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La pérdida de olfato afecta a casi la mitad de los contagiados y puede dejar secuelas

La médica Adela González advierte de trastornos emocionales: "He visto a un abuelo llorar porque no sabía cuándo cambiar los pañales a su nieto"

La pérdida de olfato afecta a casi la mitad de los contagiados y puede dejar secuelas

Pese a que al inicio de la crisis por coronavirus la noticia de que la pérdida de olfato en enfermos contagiados parecía más bien una anécdota, la llamada anosmia ha acabado por ser mucho más prevalente de lo que los propios expertos vaticinaban. Según las últimas estimaciones de Sanidad, hasta el 43 por ciento de los infectados presentan algún grado de pérdida olfativa, y la eficacia de su tratamiento está vinculado a la rapidez con la que inicie. La asturiana Adela González, otorrino experta en esta dolencia y su rehabilitación, incide en la importancia de que cualquier afectado de forma brusca por este síntoma (y que no pueda atribuir a otra enfermedad) llame a su centro de salud y se aísle, porque la prevalencia de la anosmia en pacientes con covid-19 permite ahora usarlo como indicativo de un posible contagio. Lamenta, sin embargo, que la recuperación de este sentido parezca haberse relegado a un segundo plano porque, asegura, puede acarrear problemas emocionales: "He visto llorar en la consulta a un abuelo que no sabía cuándo cambiar los pañales a su nieto".

Buena parte de los pacientes con coronavirus aseguran haber perdido el olfato y el gusto. Pero no es exactamente así. "No se debe confundir gusto y sabor. El sabor de los alimentos y bebidas se pierde con la infección porque el ochenta por ciento del sabor es olfato", aclara la otorrino, que explica que el gusto, en realidad, suele estar conservado porque se percibe a través de las papilas gustativas de la lengua, aunque sí se han detectado a pacientes con el virus que aseguran no sentir el gusto amargo ni el dulce.

Aunque parezca nuevo, la pérdida de olfato está vinculada a múltiples causas y ya estaba identificada en casos de infecciones víricas del tracto respiratorio superior. Puede suceder también tras traumatismos craneoencefálicos, procesos más habituales como alergias y sinusitis, y por simple envejecimiento. Que pueda afectar ahora a alrededor de la mitad de los contagiados, según González, tendría que servir para que la anosmia se incluya ahora como un "síntoma precoz" de la infección. "Justificaría el aislamiento preventivo de esa persona y la realización de un test. Esta disfunción olfativa puede presentarse al inicio de la enfermedad e incluso en ausencia de otros síntomas", afirma.

En cuanto al tratamiento, González, que había dirigido la Unidad del Olfato en el Hospital de Cabueñes y trabaja ahora en la Clínica ORL Ciudad Gijón, explica que el más eficaz es el "entrenamiento olfativo". "Siempre es mejor que haya un profesional que te guíe y tenga un protocolo, pero muchos pacientes se recuperan si se exponen a sustancias odoríferas de una forma sistemática y estructurada al menos durante tres meses", resume.

Esa recuperación, no obstante, puede hacer que el paciente recupere el sentido "oliendo de otra manera". Se lo dicen los propios afectados. "Explican que huelen el chocolate pero que les huele de otra manera. Es normal, cuando el olfato se pierde transitoriamente las neuronas olfatorias mueren y, al regenerarse, surgen otras nuevas con receptores también nuevos", comenta. Y añade: "El chocolate que tú hueles es porque se asocia a un recuerdo. Hueles el chocolate que oliste en la infancia y tu cerebro recupera esa sensación. Al regenerarse las células, esa asociación se pierde". Este hecho, científico, se usa como estrategia comercial. Muchas tiendas de decoración, por ejemplo, perfuman el local con olor a vainilla, porque al cliente le hará recordar su hogar y se sentirá cómodo adquiriendo artículos.

La rehabilitación de la anosmia no parece estar muy asentada en la región. González, experta en un tratamiento muy poco habitual en el país, refiere tratar a enfermos, sí, pero de otras provincias. "No se le da importancia hasta que se pierde. La gente, de verdad, se deprime. Imagina a un padre que no puede oler a su recién nacido", lamenta la experta: "Impacta en nuestra calidad de vida y nuestro bienestar mental y es un factor pronóstico de mortalidad".

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