María González-Pumariega, Santiago Calleja y Miguel Polledo coinciden en que su trabajo diario tiene, además, "mucho de interés personal y de afición". Quizá por pudor profesional no hablan de pasión. Lo suyo es mucho más que explicar pinturas y grabados en la pared; es recrear la Prehistoria a través de preguntas y respuestas, de activar las emociones. Cuentan una parte sustancial de la historia del ser humano.

Lo hacen todos los días como guías que son de las cuevas asturianas con arte rupestre, y trasladan su filosofía de trabajo al libro "Arte y símbolo en la pared", el primero del coleccionable que LA NUEVA ESPAÑA inicia el próximo sábado en un apasionante recorrido por las cuevas declaradas en 2008 Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO: El Pindal, La Peña de Candamo, Tito Bustillo, Llonín y La Covaciella.

Tres autores para un libro que, en el marco de la colección "El legado del arte rupestre asturiano", resulta imprescindible para valorar el inmenso patrimonio que se esconde en las cuevas, abrigos y museos de la región. Se podría decir que Pumariega, Calleja y Polledo tienen vidas paralelas. Los tres se licenciaron en Historia en la Universidad de Oviedo, y los tres lograron su suficiencia investigadora con estudios relacionados con la arqueología en Asturias (Cova Rosa, El Pindal y la minería aurífera romana). Todos ellos tienen experiencia divulgadora, inicialmente en el Prerrománico asturiano, y hoy se centran de forma exclusiva en el arte parietal paleolítico, como personal adscrito al Principado.

LA NUEVA ESPAÑA los ha reunido ayer en el Parque de la Prehistoria, en Teverga, donde se exhiben las reproducciones de algunos de los grandes hitos artísticos de la Prehistoria en la región, comenzando por las dos cuevas Patrimonio de la Humanidad que no están abiertas al público, La Covaciella y Llonín.

Entre los tres suman más de medio siglo de contacto diario con los visitantes. Hoy, María González-Pumariega, que además es licenciada en Arte, ejerce de guía de la cueva de El Pindal, mientras que sus dos compañeros forman parte de la plantilla que muestra los tesoros de Tito Bustillo.

Ese afán "divulgativo, contado con naturalidad, basado en el dato" y adecuándose a las necesidades y singularidades de sus interlocutores, está presente en su libro "Arte y símbolo en la pared". Y lo hacen tratando de contestar, hasta donde en la actualidad podemos hacerlo, a las grandes preguntas en torno al arte -y a la vida- de esos primeros artistas. ¿Quiénes eran?, ¿Cómo trabajaban?, ¿Cuándo dejaron su huella en las paredes?... Quizá la pregunta más sugerente es la de ¿por qué pintaron y grabaron, cuáles eran sus motivaciones últimas a la hora de abordar esos colosales ejercicios de color y grabado?

Y frente a ese arte que sitúa a Asturias como primera referencia mundial, los adjetivos sirven para ponerlo en valor pero también para señalar los retos a los que nos obliga. "Es un patrimonio vulnerable", señala Miguel Polledo. Incluso más que vulnerable, a juicio de María González-Pumariega: "Es también frágil". Polledo hace hincapié en la "diversidad" que supone las cuevas asturianas en su conjunto: "Engloban la práctica totalidad de variables temáticas y técnicas que nos vamos a encontrar en el Paleolítico Superior europeo". Todas las grandes etapas artísticas del Paleolítico están representadas en Asturias, y esta es una afirmación que muy pocas regiones en el mundo pueden defender.

Santiago Calleja no duda en calificar de "excepcional" el patrimonio paleolítico astur, e incide en el carácter complementario de las cinco cuevas "mundiales", no sólo por el hecho de que cubren todo el espectro temporal paleolítico, sino porque las posibles carencias concretas de cada una de ellas se cubren de largo con las otras cuatro. El "carácter incomprensible para nosotros" de muchas de las representaciones es, a juicio de Calleja, otro de los atractivos.

Hay en sus formas y representaciones una "indudable analogía" con otras cuevas cantábricas y francesas, afirma Miguel Polledo. No es casualidad que la declaración de Patrimonio Mundial de hace doce años incluyera, además de las cinco cuevas asturianas, otras nueve cántabras y tres vascas. Los bisontes de La Covaciella, por poner un ejemplo, no se pueden entender sin conocer los representados en las cuevas pirenaicas o las de la Dordoña francesa. Hace 15.000 años había movilidad de útiles, personas e ideas. Los conceptos "viajaban".

Pero esa analogía no impide otra cualidad en la que insiste González-Pumariega: "Estamos hablando de un patrimonio exclusivo", de algo único que, como ocurre con los monumentos del Prerrománico, nos singulariza.

Los tres autores de Arte y Símbolo en la Pared nos cuentan la historia, no exenta de altibajos, de la investigación arqueológica asturiana y nos guían en un viaje muy gráfico por toda la geografía del arte parietal y mueble asturiano. Un mapa indisolublemente unido a los grandes cauces fluviales de la región, convertidos en hábitats que facilitaban el objetivo de la supervivencia de los grupos paleolíticos . El inmenso legado que hoy disfrutamos en la cuenca del Nalón (La Lluera merecería ser, sin duda, el sexto yacimiento Patrimonio de la Humanidad en Asturias) se une al cauce del Sella -con Tito Bustillo a la cabeza- y al del periférico pero muy rico del Cares-Deva, con La Covaciella y Llonín entre otras muchas referencias.