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Talento astur en la meca de la neuroingeniería

Celia Fernández, elegida para un posgrado en la Johns Hopkins: "Fue un proceso muy estresante, y ahora no sé si podré viajar a Estados Unidos"

Celia Fernández, en una imagen tomada en Maryland junto a la mascota de la Universidad americana, "Testudo". Todos los alumnos del campus le acarician la cabeza cuando la ven y le ofrecen regalos para tener buena suerte en época de exámenes.

Tras someterse a un proceso "muy estresante y competitivo", la asturiana Celia Fernández Brillet comenzará en apenas un mes los estudios de doctorado en Ingeniería Biomédica en la Universidad Johns Hopkins de Estados Unidos. Todo está a la espera de lo que la Administración americana decida en torno a los visados para extranjeros en el país. Si no llega antes de finales de septiembre, Celia perderá uno de los seis años de beca que le fueron otorgados por sus excelentes calificaciones y la superación, al máximo nivel, de las pruebas de selección. A diferencia de la Universidad española, las estadounidenses se aseguran muy mucho de que quienes acceden a los programas de posgrado son jóvenes talentosos e interesados en la disciplina que desean cursar. La aceptación en una de las mejores universidades de su especialidad no fue fácil. Ya antes del periodo de confinamiento, en torno a Navidad, la joven comenzó a preparar sus cartas de recomendación y motivación. Después llegaron los exámenes de inglés (logró una calificación de 116 sobre 120), los de Matemáticas (donde obtuvo un 168 sobre 170), verbal (159/170) y redacciones (con un 5 sobre 6), todos ellos con textos muy técnicos que obligan a manejar un vocabulario extenso. Y todo al tiempo que avanzaba en el último curso de sus estudios de grado.

"A finales de enero comenzaron a responder. Si les interesas te convocan a una entrevista. Hice cuatro: dos para Boston y Tufts, donde fui admitida, y en la Johns Hopkins, también, y luego en la Universidad de Duke, Carolina del Norte. Fue justo antes de entrar al modo online. Durante varios días me enseñaron sus laboratorios, realizaron una jornada de introducción, me presentaron a los profesores... El proceso de selección es totalmente distinto a lo que se hace en España", reflexiona la joven.

Con un pie ya en EE UU, Celia Fernández lamenta que, ni siquiera en una de sus últimas oportunidades para seguir en España, la Universidad hubiera luchado por quedarse con ella. Su expediente intachable, con una nota media de matrícula de honor, no sirvió de nada para que en el listado que a final de curso dio a conocer con los premios de excelencia académica la Universidad Carlos III de Madrid -donde ella inició los estudios de Ingeniería Biomédica antes de disfrutar de sendas becas de intercambio en Maryland y la propia Johns Hopkins- quedara sorprendentemente excluida. Tras varios intentos por comunicarles la existencia de algún tipo de error, acabaron por reconocerle que su expediente se había extraviado. La única compensación que le ofrecieron era que se quedara en Madrid a realizar el doctorado. Ese premio de excelencia académica apenas superaba los 800 euros, pero la suya era una reivindicación más que justificada. Para los próximos seis cursos que le quedan por delante en EE UU suma una beca de medio millón de dólares, matrícula, residencia y otros gastos incluidos. "Me apetecía seguir profundizando en el ámbito de la ingeniería vinculado al diseño de dispositivos, que era en lo que había trabajado estos años", relata la recién graduada.

Elegida entre más de medio millar de personas, uno de sus principales desafíos para estos seis años que le quedan por delante en EE UU junto al profesor Charles della Santina será trabajar en el ámbito de la neuroingeniería. "En el proyecto fin de grado desarrollamos un dispositivo para detectar la apnea respiratoria en niños sin necesidad de pasar la noche en el hospital. Es un proceso que normalmente resulta muy invasivo, incómodo y costoso y de esta manera, con un sensor inalámbrico, podíamos medir parámetros como pulsaciones, oxigenación nasal... de forma cómoda para el niño y muy barata. Los médicos nos dijeron que estaban muy interesados en sacar una patente", avanza. Y añade: "Della Santina es el mejor mentor que puedo tener". Junto a él trabajará en el desarrollo de implantes vestibulares, un campo inexplorado que servirá para atajar un problema que afecta a más de un millón de personas en el mundo.

En la Universidad Johns Hopkins están ensayando con unos electrodos que mejorarían la calidad de vida de estos pacientes, aquejados de problemas de equilibrio que llegan a limitar su movilidad. "Quienes se sometieron a las primeras pruebas nos dijeron que les había cambiado la vida", reconoce la joven.

Para llegar hasta aquí no todo han sido facilidades. Cuando llegó la pandemia del coronavirus Fernández tenía claro que enlazaría en EE UU el final del curso con el inicio, a finales del próximo agosto, de su programa de doctorado. Tampoco fue posible. El cambio de visado la obligó a regresar a España hace poco más de un mes, "exponiéndome al riesgo de 21 horas de vuelo, con tres enlaces, y un precio muy elevado, cuando ahora me encuentro que todas las embajadas están cerradas y nadie me asegura que pueda estar a tiempo para el inicio de curso", se lamenta. Después de haber superado un proceso de selección de máxima exigencia ahora su mayor complicación para ingresar como estudiante de posgrado en la Universidad Johns Hopkins es de ámbito administrativo. "Siento que estoy viviendo una pesadilla. Cada día me voy a dormir con miedo por las noticias que puedan salir al día siguiente. Ya tengo cita en la Embajada, pero todavía no se sabe si nos van a permitir viajar a Estados Unidos", concluye.

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