La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Los joyeros de Llagú, Picu Castiellu y Chao Samartín

Un estudio revela que en los castros asturianos las piezas de orfebrería se doraban al fuego para que parecieran fabricadas en oro puro

En los castros asturianos, antes de la llegada de los romanos, se doraban las joyas para que parecieran de oro. Los orfebres utilizaban una técnica específica y muy efectiva: el dorado por amalgama de mercurio, también conocido como "dorado al fuego". La limpieza y la distinción del resultado se puede apreciar, aún hoy, en el Museo Arqueológico de Asturias, donde se conservan varias de las joyas de la II Edad del Hierro recuperadas en castros asturianos como Llagú (en Oviedo), Chao Samartín (en Grandas de Salime) o Picu Castiellu (Villaviciosa).

Así lo revela el estudio "Orfebrería castreña en el Museo Arqueológico de Asturias (Oviedo): aproximación a su caracterización arqueométrica y problemas de estudio", realizado por Óscar García-Vuelta, Ignacio Montero Ruiz y Ángel Villa Valdés, y publicado en el último número de la revista "Trabajos de Prehistoria". Una investigación en la que los arqueólogos estudian una veintena de piezas procedentes del Museo Arqueológico, incluyendo análisis topográficos de estas joyas realizados en los laboratorios de arqueología del Instituto de Historia (CSIC, Madrid). Los resultados son concluyentes: a todas estas piezas -entre las que se incluían torques, arracadas, cadenas y otros elementos ornamentales- se les aplicó una capa de dorado por amalgama de mercurio.

Según explican los autores, "el dorado al fuego aprovecha la capacidad del mercurio para amalgamarse con otros materiales a temperaturas moderadas y la volatilidad de este elemento para obtener un recubrimiento de calidad con un ahorro de materia prima".

A grandes rasgos, continúan los autores, la técnica del "dorado a fuego" consiste en "recubrir con oro la superficie del objeto, empleando una amalgama de oro-mercurio previamente preparada o aplicando láminas de 'pan de oro' sobre una capa base de mercurio". En ambos casos, aquellos primitivos orfebres calentaban la superficie para que el mercurio se evaporase. El resultado de la operación era que las piezas, realizadas en plata, cobre o aleaciones menos distinguidas, quedaban recubiertas por una fina capa de oro. Es lo que se denomina "acabado por bruñido".

Entre las piezas estudiadas por los arqueólogos están los testimonios más antiguos de metalurgia del oro recuperados en Asturias: se trata de unos discos laminares de procedencia incierta, probablemente del Occidente asturiano, cuya función debía de ser la de formar parte del vestuario, acaso como adorno pectoral, o como elemento integrado en otra pieza más compleja. Estos discos, con su ornamentación en espiga, no cuentan con paralelos formales en la orfebrería castreña, tal y como precisan los arqueólogos.

Fabricados a partir de una aleación de plata, oro y, en menor proporción, cobre y hierro, los discos presentan el recubrimiento en oro tanto en su cuerpo de base como en sus elementos ornamentales, aunque algunos lo han perdido, lo que deja ver la aleación original y constatar el proceso de dorado.

Al igual que pasa con estos discos, los arqueólogos han constatado el empleo de esta misma técnica del "dorado al fuego" en el resto de piezas estudiadas. Una circunstancia que permite a los arqueólogos concluir que el concepto de valor de la orfebrería indígena y su significado eran distintos de los que se extenderían desde el momento en que estos pobladores primitivos de lo que hoy es Asturias entraron en contacto con Roma.

Pero, además, el estudio permite constatar el valor de la colección de orfebrería prehistórica y protohistórica del Museo Arqueológico de Asturias. El legado que nos dejaron los orfebres de castros como Llagú, Picu Castiellu y el Chao Samartín.

Compartir el artículo

stats