Esta tarde somos menos, muchos menos que otros años. Esta tarde, cuando celebramos el acto institucional de conmemoración del Día de Asturias, no seremos miles aplaudiendo a las personas galardonadas. Esta tarde, quebrando una tradición de décadas, no entregaremos las medallas del Principado.

Este acto, el acto oficial con el que nuestra comunidad autónoma celebra su día, es el que representa a todos los asturianos y asturianas, con independencia de su ideología, forma de vivir o de amar. Representa a creyentes de varios credos y, también, a los no creyentes. Este acto representa, en fin, a una sociedad: la asturiana. Orgullosa de su historia, plural, diversa, integradora y abierta, que mira al mañana cara a cara y comprometida con la igualdad entre mujeres y hombres.

Y en este, nuestro acto oficial del día de Asturias, estamos pocos, ciertamente. Menos de los que nos gustaría reunir para festejar este día. Pero es lo que el momento excepcional que vivimos nos exige: que evitemos las aglomeraciones, las reuniones multitudinarias, que reduzcamos al mínimo posible los riesgos de contagio. Es lo que nos exige y es lo que solidaria y responsablemente debemos hacer.

Aunque he de ser sincero: la verdad es que no teníamos la obligación de planificar un acto tan reducido. Podríamos haber organizado una entrega distinta de las medallas, al fin y al cabo las mayores distinciones de Asturias. También podríamos haber invitado a más personas y haberlas dispuesto de tal modo que se garantizasen las condiciones de seguridad. La responsabilidad de haber elegido este formato reducido y austero es exclusivamente nuestra, del Gobierno del Principado.

Empiezo con estas consideraciones porque siento que les debo una explicación a ustedes y a los asturianos y asturianas que sigan este acontecimiento, a toda la sociedad. Tal vez les choque esta autolimitación, por llamarla de algún modo.

La explicación, sencilla, es que vivimos los tiempos inciertos y duros de una pandemia que ha enlutado estos meses. Sí, ya sé que parece que estamos siempre hablando de lo mismo, pero es la realidad, una realidad tan dominante que se impone siempre y nos obliga a mirarla continuamente de frente, sin apartar la vista. Me parecería una falta de respeto que este 8 de septiembre nos comportásemos como si no pasara nada, como si no sumásemos centenares de muertes y como si no estuviéramos comprobando un aumento alarmante de los contagios también en nuestra tierra. Las víctimas, quienes han sufrido el fallecimiento de familiares, amistades o conocidos, no se merecen siquiera un amago de indiferencia.

No, desde luego el Gobierno de Asturias no debe actuar así, no pretende ser indiferente ni aparentar una normalidad que no existe, que resultaría una impostura imperdonable. Tampoco quiere esforzarse en mantener una celebración de gala cuando se han suspendido ferias, verbenas y fiestas locales, conciertos o eventos deportivos, un largo número de actos, por criterios rigurosos y estrictamente técnicos. Sería, de nuevo, otra falta de respeto.

Esas son las razones por las que hemos optado por este tipo de acto. Por coherencia con lo que estamos viviendo y con nuestras propias decisiones. Ya saben que estamos resueltos a proceder con resolución, aplicando medidas y limitaciones contundentes con la mayor anticipación posible, aunque al principio susciten incomprensión. Si estamos convencidos de que la prioridad es salvar vidas, no debemos ni vamos a flaquear en esta determinación. No hay motivo más poderoso para un gobierno que proteger la salud de la ciudadanía. A propósito, algunos de ustedes se preguntarán por qué insisto tanto en la palabra anticipación: pues porque el tiempo, en este caso, no es oro; el tiempo, en esta epidemia, es vida, que es muchísimo más importante.

Sigo con la coherencia. Hace dos meses, el 10 de julio, organizamos otro acto sencillo para recordar las personas fallecidas en el que participaron muchos de ustedes. Agradecí entonces su presencia y hoy vuelvo a hacerlo. 78 texos, uno en cada concejo de Asturias, componen un memorial vivo para quienes dentro de cincuenta, cien o más años, al contemplar esos tejos, su verde perpetuo y las arrugas de sus troncos, recuerden también este enorme drama. Uno de esos texos d´alcordanza está muy cerca de aquí, en Oviedo, en las cercanías del HUCA.

Hoy, esta celebración pretende ser otro homenaje, en este caso a quienes superaron la enfermedad. Les representan seis invitados de honor: Armando, Alba, Carmen, Marcos, María José y Jesús Manuel. Ya hemos escuchado a Armando, que ha hablado en su nombre. Armando, has realizado una intervención emocionante, te lo aseguro. El único lujo de esta ceremonia es teneros aquí con nosotros; ese es el auténtico lujo de este acto. Muchas gracias.

Gracias a ti, Marcos. Tú cerraste tu taller y guardaste el confinamiento. Fueron aquellos días en los que, metido en casa, pensabas, vueltas y vueltas a lo mismo, en los clientes que no podían recoger sus motos. Luego, después del susto, resultó que habías sido un falso positivo. Pero no te quepa duda: actuaste como debías y fuiste un ejemplo de responsabilidad.

Marcos realizó la prueba del coronavirus porque es la pareja de Carmen, que también nos acompaña. Fue, por decirlo gráficamente, un daño colateral. Ella sí bregó con la enfermedad. Una de las cosas que sorprenden de este virus es la amplitud y variedad de su sintomatología. Tuviste tos seca, sueño, cansancio -¿recuerdas aquella siesta tan larga que te echaste un sábado?- € hasta la confirmación de la enfermedad.

Carmen nos ofreció otra prueba de responsabilidad: cerró su bar -de nuevo, otro negocio cerrado-, se quedó en casa, avisó a sus contactos estrechos. Ella, a su vez, recibió el apoyo de mucha gente, incluso de personas que no conocía. El dueño de su local no les cobró la renta durante el estado de alarma. La gran enseñanza que nos presenta Carmen es la solidaridad, una de las elecciones que hemos de interiorizar porque "de ésta", como ella proclama, "tenemos que salir todos juntos".

María José guarda una sensación parecida. Ella es cuidadora del Servicio de Ayuda a Domicilio de Gijón, pero en esta ocasión le tocó recibir la atención del equipo sanitario de Cabueñes. Cuando, atendida en el hospital, comprobaba que eran otras personas quienes se encargaban de darle la vuelta en la cama, de limpiarla, de procurarle comida, recordaba que ese era precisamente su trabajo. Se estaba viendo en un espejo: le estaban devolviendo tratamiento, cariño y cuidados, lo mismo que ella reparte día a día.

Qué importante es esa labor, María José. Y qué lamentable es que hayamos que tenido que esperar a una pandemia tan grave para que quienes la realizáis hayáis merecido la consideración de trabajadoras "esenciales", como el personal sanitario, el que atiende las residencias de mayores, las personas que limpian nuestras calles, los voluntarios de Protección Civil€ Tantas y tantas ocupaciones que en el tiempo anterior, el de la auténtica normalidad, a menudo apenas recibían atención. Otra lección para incrustar en nuestra memoria.

Jesús Manuel es médico en Grado, uno de los concejos donde el virus ha hecho más estragos. Permitan que le dedique un abrazo, de corazón, a las personas de la residencia de mayores y a todos los familiares y amistades de quienes fallecieron. Ya que antes hablaba de trabajos esenciales, el sanitario se ha revelado indispensable. Jesús Manuel había atendido a muchas personas enfermas de la covid, no le extrañó dar positivo. Como profesional, conocía los síntomas y sabía a qué se enfrentaba. A él, lo que le desesperó fue verse encerrado en el hospital rodeado de enfermeras y enfermeros y de colegas porque quería recuperarse y salir de allí. Salir para volver a Grau y ponerse de nuevo a trabajar, a la primera línea contra la covid. Tal como dice, "sientes la obligación de volver para ayudar".

Jesús Manuel nos abre el capítulo de la generosidad y la entrega, que también abundaron durante el confinamiento. Aquellos aplausos que sonaban cada tarde desde los balcones iban destinados a personas como él, a todas las que se estaban dejando la piel, literalmente, para combatir el virus. Sí, es cierto que en algunos casos esta epidemia ha hecho aflorar lo mejor de la condición humana.

Pero, por desgracia, no todas las actitudes han sido iguales. Alba lo sabe en primera persona. Ella participó en una cena de amigos, supo que uno había dado positivo y se comportó de modo irreprochable: avisó a Salud, se hizo la prueba y se confinó hasta superar la enfermedad. Y aun así se sintió señalada, en especial en las redes sociales. Debemos recordar sus palabras: "Quienes tienen la covid no son culpables, muchos asintomáticos no pueden ni sospechar que son contagiadores. Si nos dedicamos a señalar con el dedo, nadie querrá hacer las cosas bien".

No hace falta añadir nada, Alba, lo has dejado bien claro.

Armando, tú, que has ejercido de portavoz, pasaste tres meses en el hospital. 58 días en la UCI y el resto en la planta, un tiempo en el que perdiste 20 kilos hasta parecer, como has dicho, salido de un campo de concentración: piel, ojos y huesos en el espejo. Te sobra autoridad moral para advertirnos de que "esto no es una broma, es algo que tenemos que tomarlo muy en serio". Es una lección fundamental, la que hemos de tener presente día a día.

Marcos, Carmen, María José, Jesús Manuel, Alba, Armando, gracias. Vuestra presencia y vuestros testimonios nos recuerdan que el virus no distingue edades ni profesiones ni condiciones sociales. La más joven de vosotros tiene 26 años y el mayor, 66. Lo digo para subrayar que no hay nadie que pueda sentirse a salvo de la enfermedad por su juventud, por su formación o por cualquier otra circunstancia. Todos somos vulnerables.

Na celebración tradicional del Día d'Asturies distinguimos a los meyores. Dámos-yos unes medayes pa reconocelos como exemplu pa los demás. Güei, nesti actu, nun vos van dar distinciones con rellumos d'oru o plata, pero vós recibís, habéis creyeme, el mayor reconocimientu de la sociedá. Eso sí que nun cambió, anque seyamos pocos, menos que nunca, y nun suenen milenta aplausos. Vós representáis eso que vieno a llamase la "respuesta asturiana" énte'l coronavirus, la respuesta colectiva d'una sociedá capaz a facer frente al andanciu colos valores más apreciaos na nuestra tierra: coraxe y solidaridá. Vós, que nos dexastis colos vuestros testimonios seis enseñances impagables, facéis que nos alcordemos de la gran y principal llección: que toos dependemos de toos.

El 10 de julio honramos a las personas fallecidas. Hoy escuchamos el testimonio de quienes lucharon contra la enfermedad. Este 8 de septiembre, en homenaje a todos ellos, recordemos que proteger Asturias está en nuestras manos. Ese es el inmenso deber colectivo que tenemos unos con otros y todos con nuestra patria.

A todos ustedes, a todos los asturianos y asturianas, a los que vivís aquí y a quienes, viviendo fuera, lleváis siempre en el corazón Asturias, feliz 8 de septiembre