La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

RAQUEL VARELA | HISTORIADORA, PREMIADA POR LA ASOCIACIÓN IBEROAMERICANA DE LA COMUNICACIÓN

"El teletrabajo es una contrarrevolución que convierte en tortura nuestras casas"

"El distanciamiento físico no puede ser eterno; lo humano tiene que estar por encima de lo biológico, porque no somos animales"

Raquel Varela, la pasada semana en Oviedo.

Raquel Varela (Cascais, Portugal, 1978) es historiadora, investigadora y profesora en la Universidad Nueva de Lisboa. Está especializada en historia del trabajo, condiciones laborales, movimiento obrero e historia europea del siglo XX. Es autora de 32 libros y coordina 17 proyectos a nivel mundial. Esta semana estuvo en la Universidad de Oviedo para recoger el premio que la Asociación Iberoamericana de la Comunicación (Asicom) le concedió por su brillante trayectoria y por contribuir a estrechar lazos entre la Península Ibérica y América. Varela es cercana, habladora y tremendamente reflexiva.

-¿Es su primera vez en Asturias?

-No, he estado en Asturias antes porque adoro el montañismo. Tengo hijos y aquí hicimos el descenso del Sella, estuvimos en la ría de Villaviciosa, en los Picos de Europa, en Gijón... También estuve varias veces en la Universidad. Conozco, por tanto, algo de Asturias. Ya he bebido sidra (se ríe).

-Es experta en el movimiento obrero y precisamente Asturias representa la minería, la industria... ¿Le atrae su historia?

-Muchísimo, porque la revolución asturiana del 34 se enmarca dentro de un contexto de intensificación brutal de los conflictos que desembocó en la revolución española y en la Guerra Civil. Hay toda una profunda conexión entre la Península Ibérica, Europa y América Latina. Los premios de la Asociación Iberoamericana de la Comunicación buscan una aproximación que existe en la realidad. La interconexión histórica es mucho más profunda de lo que pensamos a primera vista. Por ejemplo, la derrota de los republicanos y los revolucionarios en la Guerra Civil española significó un refuerzo de la dictadura de Estado Nuevo en Portugal y, a su vez, Salazar fue muy importante para la victoria del franquismo. La Península Ibérica sufrió dos larguísimas dictaduras en el siglo XX y la revolución portuguesa tuvo un impacto inmediato en la Transición española. Al mismo tiempo, el pacto social que nació de la Transición tuvo una gran repercusión en las tradiciones del fin de las dictaduras militares de América Latina. Insisto por tanto en que hay muchas más interconexiones en la historia más allá de lo que ofrece un abordaje nacionalista.

-Siendo esta pandemia menos letal que otras a lo largo de la historia, ¿por qué el daño económico es y será tan elevado?

-Por dos razones fundamentales. La primera es que los servicios de salud han sido desmontados de su excedente. Si miras una autopista, tiene dos o tres vías y una cuarta de parada (el arcén). Esta vía cuesta mucho construirla pero casi nadie la utiliza, solo cuando hay un accidente. En los servicios de salud necesitamos también de una vía extra para situaciones de excepción. Lo que pasa es que los países del proceso neoliberal han desmontado esta vía de seguridad y han reducido los centros sanitarios al mínimo para funcionar. Los gobiernos tuvieron la idea medieval del confinamiento, que se aplicaba cuando no había ciencia, no existían servicios públicos de salud... Los gobiernos capitalistas del mundo tuvieron que admitir que no tienen medios para combatir una pandemia de baja letalidad. Imagínese si hay una pandemia de alta letalidad. La única solución es una idea completamente enloquecedora desde el punto de vista de la salud mental y física de la gente que es el confinamiento, y que tiene un impacto destructivo en la economía. Se habla ya de que hay 30 millones de personas que pueden morir de hambre, se habla ya de una pandemia mental tremenda...

-¿Y la segunda razón?

-Tiene que ver con el capitalismo y su desigualdad social; no es una economía solidaria. Los trabajadores están pagando la factura de la crisis y no quienes tienen grandes ganancias. Y el dinero no produce dinero.

-¿Qué tienen que hacer los gobiernos para estar preparados ante una pandemia mayor?

-Como decía, nos estamos enfrentando a una pandemia de bajísima letalidad. Más del 80% de la gente es inmune por naturaleza. Y del 20% restante -y esto son hipótesis, no hay certezas-, el 80 por ciento tiene síntomas ligeros. Estamos hablando de una dureza que afecta a una parte muy pequeña de la población. Y aun así está siendo una catástrofe. Lo que tenemos que hacer es situar a los servicios públicos fuera de la ganancia, tenemos que considerarlos esenciales y pagar muy bien a los funcionarios públicos, porque son los garantes de la civilización. Y eso implica una inversión en trabajadores, no en tecnología y máquinas. Nosotros necesitamos gente que trabaje. No podemos seguir premiando a los empresarios del mundo que ganan millones y consentir que los servicios públicos funcionen con salarios que no permitan soñar. Hay que devolver la esperanza a los centros de trabajo, hay que devolver la autonomía, la creatividad, la reducción del horario del trabajo, la progresión en la carrera... La gente tiene que trabajar feliz; el trabajo no puede ser una tortura.

-¿Cree que hemos escarmentado con el covid y que aplicaremos su receta?

-Yo no creo que las sociedades funcionen por causa de la racionalidad científica, sino por la fuerza política. No he visto nada en los gobiernos europeos que muestre un cambio en las políticas. La gran política ahora es la reconversión industrial a la tecnología 4.0 de industria verde cuando lo que necesitamos más que nunca son educadores, médicos, enfermeros, transportistas... Necesitamos cuidar a quien trabaja, no necesitamos una supuesta inversión de capitales en maquinaria.

-¿Estamos ante una nueva revolución laboral con la irrupción del teletrabajo como algo no excepcional?

-Yo no diría una revolución laboral, sino una contrarrevolución, porque es dramática la gestión que se está haciendo del teletrabajo. Cuando más necesitábamos del trabajo colectivo, en equipo, creativo... Estamos devolviendo a la gente a su casa, transformando no el trabajo en una casa acogedora, sino nuestra casa acogedora en una tortura de trabajo. Desaparece la frontera público y privado y se intensifica mucho la demanda de trabajo. Lo que pasa con el teletrabajo es una intensificación de la ganancia de las empresas, porque disminuyen los costes inmediatos e invaden la casa de la gente.

Compartir el artículo

stats