"La Covaciella, los bisontes que nos hablan" es el título del sexto y último libro que LA NUEVA ESPAÑA distribuye a lo largo de los meses de julio y agosto todos los fines de semana junto al periódico del día. Se cierra así un ciclo de divulgación del inmenso legado artístico que nos han dejado nuestros ancestros del Paleolítico, concretado de manera muy especial en las cinco cuevas asturianas que son Patrimonio de la Humanidad: El Pindal, Candamo, Tito Bustillo, Llonín y La Covaciella.

La caverna cabraliega remata la colección porque ha sido la última en ser descubierta. Se hizo en 1994 y fue declarada por la Unesco Patrimonio Mundial en el año 2008. Un yacimiento excepcional que se ha mantenido sellado durante catorce mil años y que constituye el ecosistema medioambiental más vulnerable de cuantas cuevas con arte rupestre están documentadas en Asturias y probablemente en toda la cornisa cantábrica. Esa vulnerabilidad le da a La Covaciella un plus de encanto, que se añade a la inmensa importancia que los científicos han dado a su panel principal, el de los cuatro bisontes con rostro semihumano, convertidos ya en uno de los iconos del arte rupestre en la península Ibérica.

Más de un cuarto de siglo después del accidental descubrimiento de la cueva y sus pinturas y grabados. "La Covaciella, los bisontes que nos hablan" es el primer libro de carácter divulgativo que aborda el reto de hacer llegar los secretos de la gruta cabraliega a todos los públicos, a través de textos muy asequibles y de fotografías realizadas in situ para la ocasión con las más modernas técnicas de imagen. La Covaciella, explicada como nunca se había hecho hasta la fecha, en 64 páginas a todo color, tapa dura, planos y calcos, sin olvidar la mirada al entorno, la explicación en clave de recuerdo de las circunstancias de su descubrimiento y de todo lo que contiene y que va mucho más allá de los archifamosos bisontes.

Hasta 35 grafías, muchas de ellas ideomorfos, puntos y rayas, se han documentado en La Covaciella. Junto a los grandes bóvidos el libro "descubre" el imponente ciervo grabado y el reno saltarín, que cierran el espacio, a uno y otro lado del gran panel.

Hay en la realización de los zoomorfos de La Covaciella todo un abanico de técnicas distintas que buscan realzar las figuras representadas: se dibuja, se graba sobre la pintura que perfila las figuras, se difumina la superficie interior de los bisontes, se alisa la pared, se raspa la parte exterior del perfil para que sobresalga más el dibujo negro... Es como una lección de arte que nos ha llegado por puro azar desde tiempos del Magdaleniense, la fase final del Paleolítico Superior.

"La Covaciella, los bisontes que nos hablan" sirve además para explicar las condiciones medioambientales de las cuevas asturianas y los retos de conservación; también como pequeño homenaje a la pintora y reproductora Matilde Múzquiz, autora de la réplica del gran panel de La Covaciella, entre otros, que se puede ver en el Parque de la Prehistoria de Teverga. Matilde Múzquiz falleció hace unos años, pero dejó su particular legado que facilita el conocimiento de los tesoros ocultos del arte rupestre en Asturias.

El libro estudia con tono muy divulgativo los dos muy distintos morfotipos de bisontes en La Covaciella. Sus referentes están en cuevas francesas, muy alejadas del actual concejo de Cabrales. Las similitudes, el uso de patrones estéticos muy definidos nos hace pensar -y este es otro de los argumentos apasionantes sobre los que gira la obra editada por LA NUEVA ESPAÑA- en un mundo en movimiento donde se intercambian objetos y útiles diversos, pero también personas entre clanes para evitar la endogamia y, por supuesto, ideas y simbología.

El libro cuenta con un prólogo del artista plástico asturiano Pelayo Ortega.