Hacerse un hueco entre los icónicos bisontes de La Covaciella es tarea dura. La cueva cabraliega está asociada a esos cuatro grandes bóvidos que protagonizan el panel principal, pero que en absoluto tienen la exclusiva de la pared.

En este repaso de los tesoros escondidos de nuestras cuevas asturianas Patrimonio de la Humanidad, toca hablar del reno de La Covaciella, que inicialmente engañó a todos. Y entre ellos, nada menos que a Javier Fortea, máxima autoridad en el asunto. El muy recordado Fortea elevó un informe inicial en 1995, confirmado por los también arqueólogos Rodríguez Otero y Manuel Hoyos, junto a miembros de la Federación Asturiana de Espeleología, en el que el hoy reno de La Covaciella era descrito como un macho cabrío.

A día de hoy, los que tienen el inmenso privilegio de contemplar la figura in situ, en el interior de la caverna, pueden afirmar sin sonrojo que la figura zoomorfa admite distintas traducciones. Fortea y sus compañeros de investigación afirmaban en aquel primer informe: "Enmarcado por una concavidad de la roca cierra la serie animalística del panel principal un macho cabrío con largos cuernos arqueados. Sorprende la economía de medios técnicos empleada y la maestría del ejecutante".

Tiempo después la alternativa del reno fue cobrando fuerza. El propio Fortea consolidó pocos años después esa apreciación. A continuación se reproducen algunos de los párrafos que sobre este enigmático animal se incluyen en el libro "La Covaciella, los bisontes que nos hablan", el sexto título de la colección de LA NUEVA ESPAÑA sobre "El legado del arte rupestre asturiano", que llegará a los lectores de LA NUEVA ESPAÑA mañana, sábado, y pasado mañana, domingo, en los kioscos habituales.

"Frente al panel de los bisontes, una figura se perfila muy tenuemente en el extremo derecho de la pared. Es un reno grabado, pero en los primeros estudios sobre La Covaciella, publicados en 1995, meses después del descubrimiento de la cueva, los arqueólogos entendieron -con algunas reservas- que se trataba de un macho cabrío.

"Tras la campaña del año 2000 el propio Javier Fortea publicó una conclusión distinta: el macho cabrío se convirtió en un reno, y así ha sido aceptada por la comunidad científica.

"Es verdad que no resulta fácil una identificación definitiva. Lo que en un primer momento hizo pensar en el macho cabrío eran sus llamativos cuernos largos con curva simple hacia atrás. Pero ese animal difuso tiene también componentes muy significativos de las reproducciones artísticas del reno en el Paleolítico: hocico grueso, melena pectoral, cabeza y cuello bajos, complejidad en los pitones... Sus orejas, largas y puntiagudas, no son precisamente de reno, así que siempre albergaremos una porción de duda".

¿Y si se trata de un animal híbrido? El propio Javier Fortea deja abierta esa posibilidad en sus conclusiones del año 2000: "Los híbridos existen en el arte paleolítico, pero no son algo usual".

Lo cierto es que la posibilidad del híbrido sigue abierta. De lo que nadie duda es de la inmensa belleza, puro concepto, de este reno realizado -y reproducimos las conclusiones del primer informe científico de 1995- "mediante un ancho trazo perfilante que alisa la arcilla. Este trazo se amplía para plasmar los despieces de cuello, zona central del pecho y escápula".

El reno parece estar dando un salto o, al menos, en posición de escalada. Favorece esa sensación el hecho de que se representa junto a una rugosidad de la piedra, que sigue una línea oblicua ascendente. Sus patas anteriores solo están representadas parcialmente, como si la irregularidad de la piedra las tapara. La longitud del animal es de 80 centímetros, por 61 centímetros de alto. Se sabe que el alisado no se realizó con los dedos, sino con un objeto blando y suave.