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La peluquería se apunta a la nueva normalidad

Los establecimientos asturianos acogen con naturalidad la necesidad de tomar nota de las identidades y contactos de su clientela: "Es lo de siempre, pero más"

Marta Solís, en el salón de peluquería Marbe de Avilés. R. SOLÍS

Laura Blanco coge su teléfono, recibe la llamada de una clienta y abre su ficha. Ya se conocen casi desde que abrió su peluquería, en la calle Rafael María de Labra de Oviedo, hace ocho años. "Esto ya lo hacíamos antes, el registro para, por ejemplo, los tintes, y la agenda para planificar el día", afirma. La única novedad para ella en la forma de funcionar es tener que apuntar la hora de salida de los usuarios y enviar los datos a Salud Pública. Las peluquerías asturianas se adaptan con leves modificaciones del protocolo habitual a la nueva normalidad de la identificación de la clientela, de la lista que ahora deben conservar, custodiar y remitir a la autoridad sanitaria para facilitar el rastreo de contagios en caso de rebrotes.

"Es lo de siempre, pero más; más limpieza, más distancia, más calor con la mascarilla, y que tenemos todo el día los dedos a remojo", afirma Laura Blanco, y coge el gel hidroalcohólico y se lo vuelve a echar en las manos. De fondo, el ruido de la lavadora con toallas, que pone varias veces a lo largo del día, "en continuo funcionamiento". Y dos usuarios, con un puesto en medio entre cada uno, esperan a ser atendidos.

El funcionamiento es similar en los dos locales de la peluquería Sara Ruesga, en Gijón. Su propietaria aplaude cualquier decisión que proteja el mantenimiento de su actividad: "En un trabajo como el nuestro no se pueden relajar las medidas de seguridad. Además de las obligaciones del Principado, ya no ofrecemos café ni revistas a los clientes y les pedimos a todos que desinfecten su calzado al llegar. También utilizamos materiales desechables para cada peinado", explica. Sin querer convertirse en "policía de sus clientes", Ruesga admite recibir esta medida "con normalidad", puesto que en peluquerías y centros de estética la toma de datos como el nombre y un teléfono de contacto ya era algo habitual. Además, el descenso obligado de la clientela por la reducción de aforos al 50 por ciento de su capacidad ha contribuido al buen funcionamiento de los nuevos recuentos: "Con una bajada tan sustancial en el volumen de trabajo, se hace más fácil seguir todos los protocolos". Cuesta más, sin embargo, acostumbrarse a combinar las medidas de higiene con el registro de horarios de entrada y salida. "Es un lío porque tenemos que estar muy pendientes, pero es lo que debemos hacer. Lo único que nos interesa a todos ahora es la salud", aclara Sara Ruesga.

La necesidad de registrar a los clientes tampoco genera grandes trastornos en las peluquerías de Avilés. Aseguran que prácticamente lo hacían antes, pues ahora mismo la mayoría solo atiende con cita previa, por lo que conocen el nombre del cliente y su número de teléfono. En Marbe Peluqueras no han notado la medida. Desde su reapertura están trabajando al 50 por ciento de su capacidad, solo son tres personas en la peluquería, cuenta Marta Solís, propietaria del negocio. "Al atender con cita previa es fácil de controlar. Además, como quien viene está bastante tiempo, no es como un bar que puedes tener clientela de cinco minutos; es todo mucho más preciso", explica Solís.

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