Gijón, Eduardo GARCÍA

En el arte paleolítico asturiano no hay escenas. Los artistas solutrenses y magdalenienses pintan y graban animales, figuras antropomorfas y muchos signos intraducibles para nosotros que, en sí mismos, tienen entidad al margen de las imágenes que comparten espacios en la pared.

Pero el ciervo herido de La Peña de Candamo está a un paso de lo que hoy entendemos por una escena teatral, muy dramática. Es uno de esos zoomorfos que al contemplarlos producen inquietud, y eso que la cacería de la que es víctima el cérvido de largos cuernos "ocurrió" hace aproximadamente ciento cincuenta siglos.

Es nuestro tesoro escondido de la cueva de Candamo, yacimiento que protagoniza el tercer libro de la colección "El Legado del Arte Rupestre Asturiano", que llegará mañana y pasado mañana a los kioscos asturianos junto al periódico del día. El libro, a todo color y en tapa dura, lleva por título "Candamo, el caballo que flota".

LA NUEVA ESPAÑA reproduce a continuación algunos de los párrafos extraídos del libro, que explican esta figura llena de encanto con la que el visitante se solidariza, una vez localizada en el gran panel. No es para menos.

"Ocupa un lugar central en el gran mural de los grabados. Si el caballo del Camarín no existiera, el ciervo herido sería probablemente el logo de la cueva. No es frecuente ese escorzo en los animales del Paleolítico. El ciervo de cuernos inmensos, trazados con una prodigiosa perfección, busca a sus espaldas a los agresores que le han lanzado varios proyectiles. Dos de ellos son bien visibles en su grupa.

Macho adulto por su cornamenta. Con la boca abierta, en señal de queja o de extenuación. Por sí solo compone una escena dramática en la que, quince mil años más tarde, intuimos su desenlace. La temática del ciervo herido es recurrente en el arte paleolítico de la cornisa cantábrica y la encontramos reproducida, además de en Candamo, en la cueva de El Buxu, en Cangas de Onís, pero también en Altamira y La Pasiega (Cantabria) y en la cueva de El Rincón (Vizcaya). Según el profesor César González Sainz, "las representaciones parietales de ciervos machos heridos o simplemente bramando muestran rasgos repetidos y un tratamiento iconográfico particular", expresan un carácter muy narrativo, casi una historia en sí mismas, por la postura y representación expresa del dolor del animal.

No es la única víctima entre los cérvidos de Candamo. Otro ejemplar, también de amplias dimensiones y situado más a la izquierda en el gran panel, vive desde el Magdaleniense su propia historia dramática. El investigador y profesor de Bellas Artes Magín Berenguer lo explica así en su libro "Prehistoric Cave Art in Northern Spain. Asturias": "El ciervo tiene el cuello erguido y adelantado y la boca abierta en actitud de bramar. En su cuerpo figura un arma clavada. Está grabado con trazo múltiple y tocado con pintura negra".

El argumento del ciervo herido, todo un "subgénero" en el arte parietal, también se puede encontrar en otras latitudes. Una destaca sobre todas las demás, la cueva francesa de Lascaux (Montignac). Hay otro ejemplo muy significativo en el portugués Vale de Cabrões, dentro del conjunto de arte paleolítico al aire libre de Foz Côa".