La Universidad de Oviedo aumentará este curso su programa de doctorado con 31 cursos más. Así lo avanzó ayer el director de Área del Instituto de Investigación e Innovación Educativa (INIE), Emilio Álvarez, en el marco de las IX Jornadas internacionales de doctorado, que por primera vez se celebraron de forma telemática con cerca de 180 asistentes. Álvarez explicó que la institución académica asturiana ofertó en 2019 un total de 60 cursos, mientras que este año serán 91. Esta oferta, además, "puede ampliarse", ya que la Universidad tiene la intención de introducir nuevos cursos de experimentación animal para los que se necesita un permiso especial del Principado. "No conozco otra universidad española con un programa de doctorado tan amplio como el nuestro", defendió.

Este curso, al igual que en anteriores, el Instituto de Investigación e Innovación Educativa pondrá el foco en la internacionalización. Un buen ejemplo de ello es la selección de tres cursos impartidos por la prestigiosa universidad de Harvard. "En los últimos años venimos apostando, tanto en las ponencias como en las mesas redondas, por la formación continua y dual a través de diferentes plataformas internacionales de aceleración de la innovación", comentó Emilio Álvarez, que inauguró, junto al rector Santiago García Granda, las jornadas de doctorado. A ellas se presentaron 145 comunicaciones y 150 pósteres -295 en total-, que están expuestos en el campus de Mieres. Se trata del "mayor índice de participación -un 10% más que en 2019- de los últimos años", a pesar de la pandemia. Todos estos trabajos están firmados por más de 500 investigadores de la Universidad de Oviedo.

La conferencia inaugural de las jornadas corrió a cargo del catedrático del departamento de Bioquímica y Biología Molecular Xosé Antón Suárez Puente bajo el título "Oncología de Precisión y Evolución Tumoral". El científico, miembro del prestigioso grupo de investigación de Carlos López Otín, subrayó que el trabajo que hacen en el campo de la oncología de precisión "necesita mucha generación de conocimiento y en ello han contribuido los doctorandos". Hasta el punto de que los pasos dados en la secuenciación del genoma de la leucemia linfática crónica, el tipo más frecuente de la enfermedad en Europa Occidental, es "fruto del esfuerzo de muchos estudiantes".

Suárez Puente explicó que uno de los muchos problemas a los que se tuvo que enfrentar su equipo es a que el número de mutaciones en un genoma asciende de media a 2.400. "Eso es muchísima información pero no demasiada información útil para la clínica", matizó. De ahí la iniciativa de formar un consorcio internacional y que cada país se centre en el estudio de un tipo de tumor concreto.

El grupo de Otín se encarga de la leucemia linfática crónica, de la que ya han secuenciado el genoma de más de 500 pacientes. Una de las principales batallas, detalló el bioquímico, es distinguir las mutaciones conductoras de las pasajeras -es decir, las que no causan daños-. "Cuando se extirpa un tumor, lo que tenemos es un montón de mutaciones juntas. La pregunta es cuáles son conductoras y cuáles son pasajeras. Y para ello, no podemos secuenciar un solo tumor, sino cientos de ellos", contó.

Los científicos asturianos han identificado hasta ahora 60 genes con alteraciones de un total de 20.000 en la leucemia linfática crónica. Pero hay otro problema más. "Tenemos una cola muy larga de mutaciones que afectan al 3 o 2% de los pacientes. Esto quiere decir que no hay un tumor igual a otro. Ahí es donde entra la medicina de precisión", sentenció Puente. Cada vez que se avanza, hay una nueva piedra en el camino. Por ejemplo, señaló el profesor de la Universidad de Oviedo, que en el 10% de los 500 pacientes estudiados no fueron capaces de identificar mutaciones conductoras. Quedan, por tanto, muchos interrogantes por resolver, que significan al menos "una década" más de estudio. Un último apunte de Puente: "La acumulación de errores es la base de evolución. Si las células fuesen perfectas, hoy no estaríamos aquí".