gobierno central terminó llevando al Boletín Oficial del Estado (BOE) una demanda creciente que imponía su utilización a partir de los 6 años en la calle, en espacios al aire libre y en cualquier lugar cerrado de uso público cuando no se pudiera mantener la distancia de seguridad, fijada finalmente en 1,5 metros.

Esa distancia, que muchos consideraban la mejor mascarilla, no es ya un límite en Cataluña, la primera comunidad en aplicar desde ayer su obligatoriedad permanente bajo multa de 100 euros. A Cataluña la seguirá Baleares, inmersa en los temores desatados por la proliferación de fiestas ilegales masivas sin ninguna norma de seguridad. Asturias, Cantabria y Aragón podrían ser las siguientes en aplicar la misma medida, que tendrá como excepciones la práctica deportiva o determinados entornos como playas o piscinas, pero que en casi todos los casos regirá en las terrazas de los bares, donde los clientes sólo se podrán quitar la mascarilla en el momento de comer o beber.

Diversos expertos en inmunología y salud pública han valorado la importancia de usar las mascarillas y de usarlas bien, pero no de forma generalizada en territorios donde no se han detectado brotes, cuando las personas respetan la distancia de seguridad y el entorno en el que se mueven es una zona considerada de baja transmisión.