La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

APUNTES DE MECÁNICA POLÍTICA

Digestión lenta en el PP

Mallada tomará las riendas de un partido con hervores apaciguados pero que necesita más sabor

Teresa Mallada y Alfredo Canteli observan a Pablo Casado mientras sirve un plato de fabada el viernes en Oviedo.

Durante más de un año, el Partido Popular asturiano ha cocinado a fuego lento su renovación. Después de que el lunes 23 de septiembre de 2019 la entonces presidenta, Mercedes Fernández, presentase su dimisión forzada y negociada con Pablo Casado, los populares asturianos se han mantenido en una larga interinidad a la espera de que Teresa Mallada, portavoz parlamentaria y quien ha asumido el liderazgo en el partido, tomase unas riendas que ya le estaban aseguradas desde el primer momento.

La cocina a fuego lento tiene sus beneficios, pero también condiciona los guisos. Se trata de una cocción por debajo del punto de ebullición, tratando de mantener una temperatura lo bastante baja como para lograr que en la olla nada hierva. El Partido Popular era hace poco más de un año una olla a presión. Fracturado en un relevo que debió haber resultado natural y pacífico (como corresponde a un partido de corte presidencialista en el que las decisiones de la dirección nacional siempre ganan y es mejor acatar), el PP asturiano corría el riesgo de saltar por los aires.

El hecho de que el partido se haya cocinado con más de un año de plazo se debe más a casualidades y aplazamientos sobrevenidos que a otra cosa, pero eso ha logrado bajar la temperatura. Con el tiempo, las enemistades se han disuelto o evaporado, y el partido se encuentra ahora en una calma un tanto somnolienta, en la que incluso a quienes podrían plantear disconformidades se les ha ido pasando el arroz o quitado las ganas.

La cocina lenta de Casado (más porque tenía poco tiempo para atender el fogón de Asturias que por verdaderas intenciones) también ha concentrado los sabores en el PP asturiano, sin nuevos condimentos y poca agitación. De ahí que el estofado popular necesite algo más de sal una vez que el próximo martes quede investida Mallada como presidenta.

Un único punto consta en el orden del día: "Nombramiento de presidente". José Agustín Cuervas Mons, aún coordinador general del PP asturiano, es el encargado de convocar a quienes forman parte del comité ejecutivo y la junta directiva. Por ahora (la cuestión, de abordarse, se abordará mañana), no hay intención de nombrar un secretario general. Al menos no consta en la convocatoria ni parece ser, según fuentes populares, la clave de la reunión del martes. "Si hubiese un secretario general sería secundario; la situación en Asturias no es comparable, por ejemplo, a la del País Vasco, donde sí hubo que designar una secretaría general (Laura Garrido) además del presidente (Carlos Iturgaiz) porque fue necesario conseguir el acuerdo de dos grupos de afiliados", sostienen las mismas fuentes.

En teoría, el próximo martes se quedará a la vista el largo guiso de Casado y Mallada se encargará, con todas las de la ley, de preparar el menú de un partido que tiene la inmediata misión de visibilizarse como alternativa de gobierno.

"El PP se enfrenta a tres problemas: la necesidad de plantear una estrategia política clara, la fragmentación casi unipersonal de lo que en otra época eran grupos de influencia interna y mostrarse como un partido que puede aspirar a gobernar", asegura un exdirigente popular.

Mallada es consciente de que el poder territorial es una de las tareas prioritarias. Más allá de las situaciones en conflicto evidentes en Llanes y Gijón (la primera probablemente se convierta en la más inmediata intervención de la nueva presidenta), Mallada quiere alegrar las salsas municipales. Así, impulsará un programa de formación para sus cargos territoriales y activará diversas comisiones de coordinación que hasta ahora permanecían dormidas.

Todo parece indicar que Mallada se tomará tiempo para ir ajustando la actual dirección regional, sin agitar viejos fantasmas sino más bien "evidenciando la nueva realidad del partido".

Caso aparte será la tarea de ordenar la junta local de Gijón, fragmentada y de difícil empaste sin una estrategia que pase por vías intermedias salvo que se quiera asumir el riesgo de reactivar viejas divisiones. Quizás sea ahí donde más persistan los hervores de antaño.

La mayoría del PP parece dispuesta el martes a degustar el plato y dejar de lado rencillas pasadas. La dirección nacional se ha encargado estos días de recalcar la importancia de exhibir unidad. Pero el estofado requiere también de digestión lenta. El pasado viernes, Casado comió fabada en compañía de Teresa Mallada y el alcalde de Oviedo, Alfredo Canteli. La estampa refleja el eje de confianza en Asturias de la dirección nacional, por si había dudas. Los comensales eran conscientes de que sin sosiego tras una comida densa siempre cabe el riesgo de que aparezca una molesta acidez.

Compartir el artículo

stats