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FAUSTINO BLANCO | EX SECRETARIO GENERAL DEL MINISTERIO DE SANIDAD QUE LIDIÓ CON LOS PEORES MOMENTOS DE LA CRISIS SANITARIA

"Gestionamos la pandemia y aprendimos en tiempo real, sin saber a qué nos enfrentábamos"

"Hay diferencias entre las comunidades autónomas y Asturias tiene un sistema muy preparado, pero no significa que nos sintamos complacidos"

Faustino Blanco, en el puerto deportivo de Gijón. JULIÁN RUS

Su rostro todavía muestra huellas de fatiga. Faustino Blanco (Gijón, 1953) acaba de regresar a Gijón para quedarse después de casi 23 meses como "número dos" del Ministerio de Sanidad, con el cargo de secretario general, y lidiando contra una pandemia. Asegura que se trabajó sin descanso, "24 horas por siete días", y que se hizo lo mejor que se supo y se pudo ante una situación tan inesperada como inédita. Ahora hay que evaluar, para aprender y avanzar, para estar preparados para la segunda ola del covid-19. Tras un periodo de descanso, volverá a su plaza de médico de atención primaria en El Coto, en Gijón. "Siempre vuelvo", afirma sonriente.

Licenciado en Medicina y Cirugía por la Universidad de Oviedo y médico especialista MIR en Medicina Familiar y Comunitaria, a lo largo de su carrera profesional ha sido jefe del Gabinete de Estudios del Instituto Nacional de la Salud (Insalud), director general de Salud Pública en Asturias, director de la gerencia del Servicio de Salud del Principado de Asturias (Sespa) y miembro del consejo de administración del Sespa (1995-2003). Su proyección más pública fue como consejero de Sanidad entre mayo de 2012 y julio de 2015. Y sí, estaba en el centro de salud de El Coto cuando fue llamado para ser el "número dos" del Ministerio de Sanidad.

- ¿Por qué deja el Ministerio si el actual ministro, Salvador Illa, siguió contando con usted?

-Siempre soy muy positivo y no me implicaría en algo en lo que no pueda ser útil y desarrollar una propuesta, un proyecto. María Luisa Carcedo me llamó y, además de ser amigos, conozco su voluntad de trabajo y me hizo una propuesta que no podía rechazar, creyendo como creo en lo público. Lo deben juzgar los ciudadanos, pero mi sensación es de haber impulsado el Ministerio de Sanidad y que lo pusimos en un espacio público en el que estaba desdibujado. Pero mi compromiso finalizó, así se lo transmití al Ministro, y nos dimos un mes de plazo. Pero entonces surgió la pandemia y pasaron siete meses.

- Usted esperó a que pasara la pandemia pese a que el Ministerio había sido troceado. ¿Eso complicó las cosas a la hora de tomar decisiones?

-Estábamos en un periodo de reestructuración y esa redistribución añadió algo de dificultad, pero había un equipo de trabajo muy compacto y eso se subsanó porque se trabajó con solidez, coherencia, capacidad organizativa y un enorme esfuerzo. Todo el mundo sabía lo que tenía que hacer.

- ¿Cómo se sabe lo que hay que hacer ante una pandemia insólita?

-Se gestionaba y aprendía en tiempo real, y era de una dificultad enorme porque no se sabía a qué nos enfrentábamos. Hay que dar soluciones soportadas en criterios técnicos, y eso hace que el grado de improvisación fuera menor, porque se tomaban sobre el conocimiento existente en el Ministerio, la OMS, con organismos internacionales y con las comunidades autónomas.

- ¿Cuál fue el momento más duro?

-Es difícil describir los momentos porque era una tensión continua. Pero un momento muy, muy complejo fue cuando hubo que decretar el estado de alarma. No sé si se es consciente de la dimensión de esa decisión, del análisis del impacto para 47 millones de ciudadanos, y de la dificultad de hacerlo de forma ordenada. Hubo que hablar con todos los sectores en un tiempo mínimo y hacer comprender la gravedad de la situación para que la decisión fuera compartida. La decisión es tuya, pero había que llevarlos a compartirla para evitar más problemas.

- Hubo momentos de desconcierto con las decisiones del Gobierno, sobre todo en las fases de desescalada.

-Hacer una comunicación que sea comprensible y coherente para el conjunto de la sociedad es muy complejo y siempre surgen matices. Hay que quedarse con la idea de que todas las administraciones, cada una en su ámbito, debían percibir lo que estaba pasando en la sociedad, y si había que rectificar, se rectificó. La matización y la rectificación se deben mirar desde el punto de vista de una Administración abierta.

- También hubo dificultades con algunas comunidades autónomas.

-En el consejo interterritorial, donde están todas las comunidades autónomas, no había discrepancias. Pero había un ruido político importante que a veces superaba a ese consenso. Aun así, tengo una enorme satisfacción del trabajo realizado entre todos. Me despedí de todos ellos el martes, y no como compañeros de trabajo, sino como amigos.

- Se reclama una auditoría externa para saber por qué en España el virus tuvo la incidencia que tuvo. ¿Qué se hizo mal?

-¿Qué se hizo mal...? Seguro que cometimos errores en un ámbito de tanta complejidad e inédito. Pero es un error hacer el ejercicio de análisis en negativo. Las medidas estaban en el marco del consenso internacional, no hubo país que hiciera cosas muy distintas en cuestiones clave, en línea con los organismos internacionales. Debemos tener la visión en positivo de un país moderno, con capacidades. Hay que analizar la situación en su conjunto, evaluarla para mejorar y rectificar en un ejercicio de mirar hacia adelante y aprender. Me preocupa que analicemos los errores para quedarnos en ellos en vez de poner el foco en la distancia.

- Debieron de ser momentos difíciles y las críticas fueron, y son, duras, pero las cifras de contagios y de fallecidos también lo son.

-Ha sido muy, muy difícil, y sí, insisto, seguro que se cometieron errores. Pero en este país se trabaja no en el sentido y el propósito de contribuir, sino en ver lo que falta, dónde se puede generar confusión, cuando deberíamos trabajar alineados y no hacer política en situaciones como esta para sacar ventaja partidista. Esto no significa que no se le diga al Gobierno lo que hace mal para que se corrija.

- ¿Esperaba un mayor reconocimiento al esfuerzo?

-No es bueno el lamento, ni que se pida que se reconozca el esfuerzo, pero sí que se entienda, porque implicó a muchísimas personas. Fue una exigencia tremenda sobre un hecho que no entraba en el imaginario con esta virulencia, que puso en solfa la organización mundial.

- Usted vuelve a la atención primaria, que ahora está en el foco para el control del virus.

-La atención primaria de este país es una estructura muy reconocida internacionalmente. Estuve en dos asambleas de la OMS y en la de Naciones Unidas el año pasado, y España es un referente con su sistema nacional de salud universal y una atención primera muy sólida. Pero hay que repensarla y resituarla para el futuro.

- Se cita a Asturias como ejemplo a seguir.

-Hay diferencias entre las comunidades autónomas y Asturias es un sistema muy preparado, con capacidad de reacción, bien organizado, que trabaja además con los servicios sociales en una estrategia sociosanitaria que ha permitido atemperar esta crisis. Eso confirma su diseño. Pero que esta región aguante con buena nota el análisis no significa que nos tengamos que sentir complacidos.

- ¿Qué hay que hacer?

-Todo aquello que no se mejora acaba siempre empeorando. El concepto de salud debe ser dinámico y evolucionar. Ahí están la cronicidad, la realidad de la innovación tecnológica, la medicina personalizada... Son ámbitos de oportunidad y esa es la estrategia que planteamos y que se está viendo plasmada en la nueva organización del Ministerio de Sanidad.

- Pero ahora la atención está centrada en los brotes.

-El día que acabó el estado de alarma no significó que pasara la pandemia, y no se debe bajar la guardia. El virus no se ha ido y no tenemos cura ni vacuna. Sabíamos que iba a haber brotes y la población es partícipe de la responsabilidad y debe aplicar las tres "emes": mascarilla, metros y movilidad.

- Hay brotes relacionados con los establecimientos hosteleros y locales de copas. ¿Está de acuerdo con recortar los horarios o incluso con el cierre?

-En la medida en que el virus circula hay ámbitos que aumentan el riesgo de transmisión. Hay que cuidar la vida social y de ocio. La idea de cerrar se ve como algo peyorativo, así que si todo el mundo cumple con sus obligaciones, se minimiza el riesgo y se podrán evitar otras medidas. No se puede olvidar que no hay riesgo cero.

- ¿Estamos ya ante una segunda ola?

-Entendida como un episodio semejante al primero no lo parece. Pero es cierto que hay muchos brotes. En los familiares la capacidad de contagio es mayor, pero se acota mejor. Los del mundo laboral y social son mucho más complicados. La realidad confirma lo que advertimos.

- ¿Por qué primero se dijo desde el Gobierno que no era necesaria la mascarilla y ahora es obligatoria?

-Primero no era obligatoria porque no había transmisión comunitaria descontrolada, y ahora hay que ponérsela porque ayuda. Es cierto que hay quienes discuten su utilidad, pero nosotros creemos que protege, aunque necesita ir acompañada de la distancia y el lavado de manos. Individualmente, ninguna de esas medidas es suficiente por sí sola. Pero, por favor, pónganse las mascarillas.

- Supongamos que la vacuna está lista dentro de un año. ¿Habrá que decidir a quién se le suministra? Porque a lo mejor no hay para todo el mundo y es cara.

-España va a estar claramente posicionada en las plataformas internacionales para la implantación de la vacuna, que será eficaz, disponible y financiada públicamente.

- ¿No habrá que pagarla individualmente?

-Se trata de la salud poblacional, no individual.

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