"No hay enemigo pequeño. / A Goliat no lo derribó David con una piedra, / sino con un abrazo". El poema se llama "Caballo de Troya" y descoloca las piezas del mundo como lo hizo en marzo la pandemia. En el poemario "La crisálida azul" (Luna de Abajo), el poeta y ensayista asturiano Ricardo Labra (Langreo, 1958) ha buscado la poesía en el virus, o más precisamente en el confinamiento y su desconcierto, y en todas las incógnitas que a su alrededor permanecen sin despejar. Durante la zozobra del encierro, recibió un encargo literario "con tema definido" y formato libre y de entrada pensó en prosa, en "un artículo un poco poético", pero el "mecanismo" de la poesía "estaba dentro y se disparó. Fue casi un diálogo de un poema con otro y cuando me di cuenta estaba articulado".
Los dieciocho que salieron de su crisálida están escritos "en tiempo real, en abril", durante ese encierro sobrevenido en el que "la sensación generalizada de parálisis que extendió el covid-19, tanto personal como social, con la recurrente percepción metafórica de que nuestro convencional mundo se hubiese detenido, me obligó a ponerme en movimiento", explica el escritor en el texto que da contexto a su obra. Y mientras la novela distópica se hacía real detrás de las ventanas de casa, la poesía fluyó de puertas adentro. Lo que le salió "no es una crónica de guerra, pero sí una revisión de nuestra relación con la otredad, de nuestra percepción del tiempo", una vuelta "a Machado, a hablar con el otro que llevamos dentro" y a pensar, contra el estancamiento de aquel mundo parado, en las variaciones que el paréntesis ha operado "en nuestra escala de pretensiones y de valores?" El poemario es "la depuración de todas estas cosas que trajo el confinamiento", el resultado de la parada para "pensar sobre el sistema social en el que estamos inmersos, pero también sobre nuestra percepción de las cosas".
¿Respuestas? La opción del cambio y del replanteamiento del rumbo "es siempre personal", responde el poeta. "Está claro que el sistema de vigencias que tenemos se pone en cuestión, que el neoliberalismo atroz en el que vivimos llega a cuestionarse. Se ve por ejemplo en el sector inmobiliario, en la gente que de pronto se lanza a comprar casas en los pueblos, o se replantea otra forma alternativa de encarar su propia existencia".
Vaticina que "eso al final tendrá un reflejo social, una traducción", pero a lo mejor todavía es pronto para pronósticos, y el poeta en todo en caso insiste en que "las elaboraciones son personales. A mí lo que me sirvió fue la oportunidad de entablar ese diálogo interior con el otro que llevamos dentro y que muchas veces está bloqueado por la serie de estímulos permanentes a los que estamos sometidos".
"No sé si volveremos a ser los de antes, o si aprovecharemos las enseñanzas que ha propiciado su fatalidad para no incurrir en las andadas de entonces", se responde Labra, pero ha comprobado en carne propia que el virus puede inocular la saludable inclinación a hacerse preguntas. El covid-19 "no solo nos interpela personalmente sobre nuestros miedos, anhelos y percepciones temporales, sino que sus dilemas también ponen en cuestión el sistema de vigencias y valores que modelan nuestros actos".
Lo decía en abril en estas mismas páginas, "no sé si saldremos fortalecidos, lo que sí sé es que saldremos transformados". De aquellas reflexiones in situ sobre el encierro forzoso y sus repercusiones, que Labra hizo entonces a petición de LA NUEVA ESPAÑA, salió la imagen de la crisálida que da título al volumen, pegado finalmente al azul concebido como "un guiño a toda una tradición literaria" que emparenta con el título de Rubén Darío y se presenta aquí "más que como reflexión como testimonio vivencial" de una época que "nos obliga a replantearnos muchas cosas y hace que cobre una dimensión especial el tiempo, el tiempo vital?" Aún está por ver, no obstante, si de la crisálida salen gusanos o mariposas: "Otra vez ante las dos caras / del espejo, /como si tal cosa: / gusano / o mariposa. / Ya siempre escindido / en dos mitades".
